Silvia Avallone y 'Corazón negro', la historia que retrata el lado más oscuro de la culpa
La escritora explora en su último libro, fenómeno del año en Italia, la redención y cómo definimos a las personas por sus peores actos
Silvia Avallone: «A la realidad hay que plantarle cara»

La plaza a la que Silvia Avallone lleva a sus hijas a jugar linda con el centro penitenciario juvenil masculino de Bolonia. La escritora italiana, que aborda en sus libros la adolescencia y las dificultades sociales, llevaba mucho tiempo queriendo saltar ese muro y conocer ... a los chicos. Lo hizo a través de una serie de talleres de lectura y escritura.
«Quería llevar mi pasión por los libros a un lugar en el que no están en el centro precisamente. Creo que la literatura y la cultura realmente son una manera de redimirse. Las palabras pueden ser una jaula y encerrar solo violencia, pero también pueden ser libertad. Por eso en 'Corazón negro', la educación, los libros que te ayudan a pensar en el futuro de una manera distinta, con palabras distintas, juega un papel principal», explica a ABC.
Se refiere Avallone a su último libro, que en Italia figura en las listas de los más vendidos desde su lanzamiento y que acaba de ser publicado en España por Temas de hoy. «La historia de Emilia y de 'Corazón negro' han sido nutridas profundamente por esta experiencia», afirma la autora.
La protagonista le rondaba la cabeza desde hacía tiempo: «Siempre me he preguntado qué pasa después de cometer un mal irreparable. Tras haber pagado con muchos años de cárcel, el que sale y se encuentra con el mundo, ¿cómo empieza?, ¿de dónde parte?». Sin embargo, no terminó de perfilarla hasta que, tras los talleres y el confinamiento, conoció Sassaia, una minúscula pedanía del Piamonte vaciado, rodeada de bosques y montañas, a la que solo se puede acceder andando. «Piensa que está viva, pero que no merece vivir. Allí se entierra», señala.
El aislamiento también se convierte en el único refugio cuando quieres escapar de la pena del telediario. «Las redes sociales, los medios de comunicación, nos condenan, convierten lo que somos en violencia, en una palabra. Pero nadie es una sola palabra. Emilia es lo que ha hecho. Pero no solo. También es una hija, una amiga, una persona que cambia, que tiene sus talentos. Quería que los lectores tuvieran como yo esas ganas de querer a Emilia y, a la vez, sentir este horror. El informativo funciona al revés. Allí los monstruos solo son monstruos, pero en realidad no es así. El mal es una posibilidad que tenemos todos», asevera.
'Corazón negro'

- Editorial Temas de hoy
- Páginas 460 páginas
- Precio 20,90 euros
La primera vez que Avallone sintió eso fue al leer 'Crimen y castigo', novela que aparece en el libro y con la que han comparado a 'Corazón negro'. «Yo nunca me atrevería a compararme con Dostoyevsky, pero leí 'Crimen y castigo' cuando era una adolescente en el instituto y fue la primera vez en la que pensé: 'Soy una asesina, ¿no? Me estoy metiendo en el papel de Raskolnikov, porque está aceptando lo que está pasando y yo estoy a su lado. Siento este horror, pero a la vez estoy a favor de su humanidad. No quiero que le detengan porque, ya sé que sería lo justo, pero a la vez también tendríamos que tener la oportunidad de entender por qué ha hecho eso'. Y para mí, como experiencia, fue increíble. La literatura es el único lugar donde esto te puede suceder. De hecho, para mí es el lugar fundamental para preservar la humanidad, su complejidad. El hecho de que todos nosotros no somos simplemente un momento, sino una larga historia».
Tan metida estaba ahí la escritora que no tuvo claro el crimen de Emilia al inicio; lo descubrió conforme avanzaba en la escritura, justo cuando Emilia consigue ponerlo en palabras en el libro. «No quería partir con un prejuicio. Sabía que había hecho algo muy grave, pero a los detalles llegué al final». Lo hace cuando es apenas una adolescente y paga con su libertad durante muchos años, en los que coincide con varias compañeras y el peso de sus historias. «Sus adolescencias son una contradicción. En la etapa de apertura hacia el mundo, de exploración, están encerradas detrás de los barrotes en una cárcel con poquísimas oportunidades. Un cortocircuito en su evolución. Es difícil llevar adelante un plan de estudios. Con sus compañeras se pone de manifiesto, además, que normalmente los chicos y chicas que terminan en la cárcel ya vivían de forma marginal. Estaban en familias disfuncionales, pobres», asevera.
En este capítulo no falta la inmigración: «Muchísimas personas que están entre rejas son las más desfavorecidas socialmente, económicamente. Hijos de migrantes o ellos mismos migrantes. De nuevo, aquí tenemos problemas de marginalidad y de mayor desesperación. Y está claro que con los adolescentes aún duele más porque no son adultos. La juventud no coincide con las oportunidades y me da mucha rabia. Querría ver una sociedad donde ningún niño o niña quedara rezagado», indica.
Vuelco al estereotipo
Con el acto violento que comete Emilia, Avallone también tenía la necesidad de sacar el femenino del papel de la víctima. «Es cierto que solo el 4,2% de la población carcelaria italiana es de sexo femenino. Son los hombres los que cometen el mal. Pero yo quería darle un vuelco a estos estereotipos como una liberación del género, oscuro, enfadado, en contraposición a un masculino que cuida al femenino».
Ese es Bruno, con el que coincide en Sassaia y comienza una relación a trompicones, como los adolescentes. Emilia vivió esa etapa en prisión y a él se la cortó de cuajo un cable del teleférico que segó la vida de sus padres. Con un gran fondo marcado por las carencias, es el reverso de la protagonista, sufre las consecuencias de un mal y, encima se culpa por ello. «Padece el trauma del superviviente. Él es la víctima. Para mí fue muy importante mantener juntos siempre estos dos puntos de vista. No podemos olvidarnos jamás de ellas».
En Bruno encuentra Emilia su punto de anclaje, una razón para afrontar su historia y buscar una forma de redención en lugar de seguir escondiéndose. «Si no se hubiera enamorado de él, no habría sentido la responsabilidad tan importante de dejar de huir, sobre todo de sí misma, de lo que ha hecho». Pero, ¿cómo enfrentar el peso de lo irreversible sin caer en un blanqueamiento? «No justifico a Emilia, pero tampoco quiero rendirme al mal. Si no reaccionamos con bien, solo añadimos más dolor al mundo. Es irreparable. Pero si estamos vivos, tenemos que honrar esta vida».
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