spectator in barcino
Las orquestas (cacofónicas) de Sánchez y Feijóo
El PSOE de 2025 es una orquesta que interpreta la partitura según conviene a su oportunista director. Compararlo con la transgresión artística sería un insulto a la inteligencia. La orquesta de Sánchez es una cacofonía en sesión continua
Artículos de Sergi Doria en ABC

Katharina Wagner, bisnieta del compositor de 'Lohengrin' recibe abucheos en el Liceo por su revisión de la ópera del bisabuelo: ahora los malos son buenos, los buenos son malos y el cisne blanco es negro. La ejecución musical y canora es buena, dice la ... crítica; otra cosa es la relectura, tan discutible como habitual en las dramaturgias contemporáneas, aunque parte del público liceísta la pueda aceptar. En el terreno cultural la transgresión nutre debates creativos. Esa es, al cabo, la ambición de la obra artística: plantear preguntas, robustecer el espíritu crítico.
La política es más prosaica. Los bisnietos de Pablo Iglesias -no el que anuncia aceite de Marinaleda- han trastocado desde la llegada de Pedro Sánchez el argumento del socialismo democrático que identificaban las siglas PSOE. No es la primera vez: en los años treinta y bajo la férula de Largo Cabalero, el Lenin español, una facción del partido abrazó con entusiasmo el bolchevismo estalinista. La República, que la «memoria histórica» izquierdosa venera y a la que aquel PSOE tachaba de «burguesa», no era más que una estación de paso hacia la dictadura del proletariado. A partir de 1937, con las purgas de la CNT y el POUM, la República de 1931 dejó de ser liberal para convertirse en el satélite mediterráneo de la URSS.
El PSOE de 2025 es una orquesta que interpreta la partitura según conviene a su oportunista director. Compararlo con la transgresión artística sería un insulto a la inteligencia. La orquesta de Sánchez es una cacofonía en sesión continua. No podía ser de otra manera con unos ejecutantes que cuando ingresaron en la coalición provenían de muy dispares «conservatorios». Unos, de la derecha nacionalista vasca y catalana (PNV y Junts); otros de las 'herrikotabernas' y las metralletas (Bildu); algunos nacionalistas catalanes que dicen ser de izquierdas (ERC); y los (las, les) de más allá: los comunistas del 15M (Sumar y Podemos).
Cada actuación compromete la permanencia de un director que pretende prorrogar el contrato. Antes de cada concierto Sánchez incorpora a la partitura los acordes –a menudo disonantes- de las facciones orquestales. El único estribillo que los pone de acuerdo es la demolición de la España constitucional que se forjó en 1978. Como los podemitas están divididos y con un repertorio muy gastado, al igual que los catalanes que dicen ser republicanos de izquierdas, al director no le cuesta mucho imponer su voluntad. En cuanto a los vascos, mientras se olvide lo de ETA y se les deje disfrutar de sus cupos y privilegios fiscales no protestarán (de momento). Los más díscolos son los siete de Junts, una charanga neocarlista que amaga con no salir a actuar si no se interpretan las partituras de su gerifalte. Primero fue una amnistía compuesta al gusto separatista; ahora, el réquiem de las fronteras y el reparto de inmigrantes menores no acompañados según la vieja regla del que reparte se lleva la mejor parte. Esta partitura no difiere mucho de la que Vox acaba de imponer a la orquesta del PP en Valencia, tierra de música liberal-conservadora condenada también a la cacofonía xenófoba. Y todo por no haber echado a tiempo al mediocre director, un tal Mazón que antes de dirigir orquestas perpetraba tríos melódicos con rumbo a Eurovisión.
Y ahora ante el desafío de la defensa europea por la pinza Trump-Putin, tenemos en Alemania a democristianos, socialdemócratas y verdes tocando al unísono. En Francia, Macron acalla a sus opositores con la responsabilidad europea al igual que Starmer en el Reino Unido o Meloni en Italia. Y en España, las orquestas de Sánchez y Feijóo suenan desafinadas por los maximalismos.
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