Luis del Val - café con neurosis

Eufemismos

Cela ya insistía en la ridiculez de llamar «cuarto de baño» al retrete

Luis del Val

EL pasado viernes tomé el AVE con destino a Zaragoza, en plena huelga de maquinistas y, tras diez minutos de retraso, una amable voz femenina se dignó informar a los viajeros de que habría un retraso de veinte minutos, debido a «problemas técnicos». Cinco minutos ... más tarde, alguna persona sensata decidió no tratar a los viajeros como si fueran el parvulario de una guardería infantil y, a través de la megafonía, dijo que el retraso sería de 30 minutos debido a la huelga.

El eufemismo no es sólo una cuestión de la clase política, licenciada en eufemismos, sino que alcanza a todos los segmentos sociales, incluidos los economistas que, a pesar de trabajar en algo tan serio como el dinero, son capaces de denominar a las pérdidas «crecimiento negativo», melonada que ha sido admitida, lo cual me produce tanta extrañeza como estupor. Es algo así como si en los hospitales, al fallecido tras una operación quirúrgica, lo definieran como «consecuencia de la salud negativa».

El premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, insistía en la ridiculez en la que caíamos casi todos los españoles, cuando al retrete le llamábamos «cuarto de baño», o «servicio». Preguntar dónde está el cuarto de baño, cuando vas a ir a mear, es algo semejante a denominar a los preservativos «impermeables íntimos», acepción que escuché en Portugal, país donde los eufemismos también están muy extendidos.

Esta semana, en el Congreso de los Diputados han vuelto a marear la perdiz de los discapacitados psíquicos, un problema de admisión y educación social, y que algunos políticos lilas creen que se puede solucionar cambiándoles el nombre. Al que hoy es discapacitado psíquico mañana se le llamará persona con discapacidad, y el político lila piensa que, aprobado el eufemismo, los discapacitados psíquicos se convertirán en ingenieros de caminos o investigadores científicos. Los que tenemos en casa a discapacitados estamos convencidos de que los políticos tienen tanta idea del problema como un noruego del equipamiento necesario para sobrevivir en el desierto.

Este burdo engaño me indigna tanto que me dan ganas de enviar a estos lilas, no a la evacuación final de la función digestiva, sino a la mierda. Dicho sea sin eufemismos.

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