Que corra el aire (III)
Manuel Vilas: «El calor en España tiene algo de alta filosofía epicúrea»
El hombre que escribió 'Ordesa' enciende el ventilador, habla del estío y del poder atávico de la temporada
Mariquilla: «El flamenco transmite verdad. Si yo me siento cogida por algo fuerte, te lo voy a demostrar»
Isabel Coixet: «Gracias a los rodajes he aprendido a pensar que no tengo la razón yo todo el rato»

Al pie de un ventilador te escribo. O casi. En pleno mes de julio, preparado ya para presentar su nuevo libro en septiembre, el escritor Manuel Vilas teclea. No para ni siquiera estos días. Con un libro de Kakfa en la mano, el ... autor de 'Ordesa' desmigaja las vicisitudes estivales, la naturaleza hedonista, ¡casi epicúrea!, del calor en España y adelanta algunos aspectos de 'El mejor libro del mundo', que publicará con Destino el próximo mes de febrero.
—Publica libro todos los septiembres. ¿No descansa?
—Soy un adicto a las palabras y a la escritura. Escribo todos los días, así que no tengo vacaciones. Si no escribo, tengo la sensación de que no he vivido.
—'El mejor libro del mundo', ¿no?
—Es una autobiografía literaria en la que reflexiono sobre qué significa envejecer para un escritor. Cuando cumplí 60 años tuve una crisis vital que se trasladó a la literatura. Me pregunté qué demonios estoy haciendo, qué he hecho en mi vida, me he pasado la vida escribiendo, ¿no? Lo cuento a través del humor. Este libro es una comedia.
—En su literatura hay un regusto por la vida.
—Soy un enfermo de literatura. Para mí solo existe la literatura. No veo nada más en este mundo más que la literatura. Solo me interesa la literatura y las formas parecidas a la literatura, que son la música y el cine. Son los únicos lugares que respetan la libertad individual.
—¿A qué se refiere?
—A que la policía del pensamiento no está activa en esos espacios. Las modas ideológicas, las sociologías imperantes, etcétera, etcétera, allí no entran.
—¿Cómo que no?
—De momento no entran. De momento tú puedes leer a Kafka y no viene la policía a decirte que no lo leas.
—La vida sin belleza es supervivencia, dice.
—Así es.
—¿Es bello el verano en España?
—El verano en España es un espectáculo solar. Mi madre adoraba el verano. Los dos únicos meses importantes para ella eran julio y agosto, el resto eran prescindibles. Hay una energía muy española, que es una relación muy pasional con el verano, especialmente con el sol, el calor y el Mediterráneo. Si un español no pasa una semana de julio o de agosto en el Mediterráneo, va a sentirse profundamente insatisfecho y amargado.
—¿Qué tal la ola de calor entonces?
—Nietzsche decía que el calor es enemigo de la civilización. Y no le faltaba razón. Las tareas intelectuales con el calor son imposibles. Las tareas productivas en general. Pero también el calor en España tiene un punto de paganismo, de hedonismo, de alta filosofía epicúrea: estar en conexión con el sol, la brisa, el mar, tiempo y la comida.
—Mediterráneo 100%.
—Somos una cultura mediterránea. Francia menos porque tiene menos costa mediterránea, pero España, Italia y Grecia somos países mediterráneos. Estamos acostumbrados al culto al sol, el baño en la playa, el baño en el mar y la comida relacionada con ese baño.
—Seamos sinceros: el verano induce a la melancolía.
—Una melancolía potentísima. Yo la estoy experimentando. Aquel verano que pasó. Aquellos que han perdido a los suyos. Y también está otra cosa, tu cuerpo se ha oxidado. Y el verano lo nota especialmente, porque no puedes, yo qué sé, no puedes correrte las juergas que te corrías cuando tenías 25 años.
—¿Tiene el verano su punto de estropicio?
—Desde luego. Al final del verano se producen un montón de divorcios. Como hay vacaciones, conviven más las parejas. Pero también hay otro tipo de divorcio, en el que tú de repente te vas al Atlántico, te vas al mar Atlántico y dices, pues mira, he decidido que no quiero volver al cemento, no quiero volver a Madrid.
Verano
«Es más de los instintos y de las pasiones. Te recuerda que tienes un cuerpo, porque estás sudando»
—Pero si el verano es una ficción, ¡un invento!
—Sí, sí, tiene el poder de una ficción. Creo que tiene que ver con la vida al aire libre. El verano es muy adánico, es muy biológico. Te recuerda los instintos. Él tiene una fuerza intelectual. El verano es más de los instintos y de las pasiones. Te recuerda que tienes un cuerpo, porque estás sudando y además vas siempre con poca ropa, claro.
—También es el momento de las novelas largas.
—De los rusos.
—¡Exacto, del XIX ruso!
—Los rusos son los dueños del verano: Tolstói, un 'Guerra y paz', 'Los hermanos Karamazov', Dostoievski, son lecturas perfectas porque cubren dos meses de verano.
—¿Algún clásico veraniego que recuerde muy nítidamente?
—Recuerdo un verano que tenía veintipocos, me tragué 'Los hermanos Karamazov', que me duró un verano entero. La gran literatura rusa del XIX, las novelas de mil páginas, son estupendas para el verano.
—¿Se puede escribir en verano?
—Sí, por supuesto, yo escribo en verano, es más, puede que incluso escriba más en verano, que se puede. En verano yo escribo y leo más que en invierno o en otoño.
Polarización
«Hemos renunciado a la racionalidad. Solo se permiten adhesiones»
—¿Poesía, novela, ensayo, columna periodística?
—Trabajo todas las formas de la palabra. Donde me siento más cómodo es en la novela, claro. Por una razón, porque en la novela hay alguien al otro lado. Yo hacía tuits con contenido político y vi que en España en estos momentos la racionalidad, es decir, el pensar, no es posible. Cada vez que intentamos racionalizar lo que tenemos delante, la gente lo machaca. Solo se permiten adhesiones. La polarización es tan grande que el pensamiento y la gama son grises, son miles de matices y tenemos que recordar que justamente la literatura –dentro de una vida blanco y negro existen 50.000 grises y la inteligencia es siempre el matiz– es la expresión del matiz. Ahora te dicen que los matices no existen, o que eres o blanco o negro. No existen los grises.
—¿Está obligado el escritor a tener una opinión?
—Creo es que el escritor debe de estar siempre en guardia con el poder, sea cual sea. Me da igual que sea la izquierda o la derecha quien gobierne. Lo que no puede existir es el escritor orgánico. El escritor que está en un partido. Me gusta el escritor independiente que tanto cuando gobierne la izquierda o gobierne la derecha sepa decir las cosas.
—¿Cuál es su primer recuerdo veraniego?
—Está vinculado a la playa de Cambrils, en Tarragona, porque era donde íbamos de vacaciones con mis padres, cuando a mi padre le iba bien, hasta el año 75. Y ese era el momento del mayor esplendor del verano, el momento, sobre todo por mi madre. Yo veía a mi madre que cuando llegaba a la playa de Tarragona, a la costa de Tarragona, era, vamos, inmensamente feliz. Entonces, el esplendor del verano para mí está vinculado a las vacaciones familiares en la playa.
—¿Ve? La melancolía, otra vez.
—Es que los veranos pueden ser alegres y fantásticos. Para un crío querido por su padre y por su madre, el verano es la maravilla. Los adultos ya arrastramos una experiencia de la vida, ¿no? También te diré: a mí el verano me encanta. La Navidad y el verano. La Navidad es celebración, o sea, todo el mundo está de buen humor y todo el mundo está, todos son buenos días, buenas tardes, buenas noches, la gente está, es amable realidad. Y en verano también, también es amable. Siempre que se impone la vida, la gente está mejor, vive mejor.
—En verano, la vida no es más sabrosa. ¿O sí?
—El verano te exime de todo y a cambio te da el imperio de la vida, al aire libre. Eso es agosto en España. España en agosto cierra. Ya incluso en julio, a mediados de julio, ya todo está cerrado. Ahora cualquier cosa, las administraciones se ralentizan y en agosto se apagan. Es como si en agosto se apagara el Estado. Entonces, esto pasa en España por el tema del calor. Y es atávico. Lleva pasando desde hace décadas. La gente pudiente se iba al norte, se iba a San Sebastián y veraneaba en Santander y en San Sebastián. Alfonso XIII se iba a la Magdalena. Y Madrid se quedaba como un desierto, porque el calor no permitía actividad laboral ni actividad social.
—¡Hasta que llegó el aire acondicionado!
—En España el aire acondicionado llega tarde. En Estados Unidos, por su tradición productiva, inventan el aire acondicionado. A principios del siglo XX, ya todas las oficinas de Nueva York tenían aire acondicionado. El aire acondicionado se inventó para poder trabajar en verano, para poder seguir haciendo dinero en verano. A España tarda en llegar, hasta los años 90.
—¿Qué sofoca a Manuel Vilas?
—Que me digan cómo tengo que vivir. Que intenten imponerme una moralidad.
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