CRÍTICA DE MÚSICA
ROSS: Todo un catálogo de colores diversos
La ROSS ha interpretado dos obras del siglo XX, distintas y afines: el 'Concierto para piano nº 1' de Bela Bartók a cargo de Juan Pérez Floristán y 'Petrushka' de Stravinski, dirigidas por Eun Sun Kim.

TEMPORADA DE ABONO 2024-25
GRAN SINFONICO 09
- Programa: Obras de Stravinski y Bartók.
- Intérpretes: Juan Pérez Floristán (piano). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Dirección: Eun Sun Kim.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 11/04/2025.
Hacíamos referencia con motivo de la reciente noche húngara (pasado enero), al referirnos al 'Mandarín maravilloso' del débito de Bela Bartók con la 'Consagración de la primavera' de Stravinski (aunque es verdad que 'iluminó' la forma de entender la música ... de otra manera y que pocos compositores pudieron librarse de su influjo, una vez pasado el escándalo inicial, claro). Con esta nueva presencia del compositor húngaro en la programación de la ROSS las conexiones vuelven y se hacen más evidentes, ya que la 'Petrushka' de Stravinski se cuela en los pentagramas del 'Concierto para piano y orquesta nº 1' SZ83, BB91 de Bartók, las dos piezas del programa que comentamos. Es cierto que los dos compositores buscan en el folclore de sus países, e incluso diríamos que el húngaro era más exhaustivo, al recorrer su país anotando una buena parte de las melodías húngaras, pero no es menos cierto que Stravinski las engarzaba con un enorme acierto intuitivo y, sobre todo, encontraba la manera inmejorable, provocadora, rompedora y maravillosa de integrarlo en sus obras con un lenguaje tan propio que no es difícil reconocerlo cuando se reutiliza.
Hemos tenido la oportunidad de escuchar esta temporada 'El pájaro de fuego', 'Petruchka' y 'La consagración de la primavera' y de ver cómo su lenguaje avanzaba mucho en muy poco tiempo. Y también hemos tenido la oportunidad de oír el 'Concierto para piano nº 3' en la despedida de Soustrot, y oiremos -según el mismo pianista nos recordaba- el nº 2 la temporada que viene. El tercero también era el de la despedida del propio Bartók sintiendo cerca su muerte, de manera que prescindió de los aspectos más angulosos y chocantes. Este primero que oíamos ahora no sólo no los evita, sino que los busca tanto como la dificultad técnica, que acaso sea innecesaria. Creemos que es la primera vez que lo interpreta la ROSS y quizá de los tres conciertos bartokianos este sea el que menos se toca en los repertorios sinfónicos, que muchos explican por esa dificultad. Puede ser, pero nos parece que hoy día los jóvenes pianistas buscan el más difícil todavía, gracias a una técnica cada vez más depurada, y los conciertos que antes eran 'imposibles' hoy son de repertorio.
Nos parece más bien que pudiera ser una falta de sustancia temática, él que tantos cantos recogió de su tierra, o bien el modo de gestionarlos musicalmente, o tal vez la orquestación, o el uso de recursos como probar suerte estructurando un segundo movimiento al que le falta toda la cuerda. Es verdad que mira abiertamente a esos ritmos abiertamente 'stravinskianos' que ya no resultaban una novedad ('Petrushka', 1911; este concierto, 1926), o recurre a una tímbrica colorista u otros hallazgos stravinskianos, pero personalmente no nos termina de llegar, aunque el mismo Bartók la consideraba como una obra muy lograda.
Por su parte, el pianista puso de su parte todo lo posible y más, desde un rango de matices tanto expresivos como dinámicos bastante notable, especialmente estos últimos en los que sabemos cómo controla esos 'pianissimi' etéreos y cristalinos; pero tampoco faltaron los 'forte', ya que Bartók recurre al teclado, especialmente sobre una sola nota, para otorgarle un carácter percusivo, que con frecuencia necesita de casi todos los decibelios posibles. En el segundo movimiento nos pareció que un 'crescendo' que no lo había iniciado la directora a tiempo, él pareció marcarlo desde el piano mientras miraba a las secciones que con más inmediatez tenían que añadirse. Como siempre, Floristán estuvo brillante, sacándole al concierto toda su valía, y apurando todo su virtuosismo en el movimiento final.

Por su parte, la directora nos recordaba dirigiendo al admirado Coelho en tanto que una gestualización muy regular, marcada, de manera que en obras como estas, de ritmos tan encrespados, la orquesta no se despiste; pero en el caso del concierto, cuyo acompañamiento también exige todo de la batuta, nos pareció que desde el inicio hubo una serie de pequeños desajustes, a la vez que en la convergencia de muchos movimientos melódico-rítmicos se advertía una cierta turbidez, que no afectó al conjunto gracias a esa dirección algo mecánica, pero efectiva.
En 'Petrushka' todo mejoró bastante sobre un mismo patrón direccional. Para empezar, porque la obra se ha tocado anteriormente en diferentes ocasiones, y no sabemos si la joven directora también haya tenido la oportunidad de abordarla con otras orquestas. Pero lo cierto es que es verdad que supo manejarse con soltura ante una formación de este calado (y no lo decimos sólo por lo numerosa, sino por el protagonismo de tantos solistas asumiendo las encontradas melodías, ritmos o intrincadas texturas).
Precisamente sería difícil elegir a los diferentes solistas que sobresalieron, pero hablemos del trompetista José Forte, del flautista Juan Ronda, del fagotista Javier Aragó, el concertino invitado, Daniel Vlashy, el corno inglés de Sarah Bishop y el xilófono de Gilles Midoux. Este precisamente recibía del Jefe de personal de la ROSS, Rafael Soto, un ramo de flores y el agradecimiento de todos por los servicios prestados a la orquesta desde su fundación, agradecimiento al que nos sumamos. Han sido 34 años, en los que Midoux ya formó parte de aquellos míticos conciertos en la sala Apolo, en los que sobresalió el legado Stravinski, y del impacto que nos produjeron aquellas primeras lecturas del maestro Šutej, cuando se hacía música con el alma.
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