DESDE SIMBLIA
¡Cómo estamos!
En España, la cifra de parados se sitúa en el doble del conjunto de la Unión Europea
Un féretro real en Córdoba
La RAE denuncia la exclusión del español de la web de la Casa Blanca
Hay cosas que pensamos, dando rienda suelta a lo más fecundo de nuestra imaginación, que se están haciendo realidad en el tiempo presente y que, aunque casi increíbles, forman parte de lo que nos rodea. No era, por ejemplo, imaginable, que un imputado por la ... justicia en los Estados Unidos de Norteamérica, acusado de haber incitado a una masa descontrolada a atacar el Congreso de los Diputados y adueñarse de aquel edificio donde está simbolizada la soberanía nacional, se convirtiera en su presidente. En aquel ataque hubo muertos, destrozos materiales y alguna imagen verdaderamente desconcertante. Ese individuo, llamado Donald Trump, con el voto de una mayoría de estadounidenses, se ha convertido en presidente de aquel país, tomado como referencia de las democracias. Inimaginable hace algunos años.
Otro asunto, difícil de imaginar, son las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de España, llamado José Manuel Albares. Afirmó, al poco tiempo de haber tomado posesión de su cargo —lo ejerce con un rechazo bastante generalizado por los miembros de la carrera diplomática por el sectarismo del que hace gala—, que «el objetivo final, principal y primordial que yo tengo como ministro en la Unión Europea es la oficialidad del catalán en Europa». Ese es el objetivo final, principal y primordial del ministro de Asuntos Exteriores de España. Nada que ver con las relaciones con Hispanoamérica que pasan, al menos con algunos de sus países, por un difícil momento. Nada que ver con intentar recomponer las relaciones con Argelia. Tampoco intentar buscar acuerdos con el gobierno israelí o con el argentino con los que las relaciones diplomáticas están prácticamente rotas. Al menos hasta el momento, el objetivo final, principal y primordial del ministro Albares no ha tenido ningún éxito. Habría que pensar en la causa por la que el objetivo, inimaginable hasta que lo afirmó, del ministro Albares sea precisamente ese.
Otro asunto, verdaderamente llamativo, es que en España donde la cifra de parados se sitúa en el doble del conjunto de la Unión Europea —las últimas cifras señalan en torno a dos millones y medio— haya graves problemas para encontrar trabajadores en diferentes actividades como son la albañilería, la carpintería, la fontanería o diferentes ramas del campo de la electricidad doméstica o, en el caso de Andalucía, para recoger la aceituna. ¿Cómo es posible esa situación en un país con tan elevado numero de parados? ¿Hay parados que reciben una determinada subvención —pueden recibirla por diferentes vías— y que acogidos a esas ayudas han decidido que el trabajo es cosa de otros y consideran que la frase bíblica de «ganarás el pan con el sudor de su frente» la entienden como adecuada ganarla con el sudor del de enfrente?
Estas cosas y muchas otras, inimaginables hace poco tiempo, forman parte hoy de nuestra realidad. ¡Hay que ver cómo estamos!
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