Por qué nos gusta creer que a Newton le cayó una manzana en la cabeza: la fantasía de la epifanía repentina
ciencia por serendipia
La historia del manzanazo es tan perfecta, tan cinematográfica, que casi duele admitir que la realidad fue considerablemente más compleja
¿De verdad recibió Newton un manzanazo?

Uno de los relatos más queridos en la historia de la ciencia es, sin duda, el de Isaac Newton descansando bajo un manzano cuando, de repente, una manzana cae sobre su cabeza y... ¡eureka! La ley de gravitación universal nace en ese instante. Es una historia tan perfecta, tan limpia, tan cinematográfica que casi duele admitir que la realidad fue considerablemente más compleja. Pero no menos fascinante.
Contrario a la creencia popular, ninguna manzana golpeó la cabeza de Newton. La historia real, aunque menos dramática, sigue siendo un ejemplo maravilloso de cómo la observación casual puede desencadenar profundas reflexiones científicas.
En 1666, un joven Newton de 23 años se encontraba en Woolsthorpe Manor, la casa familiar en Lincolnshire. La Universidad de Cambridge había cerrado temporalmente debido a un brote de peste bubónica, y Newton había regresado a casa.
Durante este período —que él más tarde describiría como su annus mirabilis o «año maravilloso»—, tuvo tiempo para pensar profundamente sobre matemáticas, óptica y, por supuesto, gravitación.
William Stukeley, amigo y biógrafo de Newton, relató en 1726 la versión más cercana a la fuente. Según Stukeley, Newton le contó que la idea de la gravitación le vino mientras estaba en actitud contemplativa: «La idea de la gravitación le vino a la mente... ocasionada por la caída de una manzana. ¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente al suelo?, pensó para sí mismo. ¿Por qué no va hacia arriba, o hacia un lado, sino constantemente hacia el centro de la Tierra?».
Aquí está la semilla real de la historia: Newton observó una manzana caer -no sobre su cabeza- y se preguntó por qué los objetos siempre caen perpendicularmente hacia la Tierra, nunca hacia los lados o hacia arriba. Esta observación aparentemente trivial lo llevó a una de las ideas más revolucionarias en la historia de la física.
El año que cambió la ciencia
El período 1665-1666 fue extraordinariamente productivo para Newton. Además de comenzar a formular sus ideas sobre gravitación desarrolló el cálculo diferencial e integral y realizó experimentos pioneros con la luz y los prismas. Todo esto mientras estaba «aislado» como consecuencia de la peste.
Es tentador imaginar a Newton sentado bajo un manzano, recibiendo iluminación instantáneamente, pero la realidad es que la ley de gravitación universal fue el resultado de años de reflexión, cálculos y verificaciones. La manzana puede haber sido una chispa inicial, pero el fuego de su descubrimiento se alimentó con años de trabajo metódico.
Pasarían aproximadamente veinte años desde ese momento en Woolsthorpe hasta la publicación de su obra maestra, los 'Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica' (1687), donde presentó formalmente la ley de gravitación universal y las tres leyes del movimiento.
¿Por qué amamos tanto esta historia?
La leyenda de Newton y la manzana persiste porque encarna algo que anhelamos en la ciencia: la epifanía repentina, el momento eureka donde todo cobra sentido. Preferimos pensar en genios que tienen revelaciones instantáneas en lugar de científicos que trabajan durante décadas entre errores, callejones sin salida y ocasionales avances.
La historia simplificada nos ofrece una narrativa reconfortante: que los grandes descubrimientos pueden ocurrir en un instante de inspiración accidental. Y aunque hay un núcleo de verdad en esto —la serendipia juega un papel importante en la ciencia— omite la parte más importante: reconocer el significado de lo que se observa requiere una mente preparada por años de estudio y reflexión.
Para apreciar realmente la historia tenemos que entender al hombre. Newton no era simplemente un genio que tuvo suerte con una manzana caída, era un individuo complejo, a menudo difícil, obsesivo en su trabajo y notoriamente sensible a las críticas.
Lo fascinante de la historia de la manzana no es tanto el objeto físico, sino lo que representa: la capacidad de ver lo extraordinario en lo ordinario. Las manzanas habían estado cayendo desde que existen los manzanos, pero fue Newton quien se preguntó por qué siempre caen hacia abajo y conectó ese simple hecho con el movimiento de los planetas.
Esta capacidad para reconocer patrones y hacer conexiones entre fenómenos aparentemente no relacionados es una característica definitoria de muchos avances científicos. Newton se dio cuenta de que la misma fuerza que hace caer una manzana podría ser la que mantiene a la Luna en órbita alrededor de la Tierra.
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Fue un salto conceptual asombroso: unificar la física terrestre y celeste, que hasta entonces se consideraron reinos separados gobernados por diferentes leyes. Desde Aristóteles, se creía que los cielos eran perfectos e inmutables, siguiendo reglas diferentes a las del mundo imperfecto y cambiante bajo la Luna. Newton demolió esta distinción con una sola ecuación.
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