conmemoración de los 50 años de la muerte de franco
Alfonso Garrido: «Celebrar el hecho biológico es confundir lo que significó la muerte de Franco. Lo que hay que celebrar es la Constitución»
El exsenador del PSOE y exdelegado del Gobierno en Andalucía cree que Pedro Sánchez está «recogiendo velas» y «ya empieza a hablar de la conexión con esa ahora denostada Transición, y el que es su mejor alumbramiento, la Constitución de 1978»
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El político y abogado socialista onubense Alfonso Garrido tiene 72 años y tenía 22 cuando murió Franco. Ha sido funcionario del Cuerpo Superior de Administración General del Ayuntamiento de Huelva y del Cuerpo Superior de Administradores Generales de la Junta de Andalucía. El ... 14 de febrero de 1977 inicia su trabajo público como funcionario del Ayuntamiento de Huelva, en el área de Fomento y donde ocupa interinamente la Oficialía Mayor y la Secretaría General. Desde entonces y hasta su jubilación, sólo se dedicó al servicio público como trabajador o cargo político.
Fue viceconsejero de Política Territorial e Infraestructura de la Junta de Andalucía en 1982 y en diciembre de ese año fue nombrado gobernador civil de la Provincia de Sevilla. En 1987 sería el delegado del Gobierno de España en Andalucía y, posteriormente, senador electo del PSOE por la provincia de Sevilla y portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Socialista en el Senado.
Ha sido miembro de diversas delegaciones en reuniones y actividades de la Unión Europea, OTAN, Unión Europea Occidental y Organización de Seguridad y Cooperación en Europa. Terminado su periplo de cargos públicos, regresó a la función pública como primer inspector general Coordinador de la Inspección General de Servicios de la Junta de Andalucía. Posteriormente ejerció como consejero técnico de la Dirección General de Política Interior y coordinador general de la Secretaría General de Acción Exterior de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía.
-¿Qué le parece que se conmemoren los 50 años de la muerte de Franco?
-Celebrar lo que durante la dictadura se llamaba con cierto eufemismo «el hecho biológico», me parece confundir lo que realmente significó ese óbito. La muerte del dictador fue celebrada por todos quienes de todas las maneras pensables e impensables habíamos vivido y sufrido aquella más que negra etapa. Yo poco pude celebrar pues estaba en el servicio militar. Pero en sí, la muerte del dictador no fue nada más, y nada menos, que el principio de algo que había que empezar a construir. Sin todo lo que fuimos capaces de hacer en el inmediato después, con el esfuerzo de todos, el hecho biológico por sí solo, no habría supuesto nada. Para nada habría servido. Este Gobierno se explica mal. Y esto o está muy improvisado, con ese cortoplacismo de la política actual, o tampoco sabe explicarlo. Acaso porque muchas veces desconoce lo que piensa la gente en la calle. De todas formas, pareciera que ha empezado a recoger velas respecto de sus primeras comunicaciones sobre este pretendido macroprograma celebratorio y ya empieza a hablar de la conexión de las celebraciones con esa ahora denostada Transición, y el que es su mejor alumbramiento: la Constitución de 1978, que sí es el momento del nuevo llegar de España a las libertades democráticas. No el 20 de noviembre de 1975.
-¿No hubiera sido mejor consensuarlo, en todo caso, con la oposición para que fuera una conmemoración no partidista sino de Estado?
Esta pretendida clase política actual, toda ella, aunque unos más que otros de entre sus miembros, es incapaz de pactar. Si algo debe aprenderse de ese bendito esfuerzo de la Transición, puesta como ejemplo en el mundo entero de lo que es un complicado hacer político, es el esfuerzo, la renuncia, el pacto, el diálogo, el transar, el respetar y entender al otro, ponerse en su lugar, comprender, aceptar y finalmente acordar en beneficio del común de los ciudadanos. Tener frente a un adversario y no a un enemigo. Piénsese en que hoy, si no son capaces de pactar ni la defensa ni la seguridad exterior ni interior, ni el modelo territorial, ni la inmigración, ni la política exterior, cómo vamos a pensar en que podrían pactar algo tan importante como el análisis de dónde viene esta España de hoy. Hoy, ese pacto, como los demás, en un mundo donde sólo cabe la relación entre los partidos antes llamados de Estado para el «…y tú mas», no es posible. Por unos y por otros.
-¿Hubiera sido más aconsejable conmemorar los 50 años de las primeras elecciones democráticas de 1977 o de la Constitución de 1978?
-Hay que celebrar el sentido de lo que se hizo por todos y entre todos los actores políticos que después de la muerte del dictador, con su forma de entender lo que ocurría, acordaron lo que tenía que hacerse para cambiar España y ponerla en color, no en el blanco y negro, muy negro del que salíamos cuando Arias Navarro dijo aquello, de «Españoles, Franco ha muerto». Lo que se hizo después es lo que realmente evitó que el franquismo, perfectamente instalado en todos los rincones de España, en sus instituciones, en sus poderes económicos y sociales, en tantas y tantas instancias del poder real y sociológico, heredase al mismo franquismo. Es lo que evitó que «el todo está atado y bien atado» fuese desatado en modélica forma. Ésa es la celebración que yo quiero: La de lo positivo que fuimos capaces de construir y de qué manera.
-¿Cree que una conmemoración de este tipo puede acercar a los españoles o, por el contrario, ahondar en el clima de polarización que se vive desde hace años?
Lo que se ve a diario en el discurso político es socavar los puentes de entendimiento. Alejar los límites. Se levantan muros cada vez más altos y se cavan trincheras más anchas. Con esto puede ocurrir lo mismo. Podemos perder la oportunidad de contar a las actuales generaciones y poner las bases de cómo explicarlo a las futuras, lo que fue esa etapa de España y sobre todo lo que construimos. Podemos hacer que esto sea otro elemento de distanciamiento entre quienes lo quieran entender o no, están necesariamente llamados a entenderse en cuestiones de Estado, y ésta, la historia de España, la de verdad, y no la impostada, lo es, aunque no lo crean una de esas cuestiones de estado. Mi admirado Virgilio Zapatero decía en una reciente entrevista que «al sepulcro de Franco hay que ponerle siete llaves, en vez de ponerlo a cabalgar periódicamente».Alfonso Guerra, en el prólogo del libro de Teresa Freixes «En defensa de la Transición», afirma -y me reconozco en esa afirmación-, que la Constitución de 1978 es el más importante documento escrito por los demócratas españoles en toda nuestra historia. Fue el final de cainitas enfrentamientos y de una larga dictadura. Eso es lo que hay que celebrar. Y estamos obligados a ello.
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