El Papa besa las manos de un cura que arriesgó su vida para esconder a un guerrillero
También avisa de que «un sacerdote jamás debe aprovecharse de su oficio»: «No podéis sentiros superiores al pueblo»
El Papa dice en Timor Oriental que «todos debemos actuar con responsabilidad para prevenir abusos de menores»

El Papa ha besado las manos de un sacerdote que arriesgó su vida para esconder a un líder guerrillero durante el periodo de ocupación de Indonesia, entre 1975 y 1999. El país se acababa de independizar de Portugal, cuando Indonesia lo ocupó y ... se anexionó su territorio, con el beneplácito de EE.UU. y Australia, que querían contener la influencia de China.
La invasión fue brutal, con miles de muertos y gestos de violencia indiscriminada para desanimar de cualquier intento de resistencia. No pudieron evitar una guerrilla que durante 24 años hizo frente al ocupante, ni tampoco la resistencia pacífica de la Iglesia, que daba voz a las familias de las víctimas. Durante ese periodo, el catolicismo se consolidó como elemento fundamental de la identidad timorense, en contraste con el islam del invasor.
«Yo ayudé al comandante en jefe, Kay Xanana Gusmão (actual primer ministro) a trasladarse de Dili a Ossu en junio de 1991», ha contado al Papa esta mañana el sacerdote Sancho Amaral, de 68 años. Ha recordado cómo «un escolta del comandante me dijo: '¡Padre! Xanana necesita ir al Este. No hay otro camino ni otra persona más que usted'. Al oír esto, me quedé confuso y deseaba negarme, pero fui a celebrar la Misa y recé, pidiendo luz, discernimiento y valor. Después de la misa acepté reunirme con el comandante y emprender el viaje».
Durante el trayecto se toparon con un puesto de control de militares indonesios que les pidieron que se detuvieran. «El comandante musitó: 'Esta vez no lo conseguiremos'. Como yo llevaba sotana, bajé la ventanilla con el brazo extendido, el rostro hosco y poco amistoso, y pregunté: '¿por qué nos habéis parado?' Y cuando vieron que yo era un sacerdote, nos dejaron pasar. Así que la sotana, como prenda de identidad sacerdotal, nos salvó del peligro. Dios sabe cuidar de aquellos a los que ha llamado y enviado en misión».
«Este cura supo acompañar a su pueblo en los momentos difíciles de la ocupación extranjera», lo ha elogiado el Papa, que después ha besado sus manos.
«No pueden sentirse a superiores al resto»
Por otro lado, en este país en el que la Iglesia católica tiene una posición dominante y los sacerdotes gran prestigio social, Francisco les alertó de la tentación de la corrupción. «Me he enterado de que el pueblo os llama con el título más importante «Amu», «señor». Pero esto no debe llevaros a sentirse superiores al pueblo, ni a la tentación de la soberbia y del poder», les ha avisado. «No debe conduciros a pensar en su ministerio como un prestigio social, actuando como dirigentes que aplastan a los demás, pues el sacerdocio es un servicio», ha añadido.
«Un sacerdote jamás debe aprovecharse de su oficio, siempre debe bendecir, consolar, ser ministro de compasión y signo de la misericordia de Dios. Y el signo de que lo hace es la pobreza».
También les ha pedido que no piensen que como el 95% del país es católico se pueden quedar de brazos cruzados. «El Evangelio necesita ser difundido contra todo lo que humilla, degrada e incluso destruye la vida humana; contra las plagas que generan vacío interior y sufrimiento, como son el alcoholismo, la violencia y la falta de respeto a la mujer», ha añadido.
Visita a niños con discapacidad
Esta mañana, el Papa también ha entrado en un centro de ayuda a niños discapacitados gestionado por una asociación de misioneras laicas fundada en Indonesia, «ALMA». Ellas conviven en hogares con niños y niñas con discapacidad grave. «Gracias por lo que hacéis, y gracias a los niños que nos enseñan que debemos dejar que otros nos cuiden», se ha despedido Francisco.
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