Reloj de arena
Fermín Díaz González: del convento a la jet
Dicen algunos taurinos que fue uno de los pioneros en llevar el toreo a caballo al sur de Francia. En su vida no pudo evitar algunas amistades peligrosas

Se metió en el bolsillo quinientas pesetas, dejó la finca de reses bravas de su padre y fue a buscarse por las esquinas del mundo. Por las esquinas más inverosímiles y sorprendentes. Cogió para Madrid como pudo haber enfilado para Barcelona. Pero con veinte años ... todos los caminos conducen a la sorpresa. Cuando llegó a Madrid haciendo autostop se encontró como aquel texano protagonista de la película ‘Cowboy de medianoche’ , sin una perra gorda y sin unos botos tan brillantes como el antihéroe del film. En algún lugar de la intimidante capital, quizás en una estación de autobuses o de ferrocarriles, se encontró con un monje trapense con una bolsa repleta de billetes. La escena es de pura novela picaresca española. Fermín lo miró, se le encendieron los ojos y en la lumbre de la ocasión vio su futuro arreglado y regalado. Habló con el monje, intentó convencerle de que le diera dinero para llegar hasta Francia y el trapense le dijo que aquel dinero era intocable, que tenía como objetivo llevar hasta ‘Angie belle’, el monasterio en el sur grancés, a dos monjas que recogía en Madrid. Pero el siervo de Dios le dio lo necesario para que Fermín llegara a Francia en un vagón de tercera . El tren paraba hasta en los puestos de melones de la carretera. Y Fermín los aprovechaba para estirar las piernas y ver cómo se viajaba en primera y en segunda. Encontrarse a sí mismo y alcanzar los sueños de tu vida siempre te exige pisar descalzo muchos cristales. El hambre, como decía el poeta, es el primero de los conocimientos…
Fermín Díaz era un joven producto de la cultura campera. Un niño bien pero con alguna causa para su rebeldía . Y como tal ansiaba triunfar en el mundo del toro y del caballo. Esa meta estaba escondida detrás de paisajes tan alejados de su sueño que era imposible imaginárselos. ¿Quién sueña con cabalgar al lado de Ángel Peralta cultivando coles y zanahorias en el huerto del monasterio trapense? Fermín fue sincero con el monje: «Mire, soy de izquierdas pero creyente. Y necesito que me ayude». El monje lo acogió en el monasterio y le encargó que se encargara de que las lechugas, los ajos, los pimientos y las berzas prosperaran en el huerto como si fuera el mismísimo Miguel Hernández el que los regara con su agua del limonero. Dos años estuvo nuestro hombre en aquel monasterio de la trapa, entre sueños lejanos y sopas de ajo diarias. Y un día dejó la soleta y se puso los vaqueros para echarse al camino y encontrarse. Y se encontró con un vagabundo, con el que hizo migas tras pelearse con él a golpes de rabia y frustraciones. La amistad, como la letra, hay veces que con sangre entra. Y con el vagabundo aprendió a dormir en los bancos, mirar el agua de los ríos bajo un puente y seleccionar la comida que los restaurantes daban por inservible en los contenedores. Por aquellos días era un personaje viviente de Dickens. Hasta los zapatos se los hacía con sus manos …
Aventurero, valiente, buscador de fortuna y casanova, Fermín recala en una hermosa finca del sur de Francia donde no lo tomaban en serio y se burlaban de sus conocimientos del toro y de los caballos. Hasta allí lo llevó el director de cine Denis Colón , que lo puso en suerte con un futuro en cinemascope. Dormía en la cuadra. Y en una tienta, sorprendió a los que se burlaban del sevillanito, ese que decía que sabía montar y torear. Le quitó la muleta a uno y le sacó tres o cuatro pases la mar de primorosos al toro. Luego montó a caballo y dejó a los burladores, muy burlados.
La vida es, a veces, como un agujero de gusano espacial. Una especie de túnel cósmico que acerca dos puntos remotos de la galaxia. Fermín se hizo cargo de una finca en La Camarga , saboreó el vino del amor en unos labios carnosos y todo lo que soñaba en sus años de búsqueda lo encuentra allí: toros, caballos y una placita de tientas hasta donde lleva, previo contrato, a los hermanos Peralta , Á lvaro Domecq , Fermín Bohórquez... Tuvo de cuñado a César Girón , con el que se apuntó faenas memorables en festivales nocturnos y ese agujero de gusano lo llevó desde un monasterio trapense al mundo dorado y bon vivant de la jet. Dicen algunos taurinos que fue uno de los pioneros en llevar el toreo a caballo al sur de Francia. Poderoso, empático, divinamente relacionado, no pudo evitar algunas amistades peligrosas. Como la de aquel jefe de un clan corso, John El Toreador , empeñado en comer con él y Ángel Peralta por su afición al toro. Los invitó a su restaurante y luego insistió en que se fueran a beber la última copa a un lugar de moda. Se excusaron porque tenían que torear al día siguiente. Regresando para España, quizás en la radio del coche, se enteraron de que el bar había sido campo de batalla entre dos clanes rivales, con más de cuarenta muertos tras la balasera. John estaba entre los fiambres. Ángel y Fermín se miraron desconcertados y se felicitaron por haber nacido de nuevo.
En Sevilla, su nombre está ligado a la dirección de la Hacienda El Vizir y a labores de filantropía apoyando la causa del padre Leonardo. En El Vizir han actuado desde Elton John a India Martínez , pasando por Chiquetete , Isabel Pantoja , Manuel Pareja Obregón … Organizó festivales taurinos para causas benéficas. Uno de ellos en la cárcel de Sevilla donde los toros tuvieron que ser transportados al interior del penal por una grúa gigantesca. Dicen de Fermín que es una ONG andante. Y que en El Vizir siempre tiene, en acogida, a algún aspirante a matador o rejoneador, con plato caliente y confortable cama. Quizás porque él mejor que nadie sabe que el hambre es el primer conocimiento que adquiere una persona cuando trata de buscarse entre la retama de la rebeldía…
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