DE CARA
Joao Félix, nunca más
«Unas frases calculadas, llenas de mala intención, ofensivas, muy conscientes de la herida que pretendían abrir. Irreconciliables»
João Félix rompe la baraja: «Me encantaría jugar en el Barça»

Joao Félix se acabó. Su historia en el Atlético ya no tiene recorrido. Ni su desprecio, remedio. El futbolista portugués no sólo ha decidido romper con el club que le ha dado de comer (y de llorar, también es cierto) durante los últimos años ... , sino que ha escogido hacer daño, subirse para siempre al púlpito de los apestados para esa hinchada. Unas frases calculadas, llenas de mala intención, ofensivas, muy conscientes de la herida que pretendían abrir. Irreconciliables. Punto final.
No es necesario acudir a las palabras gruesas o malsonantes, al insulto, para lastimar. En el fútbol se sabe cómo hacer saltar la sangre. Basta un aparentemente inocuo «me encantaría ir al Barça» para escocer el oído del aficionado, arañarle el sentimiento, desafiarle. No llegó como otros el luso a recitar el nombre que no se puede pronunciar en esa casa, pero la desconsideración y la provocación fue igualmente evidente. No hay salida.
Es verdad que buena parte del Metropolitano, el numeroso sector del «lo que usted diga, Simeone», ya le había perdido la fe y el cariño a Joao. Que aireaba sus niñerías, cuestionaba su profesionalidad e incluso retorcía su pasado desmintiendo sus muestras de calidad en los minutos que el entrenador le dejó vestir la camiseta. Pero tras la grosería de ayer, al 'menino' no le queda un solo adepto, nadie que se conmueva por el linchamiento ambiental que estaba sufriendo desde su retorno del Chelsea. Su ejército se vació. Ganó el Cholo. Y hasta no faltará quien ahora (deformaciones colaterales) recurra en falso al oportunista «¿lo ves?, te lo dije».
Da igual incluso que el jugador haya sido un simple actor secundario de su suicidio como atlético. Que posiblemente siguiera instrucciones de quien mueve su negocio, convencido este de que el paso, aunque desalmado, es el más efectivo para reconducir y levantar una carrera en decadencia. El precio de estar representado por quien lo representa (con peso e influencia en los clubes de origen y destino de la operación y llegada en el canal donde se depositó la bomba: lo que apunta a una coreografía artificial). Falcao también obedeció en su día, pero se fue llorando. Y ahí sigue en el santoral. Joao Félix prefirió ensuciar su placa. Allá donde vaya, le silbarán.
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