Coches de lujo a 30 kilómetros de la pobreza dos meses después del seísmo en Marruecos
Sólo una hora de camino separa la realidad del centro de Marrakech y la región de El Haouz, con la que se ensañó el terremoto que sacudió Marruecos el pasado 8 de septiembre. Cada día es un milagro en las endebles tiendas de campaña desperdigadas a los pies del Atlas
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Muchos kilómetros de avenidas remozadas, asfalto, calzadas, aceras, iluminación, bancos para sentarse, árboles, y, sobre todo, césped por todas partes son el testimonio de unas obras frenéticas que se hicieron entre agosto y octubre; solo en dos meses, para acoger la asamblea anual del Fondo ... Monetario Internacional y el Banco Mundial. Es justo el mismo tiempo que ahora nos separa de la noche del seísmo. Pero las obras, aceleradas, pusieron patas arriba el centro de la ciudad, terminaron en el tiempo estipulado y no las paró nada, ni siquiera un terremoto.
El seísmo de magnitud 7 sacudió y devastó varias regiones del centro-sur del país, causó alrededor de 3.000 muertos y dejó a muchos de los supervivientes sin cobijo. Se cebó, sobre todo, con los Douar, pequeñas aldeas esparcidas entre el Atlas y Marrakesh, en la región de El Haouz. Ahora que se cumplen los mencionados dos meses de aquel fatídico 8 de septiembre, muchos de los que se quedaron sin casa, a la intemperie, todavía siguen en tiendas de campaña que no les protegen del frío y las lluvias otoñales tan habituales en una zona donde las temperaturas nocturnas son bastante bajas.
El regreso del turismo
La Ciudad roja recobró la normalidad, los turistas volvieron y los fines de semana transcurren de forma jovial en barrios como La Palmerie, o El Hivernage, donde siempre hay mucho movimiento. La vida debe seguir su curso en una ciudad que vive, principalmente, de esto.
Al fin de semana del 4 de noviembre lo seguía un lunes festivo y, en Marrakech, no cabía un alma: en las discotecas, aforo completo (los precios de las copas no son precisamente baratos) y en los restaurantes de lujo ni una mesa libre -aunque tampoco en los más asequibles-. Los coches de lujo que se alquilan por horas (o incluso minutos) y uno se puede topar con Ferraris o Porsches luciendo una pancarta de se alquila. Sin embargo, a 30 kilómetros la realidad es muy distinta.
«El pasado fin de semana, en Marrakesh no cabía un alma. los coches de lujo se alquilan por horas y en los pubs hay aforo completo»
En las zonas más afectadas por el seísmo, La Fundación Mohamed V se ocupa de abastecer a la población del campamento de Asni; puesto que los ciudadanos no están autorizados para entregar directamente productos o ayuda humanitaria. Sólo acceden las asociaciones reconocidas y acreditadas; que hacen de intermediarias y reparten las donaciones.
Ahí, en Asni, está el hospital de campaña que el ejército levantó sólo unos días después de la tragedia; la carretera es buena y es fácil llegar ahí, pero, ¿qué pasa con los Douar menos accesibles incluso antes de la sacudida del terremoto?



El ejército y la gendarmería hicieron un trabajo colosal para reabrir la carretera y las pistas que habían quedado inaccesibles. Por estas vías pudieron circular los miles de jóvenes que se lanzaron a ayudar portando todo lo necesario. Sin embargo, las autoridades decidieron establecer un 'filtro' para poder organizar y repartir la ayuda de forma más equitativa. Al parecer, esto aún no se ha logrado: en zonas como el Douar Sidi Mohamed - y después de la asistencia prestada al principio- las organizaciones se han ido olvidaron de ellos por lo que en estos momentos se hallan en situación de necesidad urgente.
En líneas generales, la Fundación Mohamed V se ha esmerado en resolver los problemas de abastecimiento de agua y víveres y han suplido a los afectados con pequeños colchones y mantas. Pero se teme lo peor pues a los pies del Atlas suele nevar en los meses de invierno.
En Talet Nyaacoub e Ijoukak, las aldeas con las que más se había ensañado el seísmo, los aldeanos reciben ayuda permanente, esta no paró de llegar desde el inicio, hasta se les montó, gracias a la ayuda de un benefactor y una empresa local, contenedores equipados con puertas y cierre y tiendas colectivas con suelo de madera. Están dotados hasta de unidades de aseos, pero otras zonas no tienen la misma suerte y el otoño está complicando la supervivencia diaria.
Las lluvias y precipitaciones durante el pasado mes de octubre, acompañadas de vientos, dejaron en mal estado muchas tiendas que eran, en principio, de primer auxilio, pero no estaban construídas para soportar fuertes ráfagas de viento. El frío y el agua de las lluvias rápidamente se filtró dentro de las tiendas e inundó el interior (muchas tiendas no disponían de suelo impermeable o carecían totalmente de él).
En la región de Douar Sidi Mohamed, sobre todo en Iminghzer y Zoualil, muchas familias recibieron tiendas hechas con plástico de invernadero, según confirman fuentes de las asociaciones, pero este plástico acumula mucho calor durante el día y causa un efecto invernadero. Por esta causa, decenas de niños padecen problemas respiratorios, según aseguran varias madres.
En Zoualil hay cerca de cien familias que lo están pasando muy mal; los vientos rompieron muchas tiendas que obligaron a varios padres con sus hijos a sumarse a las tiendas de otros o a apañárselas para remendar las suyas maltrechas. Sumado a que el Douar Sidi Mohammed quedó olvidado y que no volvieron los médicos ni la Fundación ni empresas que se solidarizarón están faltos todavía de mantas, colchones, ropa de invierno y también víveres, cuando el frío se hace cada vez más notable e inaguantable.
Si en zonas como Imlil, la mayoría de los afectados pudo volver a su hogar, puesto que los daños fueron más leves, otras zonas no gozan de la misma suerte. A Imarine, solo se puede llegar a través de una carretera sinuosa. Ahí, entre colinas y pendientes con bastante desnivel, hay tiendas dañadas situadas a diferentes alturas. Las precipitaciones de octubre hicieron que muchas de estas tiendas se deshiciesen y que el agua y humedad llegase a filtrarse. Es un terreno no apto para acampar por lo que otra tormenta sería insoportable y peligrosa para la gente que ya ha perdido su hogar y sólo busca refugio en previsión de las inclemencias que se presentan.
En Iguenferen, las tiendas que había tampoco eran de buena calidad. Por las noches, según señalan los aldeanos, son auténticas neveras y la lluvia hizo que el agua llegara adentro dejando inservibles los pequeños colchones y mantas de las que disponían. Todos expresan su miedo porque el frío, y quizás la lluvia, no han hecho nada más que empezar, y tampoco queda mucho para las nevadas que suelen aparecer por diciembre o enero. Aunque queda tiempo, recuerdan que en dos meses la situación no ha mejorado y, si en las próximas semanas siguen así, continuar con vida puede convertirse en una verdadera hazaña.
En El douar de Tidli Messfioua, se puede ver cómo los que se quedaron sin hogar se las han ingeniado para construir endebles refugios con troncos de árboles y plásticos improvisados, sin nada en el suelo que les proteja del frío o la humedad. Se sobrevive con lo mínimo.
El milagro de un día más
En las carreteras por las que se puede transcurrir, entre curvas, se perciben todavía muchas tiendas cerca; gente que decidió acercarse hacia otros núcleos de población.
Muchos, demasiados, diría, dicen que es duro sumar un nuevo día al calendario haga calor o frío. Algunos sólo piden palés de madera para que el frío o la humedad no llegue hasta los pequeños colchoncitos sobre los que descansan mucho niños.
En Amezmiz, otra región damnificada, ya hubo hace dos semanas manifestaciones exigiendo mejores condiciones; las protestas, pacíficas, se repitieron varios días. Ahora, las temperaturas, por las noches, sobre todo, van descendiendo. Sus temores, más que fundados, crecen ante lo que se avecina. Como decía una famosa serie: «El invierno se acerca».
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