Tribuna Abierta
El universo inacabado (o cómo la Vida se parece al Arte)
La fortuna de la vida es sabernos prescindibles. Morir como vivimos, al final de un día cualquiera, es algo que conlleva todo esto

Vida. Todo está por hacer, todo nos pertenece. Somos tan jóvenes. Si supiéramos sentir cuánta capacidad de resistencia, de valor, de fuerza, cuánta vida tenemos. Si pudiéramos vivir con la seguridad de nuestra pertenencia al mundo. Si lográsemos convencernos que todo lo que nos espera ... es único y que es a nosotros a quienes corresponde escribir las páginas de nuestra vida. Entonces, no podríamos dejarnos llevar por el desánimo, porque seríamos capaces de instaurar un nuevo modo de emplear nuestro tiempo; como igualmente sería difícil no abordar proyectos arriesgados, con la fe de los marinos antiguos, inmunes a las tempestades.
Vivo.
Mister Wonderful. Me preguntan siempre por mi optimismo. Tanta admiración por la vida, debe ser impuesta, piensan algunos, pero esto es algo que no necesito justificar, porque solo me debo a mí mismo. Al contrario, respondo con la mayor objetividad y precisión que puedo: siempre encuentro motivos para ello, porque trabajo con personas y estas no dejan nunca de sorprenderme. La mayoría de mis compañeros de viaje son jóvenes de alma que me hacen sentir esperanzado con el mundo; si aquellos que desconfían, supieran que cada vez que tengo oportunidad de descubrir el talento de uno de estos jóvenes, lo que siento me hace creer en el mundo con la pasión de los fuertes. Esto es vital para mí… Sí, tengo que decir que creo en el mundo con la emoción de un niño que lo descubre por primera vez.
Todo merece ser vivido.
Cada instante es irrepetible. Hoy no volveremos a vivirlo jamás. Esto es algo que solo conocen bien los niños y los viejos, unos, por la fuerza de la naturaleza que nace en ellos y los otros, por la cercanía del adiós. Los jóvenes sienten la efervescencia del momento, pero sin embargo, cada vez antes, se cuestionan ese tipo de cosas que les arrollan aunque no se produzcan —me refiero a todas esas cosas que nos aturden, que nos atemorizan, esas que puede que pasen o no lo hagan nunca—. Los jóvenes deben reinstaurar los valores que les pertenecen, ajenos al desaliento, y dejarse cautivar por lo más insignificante. Cada momento es solo nuestro —les digo—. Cómo vivirlo y cómo sentirlo, también, porque eso es algo que solo sabemos cada uno de nosotros. Tu vida es solo tuya, aunque muchos dependen de tu ánimo, de tu amor, de tu pasión por vivirla.
Vivir.
Cuando un niño concibe el mundo, lo hace desde su ideario, desde su entorno más inmediato. En él, albergan el mayor protagonismo los seres queridos, las naves espaciales, las aventuras más extraordinarias, las cabañas más reconfortantes o los juegos inventados inconcebibles para cualquier mayor. Un universo imaginario que desaparece conforme crecemos, empeñados todos a nuestro alrededor en recordarle lo ingenuo de mirar la vida de esa forma, cuando —se nos dice— justamente toca crecer, madurar desplazando al niño para encontrar al hombre; se nos trata de imponer la vida como competición, donde ser mejor que los demás es un hecho diferencial para poder sobrevivir, para abandonar los sueños por una realidad carente de afectos inútiles. Se nos dice que vivir debe tener rentabilizado su esfuerzo, que todo lo ajeno al triunfo material es inservible. Pero un día miramos atrás y nuestro único consuelo es el recuerdo de vivir como cuando éramos niños. ¿A qué esperar para vivir como siempre deseamos?
Morir.
La fortuna de la vida es sabernos prescindibles. Morir como vivimos, al final de un día cualquiera, es algo que conlleva todo esto. Saber vivir con la intensidad de quien abre los ojos por primera vez al mundo, como si fuera nuestro último beso de amor. A tope. Al máximo. Morir no es más que vivir. Y vivir no era más que esto: un mundo entre tantos mundos, la pertenencia a una energía tan inmensa como única. ¿Por qué desperdiciarla?
Es el universo inacabado, el que espera tu respuesta, que es el modo en el que te comportarás en él. Es el universo inacabado el que se construye con tus huellas y la estela que dejas, tu fragancia y tu pasión, donde la salida del sol, tus ansias de respirar, tus gritos de rabia y dolor, tu amor por aquellos ojos que quedaron siempre en ti, son los ingredientes con los que hacemos posible esta vida.
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