«El mar es un oficio duro, muy físico, pero al aire libre y dinámico. A mí me da mucha paz»
Rubén y Miguel, valenciano y gallego, son dos 'rara avis' en la pesca actual en España por su corta edad
España se vacía de pescadores: sin jóvenes ante un futuro incierto

No son mayoría, pero todavía hay jóvenes que encuentran en el mar su mejor futuro y una profesión que, más que eso, consideran todo un «estilo de vida». Aunque cada cierto tiempo ocurren tragedias como el naufragio del buque Argos Georgia, «los ... pescadores lo tenemos más que asumido. Depende del mar, no lo puedes controlar, el mal tiempo, los fallos mecánicos... Todo eso lo tienes que dejar aparte porque si no, no saldríamos», afirma Rubén Arego, pescador de bajura en Castellón con solo 25 años.
Rubén se estrenó en la pesca a los 15, cuando acudía en verano a la costa junto a familiares, también pescadores. Luego estudió dos módulos de patrón y mecánico que le han permitido seguir progresando, ahora ya como trabajador fijo, siendo la séptima generación de un linaje muy vinculado a las olas. Cuenta a ABC que su labor comienza cuando la mayoría de los trabajadores descansan, entre las 20.00 y las 23.00 horas, para regresar a casa a primera hora de la mañana. Es un trabajo «pesado y muy físico», confiesa, donde el sueldo depende de la cantidad pescada.
Aunque también aporta ventajas para quien sabe apreciarlas. «Nosotros salimos a la mar y cada día es distinto, no es un trabajo mecanizado, es al aire libre, dinámico. A mí me aporta una tranquilidad que no me daría estar encerrado en una oficina o una nave, aunque eso ya depende de cómo sea cada persona», señala el pescador.
Otro caso de legado familiar es el del gallego Miguel Fernández Rosales, que empezó a mariscar también en periodo estival junto a sus tíos y desde entonces continúa, ocho años después, a sus 28. Con sus parientes comenzó a poner el despertador a las 6.30 horas para estar a las 8.00 recolectando almejas, percebes y pulpo. En el pueblo de Aguiño, municipio de Ribeira (de La Coruña), Miguel era el más joven hasta la reciente incorporación de otro chico, algo menor. Son una excepción, ya que el ribeirense admite que en la roca la falta de trabajadores «se nota claramente».
El principal motivo es que es una labor que «puede hacerse muy dura, donde el resultado cada mes puede variar mucho, más aun si la meteorología no acompaña», dice. Todo ello sin tener en cuenta los meses de verano y navidades, donde hay mucha más demanda de los productos que marisca junto a sus compañeros. También enfatiza que «está muriendo mucho marisco», causa de que se gane poco y muchos marineros se queden en tierra, con las embarcaciones que les llevan a las rocas ya puestas a la venta.
Pesca importada
A pesar del interés que aún despierta entre algunos jóvenes como Rubén y Miguel, lo cierto es que la competencia de otros sectores productivos se hace más atractiva para las nuevas generaciones. El rumbo que han tomado numerosos marineros hacia el sector servicios queda de manifiesto en datos como que el 70% de los productos de mar que consumimos en Europa proceden ya del exterior.
Un abandono de la soberanía alimenticia que deja al descubierto nuestra vulnerabilidad ante crisis como la provocada por la invasión rusa de Ucrania, más aun con China y Rusia como principales fuentes de importación de pescado. Desde Cepesca y la Federación Española de Cofradías inciden en la necesidad de poner en valor el sector, que fija población en zonas costeras donde la pesca es fundamental para las economías locales y que, de no ser por ella, empujaría a pueblos como Burela, Malpica, Camariñas, Muxía, Llanes, Luarca o Culleredo entre otros, al abandono.
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