DIARIO DE UN OPTIMISTA
El 'Sputnik' chino
«Deepseek no constituye un éxito científico extraordinario, sino que pone de manifiesto muchos puntos débiles del capitalismo financiero en Estados Unidos»
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EL 4 de octubre de 1957, el mundo entero estaba pegado a la radio: fue uno de esos momentos en que la historia se cruza con nuestra historia personal, y para quienes lo conocieron, fue inolvidable. En mi caso, eran las 7 de la mañana, ... la hora en que salía de la casa familiar para ir al colegio; antes de irme, solía escuchar el informativo en la radio. La noticia del día era un sonido: tres notas, 'Bip Bip Bip', emitidas por el primer satélite artificial enviado al espacio, en este caso por la Unión Soviética. Aquellos pitidos inauguraron una nueva era, la de la conquista del espacio, pero también dieron lugar a un gran malentendido. A todos los analistas y responsables políticos les pareció que la Unión Soviética, para asombro de todos, iba ahora por delante de Estados Unidos. La palabra 'Sputnik', un término que no había sido elegido por casualidad por la propaganda soviética, significaba tanto 'satélite' como camarada,. La camaradería debía convertirse en la norma en un mundo nuevo, terrestre y extraterrestre, dirigido por el Partido Comunista. ¿Teníamos que tomar nota? ¿Debíamos inclinarnos ante el nuevo poder y la aparente victoria del comunismo sobre el capitalismo o reaccionar? El siguiente presidente de Estados Unidos, John Kennedy, optó por contraatacar y se propuso el objetivo de pisar la luna antes que los soviéticos. En 1969 se logró esta hazaña y la Unión Soviética nunca volvió a alcanzar a Estados Unidos en este campo, ni en ningún otro.
El 'Sputnik' había constituido un éxito propagandístico, pero, contrariamente a la creencia popular en aquella época, no representaba un avance científico. Los soviéticos se habían limitado a copiar y mejorar un modelo de cohete desarrollado por los nazis en 1944 bajo la dirección de Werner von Braun, que más tarde se incorporaría a la investigación espacial en Estados Unidos.
Recordamos esta historia porque desde el anuncio, el 28 de enero, del motor de búsqueda de inteligencia artificial chino DeepSeek, se ha hablado mucho de un nuevo momento 'Sputnik', pero un 'Sputnik' chino. Me parece que hoy, como en 1957, existe la misma confusión entre ciencia y propaganda. Para los que han seguido este debate, sabemos que DeepSeek es capaz de ofrecer el mismo rendimiento que la mayoría de los motores de inteligencia artificial diseñados en Estados Unidos, pero consume diez veces menos energía y utiliza microprocesadores convencionales. Por tanto, el precio de la inteligencia artificial se dividiría al menos por diez, y ya no habría ninguna razón para elegir los motores estadounidenses, puesto que el motor chino ofrece el mismo servicio, y es aparentemente igual de fiable e igual de eficaz, a un precio irrisorio comparado con el de los estadounidenses. ¿Podría ser esto un gran éxito de la investigación china y un signo de superioridad científica sobre Estados Unidos? La respuesta es no. En este caso, los chinos han recurrido a un método clásico suyo desde hace mucho tiempo, que consiste en copiar las técnicas occidentales sin molestarse en invertir en la investigación básica. A partir de esta piratería, los ingenieros chinos, cuyo talento no se puede negar, improvisan un nuevo instrumento, ya sea la inteligencia artificial, los ferrocarriles de alta velocidad, los aviones o la biología, sin haber pagado el precio inicial. El origen de esta técnica del bricolaje y la piratería no se remonta al comunismo chino, puesto que, en el siglo XVI, los misioneros jesuitas que estaban en Cantón ya se asombraban por la capacidad de los artesanos locales para copiar hábilmente objetos importados de Europa. Por tanto, Deepseek no constituye un éxito científico extraordinario, sino que pone de manifiesto muchos puntos débiles del capitalismo financiero en Estados Unidos. La inteligencia artificial y sus promesas están atrayendo gigantescas sumas de dinero de inversores que esperan hacer una fortuna con ella; de hecho, estas inversiones son excesivas y revelan hasta qué punto el capitalismo en Estados Unidos se ha vuelto especulativo, obsesionado con la rentabilidad financiera más que con la utilidad de los productos y servicios que proporciona. En este sentido, DeepSeek es una lección útil que China enseña al capitalismo financiero estadounidense, una burbuja que tarde o temprano estallará. Aparte de que no constituye un triunfo de la ciencia china, DeepSeek ofrece una fiabilidad limitada porque los dirigentes chinos no han podido evitar mezclar ciencia y propaganda. Es una experiencia al alcance de todos ustedes. Si se descargan la aplicación DeepSeek e investigan un poco, descubrirán rápidamente que no es neutral, sino que refleja las opiniones del Gobierno de Pekín. Intenten, por ejemplo, buscar la masacre de Tiananmen perpetrada por el Ejército chino en 1989; no encontrarán ni rastro de ella. Si escriben la palabra Tíbet, verán lo felices que están los tibetanos de que su cultura haya sido aplastada por el Partido Comunista Chino. O pongan 'uigur' y no encontrarán nada. Cuando busquen Xi Jin Ping, el líder de China, la máquina le dirá que está considerando la pregunta, pero que necesita saber más. En cuanto a sus componentes técnicos e ideológicos, DeepSeek se parece mucho al 'Sputnik' soviético; la comparación es legítima y el futuro es probablemente el mismo, aunque, por supuesto, no podemos estar seguros. La ciencia china sigue estando en el nivel del bricolaje y la prohibición de la investigación libre sigue siendo una frontera que limita las ambiciones universales de China.
Estados Unidos y Occidente en general también sufren sus propias limitaciones, demasiado convencidos de su superioridad por una especie de imperialismo ideológico y científico. Pero los occidentales al menos sabemos rectificar. Y también practicamos la autocrítica. Mientras nos mantengamos fieles a esta tradición (desconocida o reprimida tanto en China como en Rusia), podremos corregir nuestros puntos débiles. Aún no hemos llegado a ese punto. Ante el avance de DeepSeek, la primera reacción en Estados Unidos fue un desplome de las cotizaciones bursátiles de las empresas vinculadas a la inteligencia artificial. Los superricos habían abusado de su riqueza. Otro contraataque, típico de la era de Trump, ha sido el de los fabricantes de inteligencia artificial que han anunciado inversiones gigantescas para alcanzar a los chinos. Esta segunda reacción es una estupidez porque no tiene que ver con la autocrítica, sino con la miopía de los superricos. Para quienes quieran seguir siendo los verdaderos pioneros de la inteligencia artificial, sería más útil que, en lugar de invertir sumas ingentes, volvieran a la filosofía socrática y se preguntaran en que nos hemos equivocado. El verdadero genio de Occidente reside en reconocer nuestros errores.
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