El primer templo cristiano levantado en Hispania: un tesoro oculto entre la belleza de Mérida
La basílica y necrópolis de Santa Eulalia fue desde el siglo IV un lugar de culto y peregrinación en Augusta Emerita, la que hoy es capital de Extremadura
Siete de los monumentos de la Antigua Roma en España a los que siempre hay que volver

Ubicada a orillas del rio Guadiana, la que llegó a ser capital de Lusitania, la provincia romana más occidental, guarda en sus calles un conjunto arqueológico único declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La ciudad es un museo al aire libre en el ... que podemos descubrir aquel tiempo de esplendor en su gran teatro, anfiteatro, acueducto, templo de Diana, arco de Trajano, o en el que es uno de los grandes museos de nuestro país, el Museo Nacional de Arte Romano. Pero entre todos los vestigios del glorioso pasado de Emérita Augusta -la ciudad que fuera fundada por soldados veteranos en el siglo I a.C.-, existe uno que pasa desapercibido para el viajero curioso: la Basílica, y necrópolis, de Santa Eulalia, el que fuera primer templo, y lugar de peregrinación, a la tumba de la santa mártir, de la antigua Hispania.
Santa Eulalia fue una figura clave durante los primeros años del cristianismo y su expansión en época tardo-romana en nuestro país. Nació en el siglo III (292), en el seno de una familia acomodada y en un tiempo convulso en el que los cristianos eran perseguidos por el emperador Diocleciano. Cuenta la tradición que la joven, hija del senador Liberio, se convirtió, gracias a su oratoria, en estandarte de las injusticias y persecuciones que vivían los cristianos. Sin miedo a represalias, denunciaba y se enfrentaba a las autoridades romanas, más concretamente al gobernador Daciano. Una rebeldía que hizo que fuera apresada, torturada y condenada a muerte.
Tras ser martirizada, su cuerpo fue recuperado, embalsamado y enterrado en un túmulo en el siglo IV (c. 304). Su muerte, así como sus virtudes, bondades y milagros se extendieronigl rápidamente, entre otros, por el poeta Prudencio -con el Poema de las Coronas-, el obispo de Poiters o Venancio Fortunato y Gregorio de Tours. Fue referenciada en calendarios como el de Cartago -el más antiguo-, el de Nápoles, o el de la Biblioteca del Monasterio del Monte Sinaí, en los sermones africanos de Agustín de Hipona, e incluso representada en los mosaicos de la iglesia San Apolinar de Rávena, en Italia.

Fue así como su tumba se convirtió desde el siglo IV en lugar de culto y peregrinación. Más aún cuando el obispo Fidel edificó sobre la misma una basílica, y más tarde el obispo Masonas, un hospital monasterio para peregrinos, como refleja la losa que se guarda en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida con la inscripción 'Domun mártir Eulalia'. Santuario y tumba fueron la piedra angular de la iglesia emeritense, de singular relación con los Papas, siendo Patrimonio Vaticano. Ni siquiera la invasión musulmana, en el siglo VIII, que provocó que el rey Silo trasladara el cuerpo y reliquias de la santa mártir a la Catedral de Oviedo -donde se veneran desde entonces- hizo que disminuyera su fama milagrosa, que continuó cuando en el siglo XIII el rey Alfonso IX reconquisto la ciudad extremeña y se reconstruyó la iglesia, la que hoy en día contemplará y visitará el viajero, románica, de planta basilical con tres naves y ábsides, y capiteles y columnas visigodas.
La necrópolis paleocristiana
Entraremos al santuario, el único medieval de la ciudad, dejando a un lado un pequeño templete en el atrio. Es el llamado 'Hornito', donde según la tradición y leyenda sufrió martirio Eulalia. El lugar en el que los peregrinos rezaban, y siguen rezando, a la santa. Una capilla votiva que es en realidad, como muestran sus sillares, un templo romano dedicado al dios Marte, 'Marti Sacrum Vetill Paculi'. Tras cruzar una zona ajardinada llegaremos al Centro de Interpretación, en el que se muestra a través de paneles informativos; la vida de la santa, las etapas constructivas de la iglesia, los trabajos arqueológicos realizados desde el descubrimiento del túmulo en los años noventa del pasado siglo XX, así como en varias vitrinas, diferentes objetos hallados y recuperados en las excavaciones, entre los que destacan: mármoles, estucos pintados y mosaicos de las casas romanas o una cruz de un peregrino medieval.

Después, por una escalera, llegaremos al subsuelo, a la necrópolis paleocristiana. Por una pasarela metálica recorreremos las entrañas de la iglesia, siguiendo el trazado del templo visigodo. Caminaremos entre un centenar de tumbas y sepulcros antropomorfos -unos excavados en la tierra, otros tallados en piedra-, así como ricos mausoleos como el de Gregorio -«varón ilustre», como señalada su lápida- o el llamado «Cueva del Bienaventurado S. Martin», caballero de la Orden de Santiago, en cuyos muros aparecen pinturas del siglo XVI que representan la pasión de Cristo, a Santa Ana, San Juan y San Martín de Tours. Paso a paso llegaremos hasta la Cripta de los Obispos, las sepulturas de los religiosos- y después hasta un túmulo, eje de toda la necrópolis, donde siempre hay unas flores blancas y una vela, la tumba de Santa Eulalia.
Es aquí, frente a la sepultura de la mártir, donde el viajero no solo percibirá una energía especial, la atmosfera mágica que atesora la necrópolis, sino que además será consciente del poder del lugar y la fuerza de la santa, las más notable de la antigüedad. Y es que, aunque se haya olvidado: Sus ideas, discurso social y humanitario -la voz de la justicia ante las injusticias-, cimentaron el futuro cristiano, siendo parte de ellas utilizadas por Constantino para convertir el cristianismo en religión oficial del Imperio. Su figura está ligada a una extensa lista de ilustres personajes que se sintieron atraídos y beneficiados por sus intermediaciones espirituales como San Agustín -quien llegó a dar sermones en su honor-, el rey Teodorico -quien aseguró que le protegió en sus batallas-, a don Pelayo -quien pidió ser enterrado junto a sus reliquias en Oviedo. Su imagen es la más repetida en las obras de arte religiosas. Su nombre aparece en 750 lugares entre España y Portugal.
Un santuario y tumba que desde el siglo IV -especialmente tras la conversión de Recaredo- y hasta el siglo IX -cuando se descubrió la tumba del apóstol en Santiago en Compostela, y ya no hacía falta la imagen de una niña santa y pacífica sino un santo guerrero en plena reconquista-, fueron la meta de las primeras peregrinaciones cristianas de España.
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