bala perdida
Elegancia de encuesta
La elegancia es una infracción, un lujo interior, obviamente, y el vestuario no sólo un harapo caro
El vestido de Broncano
Contra el propósito
La Navidad lo que ahí deja, en media orilla de encuestas, es un confeti de elegantes de amenidad varia, por lo general. Van ellos con el mismo traje de domingo y ellas muy alegres de modelazo de Nochevieja en cualquier día. Todos, y todas, parecen ... el mismo maniquí, con lo que se avala poco la elegancia, que no es sino distinción, o sea, rareza. Van bien, claro, van tan bien que igual da lo mismo. Si alguien va bien vestido, nunca debiera constar de distinguido. La elegancia es una infracción. La elegancia es un lujo interior, obviamente, y el vestuario no sólo un harapo caro. De entre las elegantes escogidas, sí nos gustan Ana Belén, o la Reina Letizia, que visten la ropa, y también Isabel Preysler, que tiene exotismo de línea de luna y una travesura de túnica holgada lo justo. Sus hijas han heredado un perfil de pulcritud, pero no alcanzan su elegancia, que es un valor que sólo dan los años. La juventud tendrá muchos méritos, pero no la elegancia, que es un perchero de indiferencia y divorcios. Con Preysler o Ana Belén, se reúnen Nieves Álvarez, Inés Domecq, Belén Corsini o Sofía Palazuelo y otras. Pues muy bien. Parece claro que además conviene marcar clavícula, o ser aristócrata. O las dos cosas. Entre los hombres, se celebra a George Clooney, Pep Guardiola, Zinedine Zidane y Jaime de Marichalar, todos naipes de muy diverso aire. Clooney es un protagonista sin adorno. No le excita la extravagancia y cambia poco de traje. Guardiola es elegante porque no es José Antonio Camacho. Para futbolista, le sobraba vocabulario. Para entrenador, le falta un chándal. Zidane sigue reñido con los metrosexuales. Puso de moda la calvicie como enigma, y de la consorte sólo sabemos que sabemos poco. El silencio, en él, ha sido un hábito, y el silencio es una elocuencia de lo elegante, eso sí. Y luego está Marichalar, que viste al óleo, directamente. La elegancia, en las encuestas, suele ser una corrección política más un traje de boda. No hay elegancia sino aseo, otro año. Más ajuar de modista que riesgo de imaginación.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete