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LA TERCERA

Estrategia puercoespín o camaleón

«Necesitamos urgentemente esta política integradora de seguridad y defensa y una estrategia apropiada y coordinada con la UE y la Alianza Atlántica, si no 'sólo escucharemos el ruido anterior a la derrota'»

Prometeo en el siglo XXI

NIETO

Fernando García Sánchez

Cumpliendo plazos, la presidenta de la Comisión Europea ha hecho público el 'Joint White Paper for European Defence Readiness 2030'. Cumpliendo las previsiones, el documento parece más el embrión de una política industrial de defensa de la UE que una directiva de seguridad y defensa ante las amenazas existenciales a las que hoy nos enfrentamos en la Unión. Nace, el documento, para establecer una senda estratégica que dirija el necesario rearme de la UE, misión imposible sin una estrategia apropiada, decía Sun Tzu: «Las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota».

Para hacer frente a la combinación de la amenaza rusa con la desconfianza hacia los Estados Unidos, en su proceso de análisis y ajuste de su estrategia, de sus alianzas y de su arquitectura de seguridad. Y lo más preocupante, conseguir que el Kremlin deje de pensar que, haga lo que haga, la UE no reaccionaría con ninguna acción efectiva a corto plazo.

Las ideas fuerza que transmite el documento son que la UE debe estar lista para la guerra, única forma de disuadir y evitarla, y que para ello necesitamos avanzar en nuestra autonomía estratégica y depender menos de nuestros aliados, principalmente de los EE.UU. Pero, como suele ocurrir, la UE se enreda en una maraña de disposiciones y recomendaciones que adolecen de carácter ejecutivo y de extrema lentitud, marcan como año de certificación de su alistamiento defensivo el 2030 y queda al albur de las posturas de los Estados miembros que pueden jugar y juegan su propia partida en el tablero de la compleja e ineficiente gobernanza de la UE.

El conocido y tradicional estilo de la UE, donde los complejos procesos de decisión y la voluntariedad de sus Estados miembros ralentizan, en este caso de forma peligrosa, las acciones necesarias de carácter urgente, convierte a este documento, que quiere ser el lanzamiento de la UE, que despierta de su dulce sueño, en el testamento de una UE incapaz de reaccionar de forma apropiada, ágil y decisiva ante la inseguridad global.

Si los dos conceptos claves del alistamiento defensivo de la UE y de su programa de rearme son la integración y la sostenibilidad operativa, las posturas nacionalistas desintegradoras y egoístas de los Estados miembros no favorecerán un alistamiento cuyo desarrollo depende de ellos.

El gran desafío al que se enfrenta la UE, descrito en el documento presentado por Von der Leyen, no recibe una respuesta adecuada en tiempo y forma y más que una 'estrategia puercoespín' parece una 'estrategia camaleón', mimetizada, a la espera de que mejore el tiempo, sin claridad sobre el futuro de sus relaciones con Rusia y poco comprometida con el presente amenazador en sus fronteras de levante.

Necesitamos, en la UE, líderes y lideresas con coraje y generosidad que aceleren el ritmo de la partitura de ese libro blanco y le den un aire más ejecutivo y disuasorio. ¿Y la Alianza Atlántica? El próximo 24 de junio, en La Haya, se celebrará su cumbre donde se discutirá la postura de ajuste de cuentas y reducción del compromiso de los EE.UU. en un momento de creciente relevancia de la Alianza, después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con nuevos aliados, nuevos planes defensivos y el convencimiento de ser la única organización con capacidad disuasoria real, existente en Europa, ante las veleidades político-estratégicas de Rusia y su flagrante desprecio a los acuerdos y al derecho internacional.

El próximo San Juan, en La Haya, los Estados Unidos, además de exigir a sus socios y aliados de la OTAN el pago solidario de su cuota, algo más del 2 por ciento de PIB invertido en defensa, compromiso adquirido hace once años, los Estados Unidos nos darán algún titular sobre su postura estratégica, su compromiso militar y su participación en la estructura de mandos y de fuerza de la Alianza, lo que, cómo no, afectará al ritmo del alistamiento defensivo de la UE recogido en su documento.

En España, la cosa se complica más por los problemas de gobernanza, transparencia y cumplimiento existentes en el Ejecutivo. Sin presupuestos ajustados a los nuevos compromisos defensivos, sin unidad de acción política, sin una estrategia nacional, militar, industrial y de I+D+i sincronizada con las previsiones de la UE, nuestras acciones serán inevitablemente ineficientes, tendiendo a evitar compromisos y salvar situaciones incómodas o insolidarias. Parece difícil en el entorno nacional político-estratégico poder utilizar adecuadamente las posibilidades financieras del 'Security and Action for Europe' (SAFE) y los apoyos del Banco Europeo de Inversión (BEI).

Sin una estrategia que defina nuestros objetivos, sin planes estratégicos industriales sincronizados con las aspiraciones de la UE, será difícil llegar al 40 por ciento de la inversión en defensa dedicada a programas colaborativos que concuerden con nuestras necesidades estratégicas. Así mismo, posicionar a la industria de defensa y a nuestro ecosistema de I+D+i en programas identificados como prioritarios por la UE, como defensa aérea antimisil y antidrones, sistemas de munición, drones y misiles autónomos y de control remoto… y la inclusión en los programas de tecnologías emergentes, de carácter dual, como inteligencia artificial, computación cuántica, hipersónica y guerra en el espacio y el lecho marino, será impracticable.

Los sistemas de armas y las herramientas de financiación no deben ocultarnos nuestra prioridad en mejorar la formación, los modelos de carrera, las condiciones de vida de nuestros militares y su integración con la sociedad civil, ya que se trata, como el conflicto de Ucrania nos muestra, de defender los valores que residen en el individuo y constituyen el centro de gravedad de la defensa que asegura nuestra libertad, justicia, democracia y bienestar social.

En estos momentos sobran alardes huecos y posturas retóricas; necesitamos una estrategia nacional, que nos dé personalidad dentro de la UE y nos permita coordinar nuestros esfuerzos para aprovechar esta crisis y mejorar nuestra propia seguridad y defensa.

Una estrategia clara y ejecutiva que compense las indefiniciones y brindis al sol del mencionado libro blanco y nos impulse a la renovación, necesaria, de nuestro sistema de seguridad nacional. Una estrategia, de todos y para todos, integrada y sostenible con prioridad hacia nuestros desafíos, riesgos y amenazas particulares y coherente con la candente situación internacional. Una política de Estado de seguridad y defensa, refrendada por los votantes de los dos partidos mayoritarios que según el Centro de Investigaciones Sociológicas constituyen cerca del 70 por ciento del cuerpo electoral, debería marcar los objetivos y el rumbo a seguir. Necesitamos urgentemente esta política integradora de seguridad y defensa y una estrategia apropiada y coordinada con la UE y la Alianza Atlántica, si no «sólo escucharemos el ruido anterior a la derrota».

SOBRE EL AUTOR
Fernando García Sánchez

es almirante general (R) y fue jefe del Estado Mayor de la Defensa

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