El paseante
Los suelos 'a retales' de la Avenida de la Constitución de Sevilla: un destrozo de una obra que no tiene ni 20 años
La vía ha envejecido prematuramente por los raíles del tranvía, un estado que es impropio en la ciudad
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Joaquín Romero Murube hizo en su libro 'Los cielos que perdimos' (1964) un memorial de la destrucción de la ciudad, teñido de nostalgia por la desaparición de edificios de fuerte carga simbólica en aquel frenesí modernizador que fue el desarrollismo franquista de la ... década de los 60. Bien pudiera tomarse por contraste el título para definir el estado patrimonial de la Avenida de la Constitución, la vía peatonal con más tránsito de la ciudad y una de las que están más cargadas de historia, con permiso de la calle Sierpes.
La Avenida, sin más como la conocen los sevillanos por antonomasia, se cerró al tráfico rodado a partir de abril 2006 y se inauguró remodelada como vía exclusivamente peatonal antes de la Semana Santa del año siguiente. El asfalto dio paso al granito y los autobuses dejaron de recorrerla para hacer parada terminal en la Plaza Nueva, sustituidos por el tranvía. Fue, sin duda, la intervención urbanística más decisiva bajo el mandato del alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín.
No hace ni veinte años todavía, pero ha envejecido muy mal. A las quejas de la primera hora por el carril bici, la acumulación de veladores y la falta de sombra se ha unido en los últimos tiempos la constatación del deterioro irreversible que sufre el pavimento a lo largo de toda su extensión. Las vibraciones que el paso del tranvía transmite a los raíles ha hecho que muchas de las losetas de granito vecinas estén fragmentadas o movidas, presentando irregularidades en el piso que resultan peligrosas en una vía exclusivamente peatonal.
Este deterioro puede provenir de los asientos sobre el que se pavimentó o de un insuficiente grosor de las losas de granito, que estallan bajo la presión que ejerce sobre el carril el material rodante del tranvía. Pero no son los únicos desperfectos que pueden advertirse en la vía.
También el tráfico rodado en el cruce de la punta del Diamante (de Alemanes a García de Vinuesa en el sentido de la circulación) ha dañado el pavimento de la Avenida hasta el punto de que se ha hecho necesario un parche de asfalto que supla las losas perdidas o dañadas. El efecto estético es deplorable, deparando la imagen de un remiendo en una vía que recorren a diario más de 17.000 peatones, la segunda marca en calles comerciales de toda España tras la calle Atocha en la capital del Reino.
Hay más. Poco a poco, todos los elementos de mobiliario urbano que se pensaron para proteger los alcorques de los escasos naranjos que quedaron tras la conversión en peatonal han ido desapareciendo, arrinconados ante la evidencia de que las luminarias verticales de abajo arriba en las esquinas de los arriates hace tiempo que dejaron de alumbrar y las rejillas exclusivas han sufrido tal grado de deterioro que aconseja su retirada.
Así se está haciendo en muchos árboles de la Avenida de la Constitución, donde el Ayuntamiento ha empezado a poner un nuevo sistema de adoquines prefabricados que salvan el pie de los ejemplares vegetales hasta enrasar con el pavimento pero a la vez permite que se filtre el agua de riego y se airee la tierra. Es la prueba evidente de que no todos los diseños industriales superan la exigente prueba de su puesta en práctica.
Al menos, los macetones del lado de la Catedral se han trasplantado recientemente y no ofrecen la penosa imagen de una vegetación tábida como muchos años han mostrado. También habría que revisar su adecuación a la función que cumplen (evitar atentados terroristas de vehículos lanzados contra los peatones) y el espacio que ocupan.
De hecho, el Ayuntamiento de Sevilla anunció el verano pasado un programa de renovación de la Avenida de la Constitución llamado Eje Central que implicaría la sustitución del pavimento y otras mejoras en el mobiliario urbano. De hecho, ya se hicieron en julio del paso pasado unas pruebas con adoquines de Gerena para probar su resistencia con vistas a una renovación del piso de la vía peatonal. Todavía hoy puede encontrarse un paño de adoquines a la altura de la puerta del Sagrario de la Catedral, pero de momento no hay plazo ni previsión de que una obra de tal envergadura se acometa en los próximos meses.
Pero de lo que no hay duda es de que la obra de la Avenida, que va a cumplir este abril dieciocho años, ha envejecido de manera prematura ofreciendo una imagen impropia de una vía de su historia y de su uso cotidiano por parte de sevillanos y forasteros. Esos suelos que ganamos, desde luego que no nos los merecemos.
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