Condenado a 35 años por el genocidido de los Jemeres Rojos en Camboya
Kaing Guek Eav, alias «Duch», que dirigía el centro de torturas de Tuol Sleng (S-21), es el primer cargo del atroz régimen de Pol Pot sentenciado por crímenes contra la Humanidad

Con más de tres décadas de retraso, la Justicia ha dictado hoy su primera sentencia contra el brutal genocidio de los Jemeres Rojos, una de las mayores atrocidades de la Historia de la Humanidad al cobrarse la vida de dos de los siete millones de camboyanos entre 1975 y 1979 . Tras un largo juicio que comenzó en febrero del año pasado, un tribunal internacional de la ONU ha condenado a 35 años de cárcel a Kaing Guek Eav, alias “Duch”, quien estaba al mando de la infame prisión y centro de torturas de Tuol Sleng (S-21).
Con más de tres décadas de retraso, la Justicia ha dictado hoy su primera sentencia contra el brutal genocidio de los Jemeres Rojos, una de las mayores atrocidades de la Historia de la Humanidad al cobrarse la vida de dos de los siete millones de camboyanos entre 1975 y 1979. Tras un largo juicio que comenzó en febrero del año pasado, un tribunal internacional de la ONU ha condenado a 35 años de cárcel a Kaing Guek Eav, alias “Duch”, quien estaba al mando de la infame prisión y centro de torturas de Tuol Sleng (S-21).
Por esta antigua escuela de la época colonial francesa, reconvertida hoy en museo de los horrores, pasaron más de 14.000 presos que fueron salvajemente torturados en desquiciados interrogatorios donde se les preguntaba si eran espías de la CIA, del KGB o de ambas. De ellos, apenas media docena lograron sobrevivir, ya que el resto acabó ejecutado a machetazos en “Campos de la Muerte” como el Choeung Ek, situado a 15 kilómetros de Phnom Penh y donde se han descubierto 8.895 cadáveres enterrados – algunos con vida – en 86 de sus 129 fosas comunes.
Ese era el destino final tras pasar por la Oficina de Seguridad 21 que, con precisión aritmética y crueldad inhumana, dirigía “Duch”, un antiguo profesor de Matemáticas que hoy tiene 67 años. Si tiene suerte y no muere antes, podría quedar libre a los 86, ya que el juez le ha descontado 16 años de pena por los once que ha pasado entre rejas a la espera del juicio y los cinco que estuvo detenido ilegalmente por un tribunal militar.
Once horas de cárcel por víctima
“Hay importantes factores atenuantes que recomiendan un encarcelamiento limitado en lugar de uno perpetuo, como el arrepentimiento del acusado, su cooperación con la Justicia, las coerciones de los Jemeres Rojos y su posible rehabilitación”, justificó un comunicado de las Cámaras Extraordinarias en los Tribunales de Camboya.
Frente a los 40 años que pedía el fiscal y la cadena perpetua, o incluso la muerte, que reclamaban los familiares de las víctimas, este fallo se antoja tan benévolo que ya ha suscitado las primeras voces críticas. “Esperábamos que la sala acabara con la impunidad de los Jemeres Rojos pero, si puedes matar a 14.000 personas y sólo te caen 19 años – 11 horas por cada vida tomada –, ¿qué es esto? Una broma”, se quejó a la agencia Reuters Theary Sang, un camboyano que ahora tiene la ciudadanía estadounidense y perdió a su padre en Tuol Sleng.
Impasible, “Duch” escuchó la sentencia en la pecera blindada del tribunal internacional, que lo ha condenado por asesinato, violación, torturas, actos inhumanos y crímenes contra la Humanidad. Mientras tanto, muchos de los asistentes al juicio rompían a llorar ruidosamente decepcionados por el fallo, ya que no hay un solo camboyano mayor de 30 años que no haya perdido a uno o varios de sus familiares durante la atroz época de los Jemeres Rojos.
Entre abril de 1975 y enero de 1979, el “Hermano Número 1” Pol Pot y sus secuaces, revolucionarios anticolonialistas que curiosamente habían estudiado en la Sorbona de París, sembraron el terror en este bello país del Sureste Asiático. En un desquiciado intento por alcanzar la igualitaria utopía comunista a través de una sociedad agraria sin clases, los Jemeres Rojos despoblaron las ciudades, recluyeron a sus habitantes en campos de trabajo donde murieron de hambre o extenuación, separaron a las familias, abolieron la propiedad privada, prohibieron la religión, aislaron al país cortando las comunicaciones con el exterior y eliminando el servicio postal, cerraron los bancos, quemaron el dinero, suprimieron la educación, clausuraron los hospitales, anularon por completo la individualidad del ser humano y, por último, liquidaron sin piedad a todo aquél que consideraban su enemigo.
Estos eran los miembros de la afrancesada elite urbana que, a su juicio, explotaba a los paupérrimos campesinos. Al principio, la represión golpeó a los ricos, intelectuales, técnicos, maestros, funcionarios de la Administración, oficinistas e incluso a aquéllos que hablaban idiomas o que, por razones tan peregrinas como tener gafas o llevar un reloj de pulsera, parecían más ilustrados que los demás. Pero, en su paranoia, pronto afectó a todos por igual en su plan por crear una “nueva y pura sociedad” agraria.
Junto a “Duch”, que ha pedido perdón a sus víctimas tras abrazar el cristianismo, se sentarán en el banquillo otros cuatro gerifaltes de los Jemeres Rojos acusados también de crímenes contra la Humanidad.
Tras la muerte de Pol Pot y Ta Mok “El Carnicero”, sólo hay cinco acusados
Como Pol Pot murió en 1998, el más importante de ellos es Nuon Chea, el “Hermano Número 2” y antiguo presidente de la Asamblea Nacional. Le siguen Kieu Samphan, que fue presidente de la República Democrática de Kampuchea; Ieng Sary, ex titular de Asuntos Exteriores y cuñado de Pol Pot; y su esposa Ieng Thirith.
En total, sólo cinco acusados que, hoy ancianos, deberán responder por el exterminio de millones de vidas, lo que ha frustrado a la sociedad camboyana porque Pol Pot falleció en la jungla hace doce años y su jefe militar, Ta Mok “El Carnicero”, murió en 2006 mientras esperaba a ser juzgado.
Además, en el actual Gobierno abundan buena parte de los antiguos Jemeres Rojos, sobre todo los que desertaron tras la caída del régimen en enero de 1979 por la invasión de las tropas vietnamitas. Entre ellos, destacan el primer ministro, Hun Sen, que lleva en el poder desde 1985; el titular de Finanzas, Keat Cheon, que fue traductor de Pol Pot; y el de Exteriores, Hor Namhong.
Lastrada por la corrupción, la miseria y el sida, Camboya intenta pasar página al trauma de los Jemeres Rojos.
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