la tercera
La gran esperanza frustrada
«La historia es irreversible pero si se pudiera rebobinar, ¿se negaría hoy Occidente a proporcionar a Gorbachov un 'Plan Marshall' para apuntalar la naciente democracia rusa? Sin los errores y ambiciones de los distintos personajes del drama, el mundo podría ser hoy muy distinto y mucho mejor de lo que es»

Mijaíl Serguéievich Gorbachov es un personaje de drama shakespeariano: puso en marcha, cargado de buena fe, una reforma que fue incapaz de manejar y acabó devorándole. La milenaria historia de Rusia hasta que él accedió al poder puede definirse con dos palabras: autocracia e imperialismo. ... Gorbachov le imprimió un giro de 180 grados en ambos frentes. Él quería un país democrático, un «socialismo con rostro humano». En marzo de 1989 se celebraron las primeras elecciones democráticas para el Congreso de Diputados del Pueblo, a las que concurrieron los miembros del Partido Comunista junto a los de otros partidos. La renuncia al monopolio del poder del partido supuso el principio del fin del sistema comunista. Yeltsin sería el primer jefe de Estado ruso elegido democráticamente.
Más radical aún, si cabe, fue la actitud de Gorbachov en materia de política exterior. En una primera fase, se negó a utilizar la fuerza cuando los comunistas fueron desplazados del poder en Polonia, iniciándose un proceso que concluyó con la demolición del Muro de Berlín. Permitió la reunificación de Alemania y que la Alemania reunificada permaneciera en la OTAN. Con la liquidación del Pacto de Varsovia, Rusia perdió el 'glazis' defensivo creado por Stalin, última etapa de su expansión imperial. En la segunda fase, Gorbachov tampoco quiso emplear la fuerza para evitar el colapso de la URSS, rechazando los consejos de sus asesores y ante el asombro del resto del mundo. La liquidación de la URSS fue el resultado del enfrentamiento con su némesis, Boris Yeltsin. Éste llegó a convocar un referéndum, que ganó, para independizar a Rusia de la URSS (como si Castilla celebrara un referéndum para separarse de España). Luego destruyó el Estado soviético para apartar de la vida política a su jefe, Gorbachov. Con el vasto proceso de desistimiento de este último, Rusia perdió todas las conquistas hechas desde los grandes zares Pedro y Catalina, en el siglo XVIII.
Scowcroft, el consejero de seguridad nacional del primer Bush, estaba convencido de que Gorbachov haría a Kohl una «oferta irresistible»: la reunificación de Alemania a cambio de su neutralización, que habría implicado la retirada de las fuerzas americanas y el fin de la OTAN. Kohl, en sus 'Memorias', comparte su sorpresa por no haber recibido esta propuesta. Gorbachov ni siquiera exigió garantías formales sobre las promesas que, insiste, se le hicieron sobre la no expansión de la OTAN al Este.
Gorbachov creía que su buena fe, demostrada hasta la saciedad con sus concesiones geoestratégicas y desmontando el Estado soviético, encontraría una respuesta positiva por parte de Occidente y, ante todo, de su líder, EE.UU. Sus peticiones se concretaron en ayuda económica y la construcción de una 'casa común europea'. Gorbachov, y después Yeltsin, solicitaron un 'Plan Marshall' que hubiese permitido neutralizar los nefastos efectos económicos y sociales del cambio del sistema económico y, de este modo, consolidar la incipiente democracia.
La 'casa común europea' era una arquitectura de seguridad que incluyera a Rusia. El primer Bush se mostró receptivo abogando por una Europa «completa, libre y en paz». De haber sido reelegido, es posible que la historia hubiese seguido otro curso. Tanto Gorbachov como Yeltsin pidieron el ingreso de Rusia en la OTAN. Se intentó cohonestar la admisión en la Alianza de los antiguos satélites soviéticos del Pacto de Varsovia con la evitación de una Rusia «humillada y ofendida». A esa filosofía respondieron mecanismos como el Partenariado para la Paz, que incluía a Rusia, o el Consejo OTAN-Rusia.
Hubo un fuerte debate en la administración americana y el entonces secretario de Defensa, Bill Perry, afirmó que la relación con Rusia era más importante que la ampliación de la OTAN. Sin embargo, acabaron imponiéndose los partidarios de priorizar la ampliación. Al resentimiento ruso contribuyeron, junto a las diversas oleadas de ampliación de la OTAN, otros factores como la guerra de la propia Alianza Atlántica contra Serbia, aliado histórico de Rusia; la segunda guerra de Irak; las 'revoluciones naranja' en el antiguo espacio soviético; o la colocación de un sistema antimisiles en Polonia. Una consecuencia geoestratégica de la mayor importancia fue arrojar a Rusia en brazos de China, tras décadas de cuasi-alianza entre EE.UU. y China contra Rusia.
En la Conferencia de Versalles, en 1919, se dejó a Alemania resentida y esa fue la semilla de la II Guerra Mundial. Aprendida la lección de Versalles, Alemania y Japón fueron tratados con guante de seda tras su derrota en la II Guerra Mundial. Pero la lección no se tuvo en cuenta para Rusia, que en frase del mariscal Yazov, ministro de Defensa de Gorbachov, «perdió la III Guerra Mundial sin disparar un solo tiro». George Kennan, el autor de la estrategia del 'containment' de la URSS, escribió: «La peor provocación que un poder victorioso puede cometer, la que la historia considerará la más perjudicial, es la locura de explotar a los enemigos derrotados».
Gorbachov tenía una estrecha relación familiar con Ucrania. Una de sus abuelas era ucraniana. Y su mujer, Raisa Titorenko, era, como indica su apellido, ucraniana, aunque nacida en Siberia. Gorbachov intentó mantener unida la Unión Soviética como confederación 'de estados soberanos' con el Tratado de la Unión, adoptado por referéndum en marzo de 1991, en el que se negaron a participar las tres repúblicas bálticas, Georgia, Armenia y Moldavia. Entonces Gorbachov anticipó que una eventual separación de Ucrania de la Unión «podía conducir a una guerra peor que la de Yugoslavia». Y cuando Putin, en 2014, incorporó Crimea a Rusia dijo: «Se ha hecho justicia histórica».
He tenido ocasión de seguir de cerca las transiciones de España, de China y de Rusia. La española fue de carácter político, la china de carácter económico y la rusa una combinación de ambas. Adolfo Suárez y Deng Xiaoping partían de un análisis certero de sus propias realidades, sabían muy bien dónde querían ir y supieron, superando los obstáculos, conducir el barco a puerto. Gorbachov fracasó en los tres puntos. El obstruccionismo de la vieja clase política y el empeño de Yeltsin de acabar políticamente con Gorbachov fueron decisivos en su fracaso. Deng Xiaoping consideraba a Gorbachov «un idiota», un inepto como estadista. Suárez me lo definió en una ocasión como «un vendedor de corbatas», diciendo que cuando se reunió con él se pasó la mayor parte del tiempo criticando al jefe de la oposición, Yeltsin, cuando él se esforzaba en que quien había de sucederle, Felipe González, consolidara su posición en el PSOE. Gorbachov me dijo en más de una ocasión que de todos los líderes occidentales con el que más congeniaba era Felipe González. En el fondo su sueño de un «socialismo con rostro humano» era la socialdemocracia.
La historia es irreversible. Si se pudiera rebobinar, ¿se negaría hoy Occidente a proporcionar a Gorbachov un 'Plan Marshall' para apuntalar la naciente democracia rusa? ¿Se haría un mayor esfuerzo para integrar a Rusia dentro de una estructura de seguridad europea, la 'casa común europea' ansiada por Gorbachov? Sin los errores y ambiciones de los distintos personajes del drama, el mundo podría ser hoy muy distinto y mucho mejor de lo que es. Al no aceptar la mano tendida por Gorbachov y Yeltsin, dejando a Rusia fuera de la estructura de seguridad europea, se perdió la ocasión histórica de crear una relación a largo plazo con ella basada en la amistad y la cooperación, y sobre esta base, un nuevo orden mundial.
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