La Alberca
La literalidad monteril
El circunloquio exculpatorio de la vicepresidenta es un ejemplo radical de sanchismo: nosotros escuchamos mal
La cal de los ERE
Presupuesto 2050
La manera de pedir disculpas de María Jesús Montero es tan aparatosa que da grima. Tres días después de su 'boutade' acerca de la presunción de inocencia, que no es una metedura de pata por lo que quiso decir sino por cómo lo dijo, ... la vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda, vicesecretaria del PSOE, secretaria general del PSOE andaluz y candidata 'in pectore' a la Junta de Andalucía –tomo aire y sigo– ha rectificado dejando una parte de la culpa de nuestro lado. «Si de la literalidad de la expresión que utilicé se puede concluir que yo he puesto en cuestión ni más ni menos que la presunción de inocencia, que es un pilar de nuestro Estado de derecho, pues evidentemente la retiro y pido disculpas». Esta es la literalidad de su circunloquio exculpatorio. Una sucesión de curvas que, en un análisis de texto elemental, nos lleva a una conclusión muy sencilla: la ministra reparte la responsabilidad de su despropósito entre lo que ella dijo y lo que nosotros entendimos. Porque en la política española contemporánea no tienen hueco las palabras perdón y dimisión. La humildad, que es el cimiento de la honestidad, está erradicada de la vida pública. Nadie sale ahí a reconocer limpiamente un desaguisado. El sanchismo está basado en la infalibilidad suprema. Es decir, tiene una pátina de divinidad.
La clave de bóveda de este desatino es precisamente el concepto de literalidad. La distorsión de la factualidad. La manipulación de los hechos palmarios. Montero se enreda en soliloquios bastante desordenados gramaticalmente para insistir en que lo blanco es negro. Y si alguien se atreve a refutar el relato pasa inmediatamente a la granja de la fachosfera, cada vez más poblada. De hecho, en ese espacio conviven desde Abascal a Felipe González. Pero en lugar de entender que el batiburrillo que hay detrás del muro levantado por Sánchez no es la parte aislada, sino la aislante, el aparato alza su adarga frente al sentido común y lanza derrotes agónicos para culpar a la sociedad española de interpretar mal el control gubernamental sobre el Constitucional y la Fiscalía, que ha alcanzado un nivel bananero palmario. El conglomerado sanchista se acoge desesperadamente al célebre chascarrillo de Juan Valera sobre el hombre que le pidió prestado el burro a su vecino, ese en el que el dueño le contesta que el asno se lo ha llevado su hijo justo cuando el borrico rebuzna desde la cuadra. Y ante el enojo de su paisano por tamaña mentira, encima le abronca: «El que está cabreado soy yo porque estás poniendo la palabra del burro por delante de la mía». Esto es, 'grosso modo' y 'plus minusve', lo que Montero hizo con la presunción de inocencia y posteriormente ha repetido al pedir perdón. Según su relato, la palabra de una mujer joven en un tribunal va por delante de los derechos fundamentales; sin embargo, en la responsabilidad sobre lo que ella dijo, va por delante lo que nosotros entendimos mal. La literalidad también es relativa según el concepto monteril. Haga usted el favor de escuchar sin anacolutos y sin dislates, que es usted muy malo.
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