Era el día de la verdad para España. El encuentro que marcaba la diferencia entre el éxito y el fracaso. Un límite que la selección había superado en los últimos ocho Europeos, en los que siempre había estado en la lucha por las medallas y el título. Un límite que esta vez venía marcado por un rival que parecía inabordable, pero al que la selección superó con las armas de siempre. Con la defensa que antaño le hizo campeón y el pundonor con el que ha dominado el baloncesto europeo en la última década y media.
[Así hemos contado el partido]
La puesta en escena de la selección fue buena, con dos triples consecutivos de Llull que invitaban al optimismo y que obligaban a Grecia a extremar las precauciones más allá de Pau Gasol. Los fogonazos del madridista animaron a la selección, valiente en un inicio de partido en el que solo Antetokounmpo parecía darle réplica. Omnipresente, imposible de frenar para los menudos hombres de perímetro español, el gigante de los Bucks hacía mucho daño, pero era el único. Sus interminables brazos siempre llegaban primero al rebote y la sangría en esa faceta empezó a ser desoladora (19 rebotes helenos por 6 de España mediado el segundo). Las segundas oportunidades daban vida a Grecia, que poco a poco intentaba llevar el encuentro a su terreno. Posesiones largas, con Spanoulis como protagonista principal, y minas de alcance para cerrar el paso de Pau Gasol hacia la canasta. Se jugaba a lo que quería Grecia y eso era malo para España (14-14, min. 10).
La chispa de la selección volvió a llamarse Sergio Rodríguez, magistral durante un segundo cuarto en el que España jugó sus mejores minutos del campeonato. Velocidad, contragolpe y acierto. Una fórmula ante la que Grecia iba poco a poco claudicando. Mirotic y Gasol fueron esa pareja interior con la que sueña Chicago y que ayer se hizo realidad para España. Un dúo imparable por dentro y por fuera. Complementarios. 26 de los 39 puntos de la selección al descanso llevaban su firma (39-32).
Toda la ventaja que la selección había acumulado como un tesoro se esfumó en tres minutos con un parcial de 11-0 orquestado por Spanoulis. Tocaba volver a empezar, aunque con las magulladuras acumuladas. Heridas de guerra que hacen mella en todos, menos en Pau Gasol, el único asidero que encontró España frente al vendaval griego. El catalán sumó once puntos consecutivos que mantuvieron a la selección en el partido antes de encarar el tramo definitivo (55-57, min. 30).
Ahí, cuando más falta hacía el corazón, emergió el de Felipe Reyes. Siempre al rescate, el capitán se metió en el barro para sacar a España del agujero defensivo en el que se había metido y, de paso, sumó sus primeros puntos en el partido. Una aportación muy valiosa, con la que la selección comenzó a edificar su paso a semifinales.
Se lo empezaba a creer España por primera vez en el campeonato. Hasta Claver, gris durante todo el Eurobasket, aparecía para tapar a Antetokounmpo y paliar la sangría en el rebote. Todo funcionaba (menos la espalda de Rudy) y las dudas de Grecia hacían el resto. Los helenos, que solo creyeron cuando se vieron con la soga al cuello (68-61, min. 38) reaccionaron demasiado tarde y cayeron, otra vez, ante su bestia negra. La España de siempre, que ya está en semifinales esperando rival por las medallas.