LENTE DE AUMENTO
Hoplitas
Sánchez escribe cartas bomba magreando los afectos de su «querido país» hasta lanzarlo al abismo del quién empezó primero
Como el cuervo de José Luis Moreno
Y en Madrid no escampa
Camino de la salida del Teatro Real, giré la vista hacia el escenario donde la organización intentaba poner orden en una foto multitudinaria. «Que suban los becarios para el retrato de grupo». El grupo, como en esas imágenes míticas de Leibovitz para 'The New ... York Times', lo forman 300 investigadores y creadores de los 600 seleccionados, y agraciados, con las becas Leonardo que otorga cada año desde hace diez la fundación BBVA.
Durante año y medio no se tendrán que preocupar de cosas tan molestas como mundanas: estudiar en los huecos nocturnos en que la cría duerme, investigar con la espada de Damocles de estirar un exangüe presupuesto, o pedir al casero árnica mientras se faja con la partitura que emborrona el pentagrama mientras sangra al piano. Un incordio, vaya.
En esos 547 días, los leonardos no apartarán la vista del microscopio para rellenar papeles burocráticos y paralizantes que les recuerdan que los fondos europeos se conceden, a veces, llegan, quizá, pero que siempre se tienen que devolver a los hombres de gris.
Los trescientos genios se me aparecieron como hoplitas en espartana formación, dispuestos a volver sobre su escudo si fracasaban en el empeño de defender el paso de las Termópilas del conocimiento, el esfuerzo, la perseverancia, el compromiso, el talento, el sacrificio, el ingenio en heroico empeño frente a la nadería que se planta ante ellos.
¿Qué pensaron al vernos abandonar nuestras butacas mientras ellos eran retratados para la posteridad? No lo sé. Si tengo claro que esa imagen me dio la esperanza de que hay un brote verde. Quizá germine en esta tierra agrietada entre griterío, cuitas interesadas, desgarros torticeramente dirigidos y garrotazos goyescos, azuzados por los voceros del régimen. A nosotros, la gente normal, nos van separando, atrincherando, dividiendo, en la certeza de que haciéndolo perdemos todo lo que una vez fuimos para que unos pocos logren la pírrica victoria del que quema la tierra.
Ahí están ellos, los sabios, apelotonados como una sola falange. Seguros de que les une algo único: un proyecto para hacer algo que mejore las vidas de todos y no de unos pocos.
Al otro lado del paso, andamos el resto, prestos al graznido clickero de un político que alienta la esquizofrenia colectiva y se erige en el mesías del pueblo elegido, en un dañino efecto Pavlov que hace salivar a su grey como perros rabiosos.
Sánchez, tan enamorado como ventajista, narcisista y marrullero escribe cartas bomba magreando los afectos de este su «querido país» hasta lanzarlo al abismo del quién empezó primero. Con él, la empalizada que no nos defiende sino que nos acorrala; por él, la zanja que creímos superada. Y así hasta la locura final.
¡Leonardos! ¡au, au,au!
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