tribuna abierta
Que paren esta indignidad, que me bajo
El mensaje que quiere transmitir Bildu es que matar, herir, extorsionar, secuestrar y aterrorizar a toda España no solo no estuvo mal, sino que merece un reconocimiento
Que alguien me ayude a entender la aberración de poner como candidatos en ayuntamientos del País Vasco y Navarra a terroristas que han acabado con la vida y mutilado a miles de españoles inocentes, por más que siete de ellos hayan renunciado. Me pregunto si ... los habrían elegido, por mucha condena que hubieran saldado, si en vez de ser de ETA, hubieran sido de Al-Qaeda y atentado en París, Nueva York o Londres. Tengan por seguro que no, que para ser héroe y no verdugo cuando tu profesión es matar, basta ser de la organización terrorista «Euskadi Ta Askatasuna» que significa «Patria Vasca y libertad» irónica manera de manchar de sangre la palabra libertad. Les aseguro que ningún partido político elegiría como representante a un violador que hubiera acabado con la vida de un niño, pero a pesar de que repugne a la razón y al corazón, si hay uno, que se ha atrevido a llevar en sus listas a asesinos, desconozco si de niños, jóvenes o ancianos.
Y no solo los ponen en las listas sino que algunos conservan orgullosamente los alias que utilizaban cuando mataban. El mensaje que quieren transmitir con esta siniestra elección es que matar, herir, extorsionar, secuestrar y aterrorizar a toda España no solo no estuvo mal, sino que merece un reconocimiento. Agradecimiento que llega con la inclusión en la lista de su pueblo, como si en vez de ser un terrorista cuyo mérito era acabar con vidas, hubiera sido un médico que hubiera ayudado a salvarlas. ¿Cómo vamos a explicar a los jóvenes que los terroristas de ETA van a convertirse mañana en representantes públicos de los municipios donde ayer asesinaban? La explicación es simple pero difícil de digerir, porque se consiente, al igual que se permiten los homenajes a los terroristas, indignidad donde las haya que ha sido denunciada en un informe del Parlamento Europeo que exige acabar con esa intolerable humillación a las víctimas. Y de provocación en provocación tolerada y silenciada hemos llegado a un nivel de perversión moral inaceptable para la mayor parte de la sociedad española. Esta necesidad de blanquear a ETA para aceptarla como animal de compañía, nos ha llevado a banalizar años de terror y dolor, ocultando interesadamente el sacrificio de muchísimos españoles por la libertad, la democracia y la unidad de España y dejando que esos valores de los que cualquier país se sentiría orgulloso, hayan sido pisoteados ante la indiferencia de quienes deberían defenderlos.
No sé cómo se sentirán la mayoría de las víctimas, ni los millones de españoles que han vivido bajo la amenaza terrorista de ETA durante más de cincuenta años, cuando han visto los nombres de los etarras como candidatos. Seguro que el personal no está muy lejos de sentirse como me siento yo, con la rabia y el derecho suficiente como para denunciar públicamente este atropello ético, no solo por ser víctima de esta organización terrorista, sino por ser una española con decencia que se avergüenza de que esto ocurra en su país y se niega a quedarse de brazos cruzados. Aunque confieso que me encuentro como David frente a Goliat, porque, aunque la fuerza moral esté de mi parte, la ley, que tanto nos protege, a veces nos abandona y bajo su manto se amparan los mayores impostores de nuestra democracia.
Pero mientras quienes deben hacerlo estudian la legalidad de las listas plagadas de condenados por terrorismo, para poder luego explicarlo a una sociedad que difícilmente lo entiende, mi deber es no callar, porque eso es lo que quieren quienes llevan años normalizando el terror de ETA y convirtiendo en héroes a los terroristas. Quienes lo sienten y quienes lo consienten nos quieren acobardados, antes con las pistolas y hoy con vergonzantes consignas como las de «ETA ya no mata» o «Hay que pasar página», o «Mejor que estén en política que matando» ¿Se puede caer más bajo? Yo no tengo la culpa de que haya quien elija siniestros compañeros de viaje, allá ellos, pero yo no lo he hecho y no les debo nada ni a los etarras, ni a sus herederos. Y porque no tengo nada que ocultar, ni que temer y además quiero dar voz a quienes no tienen la oportunidad que tengo yo de defender los derechos de todos y no solo de unos, voy a seguir escribiendo y recordando lo que ha sido y que lo que es ETA y sobre todo quienes han sido y qué representan sus víctimas.
Ellos, los asesinados por ETA, sí que eran representantes dignos de ir en cualquier lista electoral; españoles como mi hermano Alberto, el joven teniente alcalde de Sevilla, que tanto sirvió a su ciudad y a su país y muchos otros concejales de los que cualquier municipio podía sentirse orgulloso. Al igual que los muchos hombres y mujeres, víctimas de las bombas y las pistolas, que dignamente trabajaban por una España mejor y que dieron sus vidas para que nosotros pudiéramos vivir libremente las nuestras.
Aunque a veces diga «¡que paren este tren, que me bajo¡», pensándolo mejor los que se tienen que bajar son ellos, los que son capaces de poner asesinos de ETA como honorables representantes y también los que excusan esa indecencia o la denuncian de palabra mientras la ignoran de obra.
Ánimo, y a seguir este viaje pese a las ofensas porque en algún momento el tren puede enderezar su rumbo y alcanzar el destino de la decencia que merece España.
*Teresa Jiménez Becerril es víctima del terrorismo
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