La argentinidad de Bergoglio
Partió de Buenos Aires siendo un obispo en retirada. Enfrentado al kirchnerismo y acusado de fascista por las madres de la Plaza de Mayo. No pudo imaginar que nunca más pisaría su patria
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En medio de aclamaciones, el Papa Francisco avanzaba exultante por la nave central de la catedral de Río de Janeiro. En su camino hacia el altar saludaba sonriente a las delegaciones argentinas que asistían a la Jornada Mundial de la Juventud. Era el ... jueves 25 de julio de 2013. Parece usted otra persona -le dije en el reportaje que le hice para TN y Canal 13 en medio de un griterío ensordecedor-. Ya lo ve, es obra del Espíritu Santo - me contestó con un rostro de plena felicidad.
En efecto, la imagen que irradiaba el flamante Papa era diametralmente opuesta a la que de él se tenía en la Argentina, donde su gesto adusto y su voz apagada se combinaban para dar el perfil de una persona apesadumbrada y desangelada.
Su vida en la Argentina no fue fácil. Primero por su salud. En 1957 padeció una severa infección pulmonar por la que se le debió extirpar un lóbulo del pulmón derecho. Eso lo dejó con una susceptibilidad a sufrir cuadros infecciosos respiratorios. Y en 1981, su vida estuvo en serio riesgo, cuando el Dr. Juan Carlos Parodi, un eminente cirujano, lo operó de una colecistitis severamente complicada con una peritonitis.
Su carrera religiosa estuvo llena de avatares. En sus años de juventud cercanía con Guardia de Hierro, una agrupación de la derecha peronista. Llegó a ser superior provincial de los Jesuitas entre 1973 y 1979. Fueron años de gran tensión para él que salvó a muchas personas de ser secuestradas, torturadas y asesinadas durante la dictadura militar que rigió entre 1976 y 1983.
Sin embargo, debió sufrir la calumnia de sectores de izquierda y de organizaciones de derechos humanos que lo acusaron injustamente de haber permanecido indiferente ante los casos de secuestro de los padres Francisco Jalics y Orlando Yorio, algo que el mismo padre Yorio desmintió.
Entre 1990 y 1992, Bergoglio fue asignado por la Compañía de Jesús a la ciudad de Córdoba. Allí ocupó una modesta habitación en la Residencia Mayor. Los que conocen su vida afirman que eso fue producto de un castigo. El mismo Bergoglio dio idea de eso cuando definió esos años «como una noche, con alguna inquietud interior» en medio de un período de purificación.
Su vida sacerdotal parecía condenada a un decurso de intrascendencia del cual lo rescató monseñor Emilio Ogñenovich, obispo de Mercedes, quien lo propuso para ser obispo y fue su co-consagrador el 27 de junio de 1992.
El 28 de febrero fue nombrado arzobispo de Buenos Aires. Como tal, su gestión se distinguió por su cercanía con los sacerdotes de cada una de las parroquias y con los pobres. Llegaba a cada lugar de la ciudad viajando en transporte público. Son numerosas las fotos tomadas por quienes lo reconocían en el ómnibus, el 'subte' o el tren. Fue nombrado cardenal en los albores de la tremenda crisis económica de 2001 - 2002.
Con la llegada del kirchnerismo, su perfil político alcanzó su apogeo. La oposición del cardenal Bergoglio al proyecto autoritario filo chavista de Néstor y Cristina Kirchner lo convirtió en sus enemigos. Néstor Kirchner llegó a decir que «el diablo también les llega a los que usan sotana» para referirse al entonces cardenal y a su vocero. Por eso decidieron no asistir más al Te Deum del 25 de mayo y del 9 de julio en la catedral de Buenos Aires que rezaba Bergoglio, a quien la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo trató de «basura fascista». De ahí que, los Kirchner, intentaron establecer una negociación con los enemigos del arzobispo dentro del episcopado con el fin de forzar su renuncia.
Cuando el 13 de marzo de 2013, Jorge Bergoglio fue elegido Papa, el kirchnerismo lo vivió como una tragedia. «¡Qué mala suerte, este hombre nos va a complicar!», decían los colaboradores más cercanos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que, en el apogeo de su poder, hablando ese día en un acto público ni siquiera lo nombró.
Jorge Mario Bergoglio partió de Buenos Aires el 25 de febrero siendo un obispo en retirada. «No bien asuma, el nuevo Papa me aceptará la renuncia, y yo me iré a vivir a la residencia para curas jubilados que tiene el arzobispado. Ya tengo elegido mi cuarto», les dijo a sus allegados horas antes de emprender viaje a Roma, a donde no le gustaba ir.
Con cierta tristeza se sentó en el asiento de la fila de emergencia, la que siempre pedía para viajar con cierta comodidad, sin imaginar que sería elegido Papa y que nunca más pisaría suelo argentino.
Nelson Castro es escritor, neurólogo y periodista argentino
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