Violencia en Nagorno-Karabaj: cristianos bajo la espada en el Cáucaso sur
El conflicto en el enclave armenio de Nagorno-Karabaj, resuelto de momento con un alto el fuego, es una disputa territorial con un fuerte trasfondo étnico y religioso
Tensa calma en Nagorno Karabaj a la espera de unas negociaciones que resuelvan definitivamente el conflicto

Un informe difundido este verano en Washington por la oenegé Philos Project presentaba la situación de la población armenia en Nagorno–Karabaj con extrema crudeza. «Se encuentran ante un dilema urgente y existencial: Armenia es la nación cristiana más antigua del mundo, y corre el ... riesgo de sufrir por segunda vez un genocidio en el espacio de solo un siglo«.
El embajador norteamericano Sam Brownback, católico, portavoz del grupo de trabajo recién llegado de un viaje a la región del sur del Cáucaso, se refería en primer lugar al asesinato de millón y medio de armenios a manos del imperio otomano entre 1915 y 1923, detonante de la gran diáspora. El consenso de los historiadores atribuye también al gobierno de los Jóvenes Turcos el plan de exterminio de otras etnias cristianas como los asirios y los griegos pónticos.
La ofensiva relámpago del Ejército de Azerbaiyán contra las fuerzas armenias del enclave de Nagorno–Karabaj –parte del territorio azerí según la comunidad internacional pero autoproclamado república independiente desde la desaparición de la URSS– es el corolario de un presunto plan de 'muerte por asfixia' contra esa minoría.
Bloqueo del corredor Lachin
El régimen azerí del presidente Aliyev llevaba meses bloqueando la llegada al enclave montañoso de la ayuda procedente de la vecina Armenia, a través del llamado 'corredor Lachin'. El objetivo, según Brownback, era hacer imposible la vida a los 120.000 armenios que resisten en Nagorno–Karabaj, rodeados de población musulmana azerí, para forzar su huida a Armenia.
Cuando el bloqueo decretado por el régimen de Bakú parecía ya insostenible, por el malestar internacional, bastó un pretexto fácil para lanzar la ofensiva militar y lograr en 24 horas que los armenios del enclave depusieran las armas. El brevísimo conflicto bélico del pasado martes dejó al menos 200 muertos y 400 heridos.
¿Qué explica la tenacidad de los armenios de Nagorno–Karabaj, que ya han experimentado tres conflictos armados desde 1988 y se niegan a abandonar su tierra? Sin duda la convicción que tienen de que, en esa región, nació y se expandió el cristianismo en Armenia –la primera nación en convertirse como tal a la fe a principios del siglo IV–, y de que es de mucho valor lo que está en juego.
En el Alto Karabaj, oficialmente territorio de Azerbaiyán, se alza el Monasterio de Gandzasar, del siglo XIII, que los cristianos ortodoxos armenios consideran como uno de los centros espirituales de su iglesia.
Mucho antes de la llegada a esas tierras del Corán, aquí predicaron según la tradición los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé. No es la de Nagorno-Karabaj una disputa territorial, ni siquiera un conflicto étnico entre armenios y azeríes.
Para muchos es ante todo una disputa religiosa. «¿Miraremos hacia otro lado ante la destrucción de otra comunidad cristiana a manos de un islam agresivo?», ha escrito John Eibner, presidente de la Sociedad Cristiana Internacional.
La minoría armenia que tiene en Stepanakert su capital vive de la ayuda que le proporciona el régimen de Ereván a través del corredor humanitario. Y Ereván, a su vez, se ha apoyado hasta ahora en Rusia, por el hermanamiento que les da la Historia y la fe ortodoxa. Una serie de desencuentros entre Armenia y Rusia y, sobre todo, la distracción que supone la guerra en Ucrania para el régimen de Putin, explica la decisión de Azerbaiyán de lanzar la ofensiva militar contra el enclave armenio en su territorio, contando con el apoyo de Turquía y la presunta indiferencia de Occidente.
El régimen azerí de Ilham Aliyev, que heredó el poder de su padre, se siente fuerte por las rentas del petróleo, que le han servido sobre todo para reforzar su ejército. Aliyev promete a la comunidad internacional –y así lo repite estos días, en las conversaciones tras la capitulación de los armenios– que respetará los derechos culturales y religiosos de los que no quieran abandonar Nagorno–Karabaj, para ceder su sitio a los musulmanes azeríes. Pero, si el autócrata de Bakú no ha sido capaz de garantizar derechos a sus conciudadanos durante sus veinte años en el poder, ¿es fiable su promesa a los armenios?
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