España es un país de extremos, que pasa del blanco al negro con pasmosa facilidad. Un vaivén de sensaciones que se asemeja al que atraviesa ahora mismo la selección, aún tierna tras el regreso de Sergio Scariolo y huérfana de alguna de sus piezas más importantes. El varapalo ante Serbia obligaba a una reacción. Todo o nada. No servían medias tintas ante un equipo joven, pero sobrado de talento, que tenía en la grada pólvora para dinamitar el partido. Quizá por eso, España salió con una actitud radicalmente distinta a la del estreno. Blanco y negro. Los ridículos tres triples del sábado se habían multiplicado por dos al descanso. Acierto que, además, contó con un protagonismo colectivo. Alivio por partida doble para el devenir del campeonato. [Así le hemos narrado el partido
Llull destapó el perímetro en la primera jugada del partido y gritó al cielo con ese rugido que el madridista ha hecho suyo y que contagia, lo quieras o no. Se sumaron al carro Mirotic y Pau, grises discontinuos hasta ayer. Sobresalientes ambos ante Turquía. Al montenegrino nacionalizado le hacía falta un encuentro así para quitarse la presión. Aún lleva en el rostro marcado el nombre de Ibaka, que poco a poco intenta borrar. El inicio de partido fue un decálogo de sus virtudes, a lo que unió una gran actitud defensiva. Anotó desde cerca y desde lejos. En contragolpe. Encontrando a sus compañeros y secando a Ilyasova (8 puntos al descanso, todos desde el tiro libre).
La asociación de Mirotic con Pau empezó a funcionar y por ahí creció la ventaja de la selección (26-43, min. 15), cuyo único problema por entonces eran las dos faltas personales de Rudy Fernández. Obligado por las circunstancias, Scariolo tuvo que variar el rumbo. Del blanco al negro. Dio entrada a San Emeterio y el cántabro se subió al barco de la selección cuando casi nadie le esperaba. Además de sus ocho puntos en la primera mitad, el nuevo jugador del Valencia Basket frenó a Osman, por entonces la única vía de agua de la selección. Uno más a sumar en la rotación a partir de ahora. Aspecto crucial para llegar con fuerzas a los partidos importantes del torneo.
Inmenso Pau Gasol
El recital coral de España durante el segundo cuarto hizo imposible cualquier reacción otomana. Pau se erigió en líder indiscutible. Si alguien tenía dudas de su estado de forma, el catalán disipó ayer todas. Imparable. Omnipresente. Una pesadilla ante la que nada pudo hacer el conjunto turco. Pau llegó tarde al estreno, pero ha llegado para quedarse.
La de España era tan grande (28-50, min. 18) que Scariolo aprovechó para repartir los esfuerzos y regalar confianza. Se la ganaron Sergio Rodríguez -ayer suplente en lugar de Pau Ribas- y Hernangómez. El pívot no hace muchas cosas, pero las que intenta suelen acabar en el mismo sitio donde las fabrica su cabeza. Es joven aún para ampliar ese abanico,aunque los colores pintan bien. Tiempo al tiempo.
Tras el descanso, con el choque decidido, Scariolo no pensó en Italia. Tenía que dar continuidad a su proyecto para ganar músculo y solidificar conceptos. Rudy se sumó a la fiesta, liberado de su corsé de faltas personales, y demostró que su buena gira de preparación era una realidad.
Ritmo vertiginoso
En el cambio de ritmo de la selección tuvo mucho que ver Sergio Rodríguez. Apagado ante Serbia, el «Chacho»volvió a sonreir ayer y eso ayudó al equipo, que jugó mucho más veloz. El canario y Llull, los dos bases del Real Madrid, repartieron 5 asistencias cada uno. Negro y blanco. La noche y el día. El motor gripado de la selección vuelve a estar en marcha y no tiene intención de frenarse. El martes espera Italia, otro partido clave para pensar en los octavos de final con optimismo. Sin vaivenes.