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Autopsia de las enfermedades de Napoleón a través de sus retratos más enigmáticos

Un reportaje de Blanco y Negro firmado por el periodista y doctor Fernán Pérez mezcló, como buena parte de la obra de este académico, el arte y la medicina a través del estudio de cuatro retratos del Emperador en distintas etapas de su vida

La mascarilla de Napoleón.+ info
La mascarilla de Napoleón.
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Napoleón Bonaparte fue el gran hombre de su centuria, pero aún en el siglo XX se seguía hablando de él, y también en el XXI, y probablemente dentro de diez siglos será un personaje tan amado como odiado... Entre los numerosos artículos que el diario ABC ha dedicado a los aspectos y episodios de la vida del Gran Corso a lo largo de su historia, hay auténticas joyas guardadas en su Archivo, como la que el 22 de mayo de 1932 publicó Blanco y Negro sobre las patologías y representaciones más notorias del emperador.

Este reportaje firmado por el periodista y doctor Fernán Pérez mezcló, como buena parte de la obra de este académico, el arte y la medicina a través del estudio de cuatro retratos del Emperador en distintas etapas de su vida.

«Todos los pintores, por breves que fueran los instantes en que pudieron estudiar el modelo, lograron fijar los trazos esenciales de su fisonomía», afirma en el artículo sobre las escasas representaciones en las que Napoleón posó para el artista.

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Los cuatro retratos

El primer retrato conocido de Napoleón, que abría el artículo de Blanco y Negro, no fue obra de un artista profesional, sino de su condiscípulo Pontornini, que pintó un dibujo muy expresivo durante sus estudios en la Escuela de Brienne en el año 1783. La segunda obra seleccionada es la de Bonaparte en Arcole, pintada por Gros, con un juvenil general en su momento de ascenso a la fama. El tercer retrato no es otro que el realizado por Isabey, un pintor miniaturista que le retrató en la intimidad que compartió con el entonces cónsul en la Malmaison. Napoleón, de 32 años, está dibujado con su habitual uniforme de coronel de Cazadores de la Guardia. El cuarto retrato escogido es el de la máscara fúnebre, con la boca deformada y los ojos hundidos tras una larga agonía, realizada por el doctor Antomarchi en Santa Elena el 5 de mayo de 1821.

«Aparte del padecimiento que acabó con su vida, que no fue otra cosa que una tumoración cancerosa del estómago con adherencias hepáticas, se ha hablado de la tuberculosis que padeció probablemente durante sus campañas en Egipto y en Italia, donde su figura tenía un aspecto de hombre mezquino, delgado y anguloso, la piel amarillenta y los ojos brillantes. Se ha hablado de las crisis nerviosas y de la impulsividad del Emperador...; hasta se ha hablado de su sarna, pero respecto del punto concreto de su paludismo apenas se ha dicho nada hasta hace algún tiempo. Y, sin embargo, nada existe en su patología de mayor evidencia», adelanta el doctor Fernán Pérez.

Objetos personales de Napoleón.+ info
Objetos personales de Napoleón.

Este paludismo, sostiene en el reportaje, lo contrajo Napoleón con solo 17 años durante un largo permiso en su Córcega natal. Tras ocho años de ausencia, el joven tuvo que ocuparse de los asuntos familiares, siendo necesario que visitara terrenos pantanosos repletos de mosquitos. Una tarde sufrió un frío intenso sin que las mantas, acumuladas una sobre otra, lograran espantarlo. De ahí pasó a un calor extremo. Este primer episodio de paludismo fue seguido por una serie ataques de tercianas que le castigaron en los momentos más inoportunos de su vida. Siendo general en jefe del Ejército de Italia, comenzó a padecer cierto día un marcado abultamiento del abdomen, padecimientos del estómago y accesos de tos. « Se tiraba sobre las alfombras de las Tullerías, como un niño colérico, quejándose de las comidas. Grita, protesta, se enfurece... Y la incomparable Josefina trataba de calmarle con sus dulces palabras, con sus gestos seductores, con su arte de mujer exquisita...», recuerda Fernán Pérez. Solo una infusión de té o un vomitivo lograba calmar sus padecimientos.

unos obreros derriban la casa en la que vivió Napoleón una etapa de su vida.+ info
unos obreros derriban la casa en la que vivió Napoleón una etapa de su vida.

Paludismo que, curiosamente, fue el mejor aliado de Napoleón cuando en 1809 los ingleses desembarcaron a cuarenta y cuatro mil hombres en la Isla de Walcheren, en los Países Bajos, poniendo en jaque a todo el imperio. Napoleón ordenó esperar a sus tropas. Sin combatir, empezaron a caer muertos los británicos en una epidemia bíblica que causó en pocos días que 27.000 hombres murieran o fueran evacuados a los hospitales.

Una agonía en el exilio

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La isla de Santa Elena, con sus humedades glaciares y sus calores tórridos, alimentó en el exilio forzado las mil y una enfermedades acumuladas del corso. En aquella isla, donde no existían las legumbres verdes, donde apenas había agua potable, donde ninguno de sus habitantes pasaba de los sesenta años, sufrió Napoleón una prisión nada disimulada entre constantes vejaciones y un escrutinio diario. Sin permitirle recibir noticias de María Luisa ni de su hijo. Ni siquiera se autorizó a su madre, ciega, a compartir las penalidades de su destierro.

«A finales del año 1816 Napoleón comenzó a sufrir intensas cefaleas. Al año siguiente aparecieron los edemas, las náuseas, el insomnio y un dolor sordo en la región hipocondríaca derecha le atenazaba constantemente. En abril de 1821, cuando le vio el doctor Amott, ya no había nada que hacer. No podía soportar alimento alguno. Su debilidad era extrema y sus náuseas eran continuas», expone el periodista y doctor.

Durante la autopsia se encontraría el estómago rodeado de fuertes adherencias a los órganos vecinos, especialmente la región pilórica, que formaba una sola masa con el lóbulo izquierdo del hígado. «Un cáncer había arrebatado la vida de Napoleón, del mismo modo que otro cáncer había sido la causa de la muerte de su padre».

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