El segundo palo
El camagote de Engañé
«Y ya da igual en realidad si se queda o si se va, si renueva, viene al Madrid o cuelga las botas porque siempre querremos saberlo todo de él»
El nuevo escenario del caso Mbappé

Al camarote (pronúnciese camagote, como haría Rigodón) de Engañé han accedido hasta la fecha el emir de Qatar, un extenista millonario metido a directivo del nuevo fútbol, el vigesimoquinto presidente de la República francesa y copríncipe de Andorra, el presidente de l'Union Nationale ... des Footballeurs Professionnel, la madre, el Al Hilal, Thierry Henry, el presidente de la federación francesa, uno de los capitanes del PSG, varios futbolistas más, el líder del Partido Popular, muchos entrenadores, la alcaldesa de París, casi todos los periodistas, bastantes especialistas en derecho deportivo, el presidente de la Liga de Fútbol profesional de España, un mediador, cuatro o cinco kinestésicos, un montón de representantes, expertos en macro y microeconomía, analistas labiofaciales, futurólogos y hasta el arruinado Barça. Como en el de los hermanos Marx, aún faltan por entrar al 'camagote' el plomero, la manicura, el ayudante del plomero, la sobrina de la tía Micaela, la señora de la limpieza, cuatro camareros con la cena y, por fin, la gran Margaret Dumont: «¿Quiere usted casarse conmigo? ¿Le dejó mucho dinero su difunto marido? Conteste primero a la segunda pregunta».
Mi amigo Darío Montero dijo hace poco en 'El Chiringuito' que nunca conseguiríamos escapar de Engañé y empiezo a pensar que tiene razón. Como el holandés errante, varias generaciones de aficionados al fútbol estamos condenados a vagar eternamente y sin rumbo por las aguas oceánicas de Fayza Lamari, pendientes de un guiño, un gesto, una gorra blanca, unos calzoncillos negros, un yo que sé que qué sé yo.
Muchos son los llamados y más aún los elegidos para entrar al 'camagote'. Y ya da igual en realidad si se queda o si se va, si renueva, viene al Madrid o acepta la oferta árabe por un año, si cuelga las botas o compite con Macron por El Elíseo porque siempre querremos saberlo todo de él. Engañé, reconozcámoslo, engancha, o sea 'enganché', y es adictivo de un modo muy similar a como lo es esa última cucharadita de helado de dulce de leche con virutas de chocolate que lleva 20 minutos fuera del congelador y se deshace en la boca.
Qué gusto, por Dios, qué placer. Por mucho que lo intentemos 'ce n'est pas possible' dejar de hablar de él. Así que al oír el tic, tac vayan subiendo todos al 'camagote', no se resistan. Tranquilos. Este sí es y será por siempre nuestro Engañé. El mundo es más gris si no está él.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete