Dominique Manotti: «James Ellroy se ha convertido en una parodia de sí mismo»
La escritora francesa asegura que entró en la novela negra «por desesperación» y que fue la lectura 'L.A. Confidential' con la que se dio cuenta que la ficción criminal era más poderosa que el activismo
Barcelona-Marsella-Nápoles, el triángulo de las Bermudas de los puertos mediterráneos

Dominique Manotti vivió angustiada la subida de Mitterand al poder. Sus compañeros vitoreaban la llegada a la presidencia de la República Francesa del líder socialista, pero ella no podía olvidar quién era Mitterand en realidad. ¿Quién? El ministro de justicia en la época de la ... guerra de Argelia, el político que autorizó los asesinatos, la tortura sistematizada, la guerra sucia contra todo un pueblo. La izquierda parecía haberlo olvidado, pero ella no.
Estamos en el año 1980. La escritora francesa no se lo podía creer. Decepcionada con su entorno, su furor sindicalista se fue apagando poco a poco, hasta que en 1992 leería asombrada 'L.A. Confidential', de James Ellroy. Entonces, como en una epifanía, se dio cuenta que desde la novela negra se puede dar un golpe más fuerte contra la corrupción del poder que con el activismo político y social. «La desesperación me llevó a la novela negra. Estaba muy desilusionada, pero vi que ese medio era mucho mejor para mostrar y denunciar la verdad oculta del mundo, sus vilezas interconectadas, sus emociones más primarias, sus corrupciones, su completo sin sentido. Comprendí que era la única forma de capturar la realidad, o al menos era un formato mejor que escribir un libro de sociología o historia», señala la autora en una entrevista a ABC.
De esta renovada energía nació 'Sombre sentier', su primera novela, que la catapultó a la cima del nuevo noir francés, en la estela del gran Jean-Patrick Manchette. Sus novelas eran complejas, llenas de matices, con la idea de no singularizar crímenes, sino contextos. «La novela policial apoya al sistema. Afirma que el crimen es una excepción y que la policía lo puede resolver y devolver la paz al status quo. A mí eso no me interesa para nada. La novela negra, en cambio, afirma que el crimen nace de un sistema podrido, lleno de corrupción y decadencia y refleja mucho mejor la realidad en la que vivimos todos», afirma la autora.
El pasado mes de febrero pasó por el BCNegre para hablar de Marsella, la ciudad que se ha convertido en el escenario estrella de sus novelas. ¿En qué se parece a otras ciudades mediterráneas como Nápoles o la propia Barcelona? «Hay tres rasgos que definen a Marsella, una ciudad dura, terrible, que puede dar mucho miedo. Piensa que allí todo el mundo se vigila y sabe lo que ocurre, pero nadie dice nada nunca. Primero de todo, es una ciudad portuaria. Durante muchos años fue el mayor puerto de Europa y puerta de entrada del comercio con Asia. Es decir, es una población mucho más mezclada y popular que París», comenta Manotti
La segunda característica de Marsella es que es una ciudad corsa, con una fuerte tradición de los sardos, grandes traficantes. Y la tercera es que impera la ley del silencio, con lo que la mafia campa a sus anchas. «Cuando Zinedine Zidane dijo: yo no amo a Francia, yo amo a Marsella, capturó el sentir de muchos marselleses. Imagínese que la hija del antiguo alcalde Gaston Defferre se casó con Jean-Louise Fargette, un conocido mafioso, y a nadie le extrañó ni un poco», concluye Menotti, pseudónimo de Marie-Noëlle Thibault
Para la autora de «Oro negro», el mundo es cada vez más complicado y perverso y, por tanto, más difícil de describir. Su última novela, la excelente 'Marsella 73', se publicó hace cuatro años, pero ve difícil volver a publicar pronto. «No me gusta hablar del futuro, pero estuve enferma y esto me ha retrasado mucho. No lo sé». Lo que tiene claro es que no se quiere repetir a sí misma. «Por ejemplo, adoro al Ellroy del Cuarteto de Los Ángeles, pero no me gustan nada sus últimas novelas. Se ha convertido en una parodia de sí mismo», confiesa Manotti.
Al que adora sin remisión es al escritor y 'showrunner' David Simon, sobre todo a su serie The Wire. «Ahí ves cada temporada como el mal es sistémico, que empieza en el puerto y sigue en las calles, en los colegios, ayuntamientos y redacciones de periódicos. Nadie se escapa. Todo está interconectado. Sólo hay que seguir al dinero. Por ejemplo, es imposible separar el auge de internet con la llegada masiva de la cocaína a Estados Unidos», afirma. No hay duda de que la cultura de la sospecha tiene a esta increíble escritora como uno de sus paradigmas.
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