Lucía Márquez Perea: «He llegado a hacerme trajes de gitana con cortinas usadas y vaqueros viejos»
Los sueños existen y la posibilidad de que se cumplan están en nuestras manos. Eso es lo que cree esta diseñadora flamenca que lo vio hecho realidad a los cincuenta años en 'We love flamenco'
Sábado de Pasión en Sevilla, en directo

-¿Recuerda quién le puso por vez primera en sus manos una aguja y un dedal?
-Mi madre o mi abuela. No lo recuerdo con exactitud. Mi abuela zurcía las ropas y mi madre cosía y bordaba. Lo que te puedo decir es que ... empecé con diez o doce años a bordar, pero nunca lo acababa.
-Pero tengo entendido que nunca le gustó coser, que le parecía muy aburrido.
-Así es. A mi lo que me gustaba era el diseño y la creatividad y hacerme los trajes de flamenca lo más rápido posible.
-Tenía obsesión por los trajes de flamenca...
-Quería tener más de uno, todos los que pudiera hacerme. Depende de las telas que me hubiera apañado. He llegado a hacerme un traje de gitana con pantalones vaqueros usados.
-Y realizó el famoso curso de Corte y Confección que hacían tantas chicas de su época en los pueblos ¿es así?
-Mi madre me metió a hacer esos cursos que eran muy prácticos, no había apenas teoría. Era coser y coser. Me harté de hacer vestiditos de papel. Mi profesora se llamaba Doris Ruiz y gracias a su constancia aprendí, porque lo que no hacía bien me lo desbarataba. Hoy en día le sigo pidiendo consejos.
-Creo que nunca entendieron en su clase, de pequeña, que usted en vez de escoger enfermería o administrativa para ganarse la vida, eligiera peluquería y estética.¿ Por qué no siguió ese camino y se puso a cortar patrones?
-Entonces se estudiaba para trabajar y ganar dinero. Pensar en trabajar en algo relacionado con el diseño, por ejemplo, era una locura, que nadie te aconsejaba hacerlo. Una prima mía, que estudiaba Medicina, Toñi Cabrera, me animó a irme a Sevilla y estudiar diseño. Pero aquello entonces no tenía salida.
-Confiéselo: aquello de hacer trajecitos de papel la ponía de los nervios…
-(Risas) Totalmente. Como si me pusieran a hacerlo actualmente. No lo haría.
-Hasta que pilló unas cortinas y se hizo su primer traje. Imagino los ojos que le echó su madre…
-(Risas) Me dijo que ya no iba a coger una cortina más. Las que yo consideraba que estaban más usadas las cogía para hacer trajes de flamencas. Mi madre tenía otra opinión sobre el desgaste de las cortinas…
-El caso es que, pasado el tiempo, la descubrió Roberto Diz en su cafetería donde usted también cose para aprovechar los tiempos muertos. ¿Qué le dijo cuando la vio coser?
-Primero se interesó por lo que estaba haciendo y luego me preguntó por qué cosía en la cafetería. Trabamos buena amistad y él fue quien me animó, insistentemente, a que cumpliera mi sueño. Me dio una gran alegría verlo en primera fila junto con Laura Sánchez y Roberto y Fernando Ali, en el pase de mis trajes en We love flamenco.
-¿Gustaron sus trajes?
-Muchísimo. O por lo menos eso es lo que me dijeron todos. Llevé varios modelos desmontables, para usarlos como trajes de flamenca que se convierten en trajes de noche.
-¿Ha rezado mucho?
-Muchísimo. La noche del lunes pasado no dormí. Me la pasé cosiendo porque tuve problemas con la máquina. Y no dejaba de coser y rezar, pidiéndole a la Virgen del Rocío que hiciera un milagro.
-Cuando salió la primera modelo a la pasarela con uno de sus trajes ¿creyó que era el comienzo de un cambio radical en su vida?
-Desde noviembre no he dormido más de tres horas diarias. Y los últimos tres noches no me acosté por falta de tiempo. Yo no soy consciente de que se haya producido un antes y un después. Pero sí que he cumplido mi sueño.
-Usted es muy valiente y uno de sus lemas es no rendirse nunca. ¿De dónde saca esa fuerza?
-Mi padre decía que de los cobardes nunca se ha escrito nada, no le tenía miedo a nada. Yo creo que he salido a él.
-¿Con qué traje de los que presentó se va a quedar como recuerdo de su debut.
-Te voy a decir la verdad: prefiero venderlos todos y ya me hago yo uno igual y de mi talla, porque los trajes los quiero para ponérmelos y no para colgarlos.
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