Por un derbi que nos represente a todos
Cuando se ejerce un cargo de relevancia institucional, las guerras personales no tienen cabida
Ya está. ¿No era tan difícil, verdad? O sí, quién sabe. Cada uno sabrá hasta dónde ha tenido que ceder para que las relaciones entre Betis y Sevilla, Sevilla y Betis regresen a la normalidad, o incluso, entren en una nueva fase de cooperación. ... De cercanía. De hermandad. Para nada quiere decir esto que el denominado «pasteleo» por parte de Caparrós en este medio vaya a ser la nota predominante a partir de ahora. No hace falta entre dos entidades deportivas que comparten espacio, no destino. Lo que sí era necesario es que los responsables de ambos clubes hicieran lo posible por entenderse. Por demostrar altura de miras dentro del cargo que representan. Si feo está el periodismo bufandero, ni que decir tiene lo horrible que es el dirigente forofo. Cruzando la raya por pasarse de listo. No hay que agradar a quien te gritará mañana, sino sentar las bases para que el descerebrado se sienta aislado, incomprendido, solo o aburrido de encabezar un motín hacia ninguna parte. Que reine el derbi de toda la vida. Con picante. Con la burla bien entendida. Y con ese abrazo final de quien vive, en muchos casos, entre las mismas cuatro paredes.
Una vez solucionado, no puedo dejar de pensar que cada parte tenía su parte de razón en sus reclamaciones, no en las soluciones o determinaciones adoptadas tras el capón del vecino. ¿Quién comenzó? Esto es como las discusiones de pareja, donde se empieza por nada y se hace una bola inmensa de reproches ya prescritos. Desde el Betis se quejaron de que la ofensiva bandera no era de recibido y que merecía una disculpa pública. Cierto. Ahí se habría terminado todo. También podía haber servido la llamada en privado que se realizó alegando que fue una chiquillada improvisada. Ir al comité por detrás estuvo igualmente fuera de toda ética deportiva y personal. En el Sevilla siguen pensando que la reclamación bética fue para tapar su derrota. Otra vez con eso de protegerme matando moscas a cañonazos. Qué ridículo. Como lo fue el romper relaciones por la sanción, cuando la cara colorada la debía tener el propio comité. Pensaban que ya habían tragado demasiado con las actuaciones estelares del palo a Jordán en la Copa. Todos metieron palos en candela con aquello. TODOS. También se debe decir, de la parte sevillista, que no se puede ser el justiciero enmascarado en cada pleito de la vida. El presidente no estaba defendiendo a su club con la ruptura de relaciones, sino su propia figura. Otra vez regresamos a la casilla de salida. Me defiendo con un ataque que mi afición puede comprar. Se llama populismo y ya nadie se chupa por aquí el dedo para saber de qué pie cojea cada uno.
Sevilla y Betis, Betis y Sevilla seguirán siendo, como nos gusta llamar, eternos rivales. Más en semanas de derbi, donde las pulsaciones se disparan en la previa del encuentro, para dejar paso al aguijonazo en el trabajo, el colegio o en los bares con el resultado final en la mano. Todo correcto. Las buenas costumbres no se pierden, esas que nos hacen diferentes, especiales. Parece que hemos aprendido de épocas no tan pasadas de bustos, botellazos, muletazos o cualquier imagen deleznable que hayamos proyectado al exterior, como si en la bendita ciudad de Sevilla fuésemos al fútbol como quien acude al Circo romano. Todo se ha solucionado con una llamada. Directa y sincera. Como casi todo en la vida. Colocando las cartas encima de la mesa y dejando claro que tender puentes es menos complejo que proyectarlos desde cero. Esperemos que no sea una raya en el agua. Que las derrotas no vuelvan a provocar que de un hecho aislado pasemos a un todo de indignación y meteduras de pata. Responsabilidad y cordura. Altura de miras y sevillanía. ¿No era tan difícil, verdad? Pues ya veremos como hay quien detesta este acercamiento. Los aislados. Los que hoy te abuchean, mañana te aplauden y pasado volverán a despotricar sobre ti. A esos no se les escucha. A ver si queda claro.
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