Sam Altman, el treintañero de pelo alborotado que se hace de oro tras crear ChatGPT
Los últimos movimientos del primer ejecutivo de OpenAI revelan que los beneficios son ahora el objetivo prioritario de la empresa especializada en inteligencia artificial

Si le pregunta a esa suerte de máquina mágica capaz de responder cualquier pregunta llamada ChatGPT quién es Sam Altman, la inteligencia artificial le dejará claro, en primer lugar, que se trata del primer ejecutivo de OpenAI, la empresa tecnológica detrás de su creación. ... A continuación, realizará un rápido recorrido por los grandes éxitos profesionales de su 'padre' antes de caer, definitivamente, rendida a sus pies. Afirma sobre este que es «un líder influyente» y «un defensor de la investigación en inteligencia artificial responsable y éticamente sostenible». Y lo cierto es que no le falta razón. Aunque no habla sobre cómo el nuevo niño de oro de la informática ha transformado la esencia de la empresa.
La historia del empresario treintañero, de grandes ojos verdes, pelo alborotado y eterna imagen casual, no se diferencia apenas de la de muchos de los nombres que, hace más de una década, se propusieron transformar el mundo desde Silicon Valley. Como Mark Zuckerberg, padre de ese monstruo de las redes sociales conocido desde hace dos telediarios como Meta, o Jack Dorsey, cofundador de Twitter, alcanzó el éxito profesional temprano. En 2005, recién entrado en la veintena, dejó sus estudios en Informática en la prestigiosa Universidad de Stanford para emprender. Junto a un par de amigos fundó una aplicación móvil para ubicar al usuario llamada Loopt que, en 2012, se vendió por algo más de 40 millones de dólares.
De ahí saltó a la aceleradora de startups Y Combinator, empresa dedicada a impulsar a negocios de nuevo cuño, como era el caso, por entonces, de Airbnb, Dropbox o Reddit. En 2016, cuando apenas tenía 31 años, ya se había hecho con la jefatura de la compañía. Durante su tiempo al frente, entre 2015 y 2019, Altman consiguió triplicar las cifras del negocio y fue poniendo los cimientos de OpenAI junto a otros nombres reconocidos de Silicon Valley, como Elon Musk, que figura entre los cofundadores. La firma, que ahora quiere cambiar la forma en la que realizamos consultas en la Red, nació como una organización sin fines de lucro destinada a trabajar para que los desarrollos de inteligencia artificial fueran en beneficio de la humanidad.
El objetivo, por entonces, era funcionar como una suerte de contrapunto de las grandes tecnológicas como Google, que siempre tuvo mucho cuidado de compartir sus avances en IA con terceros. «Esta revolución generará la riqueza suficiente para que todos tengan lo que necesitan, si la manejamos como sociedad con responsabilidad», afirmó el propio empresario en su ensayo de libre acceso 'Moore's law for everything' sobre su visión.
La historia de OpenAI pegó un giro brusco en 2019. Ese año Altman decidió renunciar al mando de Y Combinator para dedicar todo el tiempo posible a la organización de IA. También fue el momento en el que la empresa comenzó su asociación con Microsoft, tecnológica que puso 1.000 millones de dólares para que OpenAI pudiese dedicarse al desarrollo de sus soluciones y, evidentemente, sacar la tajada correspondiente cuando llegase el momento. Fue entonces cuando la organización comenzó a centrarse en los ingresos y la consecución de nuevos inversores.
«Altman, al final, busca lo que busca, que es el negocio. Los últimos movimientos de OpenAI lo dejan claro. El objetivo de la empresa ya no es tanto ser 'open source' y compartir su tecnología con la humanidad como conseguir beneficios. Detrás de la llegada de la inteligencia artificial a buscadores lo que hay, realmente, es un movimiento comercial», explica en conversación con ABC Inma Martínez, presidenta del Comité de Expertos de la Asociación Global para la IA una agencia de la OCDE y el G7. Elon Musk, que abandonó la junta de la empresa en 2018, también ha dejado claro en un tuit que «OpenAI empezó sin ánimo de lucro y con código abierto. Nada de esto sigue siendo válido ahora».
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Gracias a la ayuda de Microsoft, firma que recientemente anunció su tercera inversión «multianual y millonaria» en la startup, OpenAI ha tenido los recursos suficientes para desarrollar algunas de las soluciones basadas en IA más potentes que se conocen. Altman, en concreto, se ha encargado de engrasar la máquina para que sea rentable. Tanto ChatGPT como DALL-E 2, capaz de crear imágenes a partir de una descripción escrita del usuario, cuentan con opciones de pago. Próximamente las dos tecnologías estarán disponibles en herramientas de Office, como Word y PowerPoint. La empresa también está ayudando a Microsoft para incorporar una solución similar a su máquina de responder respuestas en el buscador Bing. Todo sin haber conseguido encontrar una solución a los errores de la máquina, capaz de ofrecer una experiencia de uso mucho más cómoda, pero también de generar desinformación.
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