Joselito, una leyenda 'centenaria' que vuelve a Andalucía gracias a Canal Sur
El que fuera niño prodigio reconcilia persona y personaje tras su paso por el programa Centenarios de la cadena autonómica

Que la vuelta de José Jiménez Fernández, «Joselito», a las pantallas de Canal Sur en el programa Centenarios del pasado lunes, cosechara un notable 8,2% de audiencia según Kantar Media, quiere decir que su figura goza de buena salud en la memoria emocional y colectiva de muchos andaluces. «Joselito» plantea una biografía que siempre se desdobla: la del personaje y la de la persona, el niño y el adulto, la del paraíso perdido de la infancia y la madurez difícil.
Por eso conmueve, en Centenarios, ver a un José Jiménez, en plena forma a sus ochenta años, reconciliado con Joselito; comprobar cómo esa trayectoria vital inverosímil lo ha conducido al lugar añorado: la paz consigo mismo, el respeto al niño que extravió su infancia entre cámaras y micrófonos para entregársela a millones de niños de aquella España de la posguerra que pugnaba por recuperar su inocencia, por restaurar el color y volver a cantar.
Pocos sénior, por no decir ninguno, de entre los nacidos antes de la mitad del siglo pasado cuentan con un archivo audiovisual que arranque en la infancia, normalmente convertida en una mera conjetura, apenas un puñado de recuerdos y alguna fotografía erosionada por el tiempo. Por eso tiene valor televisivo que este programa de Canal Sur haya querido narrar esa vida felizmente documentada. «Mi vida da para un libro o una película», nos dice Joselito en su casa de Utiel, rodeado de recuerdos y en la feliz compañía de su esposa

Su vida, efectivamente, es una película en sí misma: arranca en Beas de Segura (Jaén) y lo lleva a Utiel en el sillín de la bicicleta de su hermano mayor; lo conduce después de Utiel a París, una vez que su talento fue descubierto por Luis Mariano; lo trae de vuelta a España, para convertirse, con solo trece años, en 'El pequeño ruiseñor', un éxito del cine de los años 50 que consagró a Joselito como el símbolo de todas las esperanzas intergeneracionales. En esa película cantó Campanera, una melodía que sigue emocionando casi setenta años después. «Era más grande la voz que yo», sonríe José Jiménez Fernández. Una voz que lo redimía de su pequeña estatura, de su destino emigrante, una voz que se sobreponía a todos los guiones escritos para un niño que con tan solo 3 años bailaba por las tabernas a cambio de mondas de patatas y con 5 años ayudaba a su familia cantando por la calle.
Niño prodigio
Recorriendo su biografía en Centenarios se constata que siempre que nace un niño prodigio, nace una posibilidad de futuro para todo el país. Joselito, como todos los niños prodigio, fue una promesa incumplida, tal vez las más imperecederas de todas las promesas, porque guardan íntegra en el recuerdo compartido al niño como si nunca se fuese a convertir en adulto. A varias generaciones de españoles y andaluces, la voz y el aspecto angelical de Joselito les ancla a una infancia que nunca se esfuma. Es el niño eterno, la candidez inconclusa, que lucha por pervivir en cada uno de nosotros.
Pero cuando la voz se apaga, el ruiseñor empieza a ser José Jiménez Fernández, un personaje en busca de la persona, un niño que no entiende por qué tiene que hacerse adulto, un adulto que no entiende por qué el mundo no se detiene en el umbral de la adolescencia, cuando el rostro empieza a expresar la edad que se tiene y se pasa, como diría Raphael, «de la niñez a los asuntos». Asuntos entre los que figuran un desdichado paso de cinco años por la cárcel, lección asumida de vida, lo cual no hace sino añadir épica a su vida de película.
El programa Centenarios ha trazado un puente que conecta al hombre maduro con su infancia en Beas de Segura
No existe aún ese biopic que resuma su improbable tránsito por este mundo, que inscribió para siempre la señal inconfundible de su voz en el legado sonoro de nuestro país, pero Centenarios ha trazado un puente que conecta al hombre maduro y lúcido que es hoy con esa infancia, que nos lo trae de vuelta para llevarlo a su Beas de Segura natal, a su cuna andaluza, el lugar donde se gestaron los sueños y donde empezó todo.
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