¿Qué pasó con... Luis Garvey?
Fue bandera del hockey patines sevillano en los años ochenta, una década en la que fue campeón de Europa con España y también con el Liceo, de la Copa CERS, así como dos veces campeón de Liga y Copa del Rey con el equipo coruñés. Canterano del Patín Claret, llegó a jugar en Italia antes de ponerle punto final a su sobresaliente carrera
Alumno aventajado del padre Miguélez, Luis Garvey fue un goleador consumado que se hizo jugador en el Patín Claret antes de dar el salto al Liceo coruñés, con el que logró la gloria deportiva. Comercial de una empresa de productos ibéricos en la actualidad y ... padre de tres hijos, Garvey recuerda con enorme cariño aquellos años de vino y rosas, una mágica aventura que empezó en Heliópolis y tuvo paradas en La Coruña, Monza y Reggio Emilia.
El hockey patines nace en Sevilla por el padre Miguélez.
El padre Miguélez es el origen absolutamente de todo. Pedía material a los equipos catalanes, como patines y sticks usados para que se apuntaran el mayor número de niños posible. De mi generación en el colegio, casi todo el mundo ha patinado o ha hecho hockey. Viajaba con nosotros y no sólo era reconocido en Sevilla sino que lo respetaban en todas las pistas donde íbamos, porque era una persona de muchísima entidad que sabía muchísimo de hockey. Fue quien inició este deporte en Sevilla hasta que se marchó a Don Benito y allí sigue.
¿Qué recuerdo guarda de él?
Desde que llegó al colegio era como nuestro padre. Pasamos muchísimas horas en entrenamientos, viajes, partidos, momentos buenos y malos. Pero él siempre nos llevó con paciencia y cariño. Y todo el mundo lo recuerda como una persona amable, dispuesta a ayudarte, muy especial. Nos ha dejado una huella que llevaremos toda la vida.
El pabellón del Patín Claret era una olla a presión.
Sí. Metíamos a 300 personas, era pequeñito y con el público muy cerca. Cada domingo que jugaba el Claret en Heliópolis era un acontecimiento. El ambiente era fantástico.
¿Cómo le llegó la propuesta del Liceo?
En 1982 quedé máximo goleador de la División de Honor y me llamó el presidente del Liceo, Antonio Fernández Tapia. Me llevaron a una gira por Argentina y Brasil de unos 25 días en la que me probaron, pero jugué otra temporada más en el Claret y en junio me llamó de nuevo, diciéndome que tenía un puesto en el equipo, que tenía las puertas abiertas. Por supuesto dije que sí. Para esa nueva temporada, el Liceo había hecho un gran equipo. Tapia lo dejó y llegó César Lendoiro.
Le fue muy bien en La Coruña, su mejor etapa como jugador.
Maravillosamente bien. El primer año ganamos la Copa de la CERS. Martinazzo se fue entonces a Italia, pero se quedó Mario Agüero. Tuve la suerte de jugar con los dos mejores jugadores que ha dado la selección argentina. Al año siguiente ganamos la primera Liga y al final logramos dos, dos Copas del Rey y una Copa de Europa. Cuando llegamos a La Coruña tras ganar la Liga no se puede imaginar el recibimiento que tuvimos. En el pabellón de Riazor había que poner gradas supletorias y en los partidos importantes metíamos de cinco a ocho mil personas.
¿Cuándo decide ponerle el punto final a su carrera?
La última temporada, en la Reggiana, me di cuenta de que, casi con treinta años, estaba ya cansado de dar vueltas, tenía un hijo en el mundo, lo hablé con mi mujer y decidimos volver a Sevilla. El hockey es un deporte que te exige mucho físicamente y eran muchos años al máximo nivel. Era el momento de volver para buscar un trabajo porque de esto tenía decidido que no iba a vivir.
¿Quién es la persona que más le ha influido en su trayectoria?
El padre Miguélez, por supuesto. Siempre estaba a tu lado. He tenido muchos entrenadores y no me gustaría destacar a uno por encima del resto. Con todos tuve buena relación. Pero, que haya influido en mí, el padre Miguélez, y ya no sólo en cuanto al hockey sino en la vida, en la forma de educarnos y los valores que transmitía.
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