Biden muestra debilidad en el arranque de una campaña electoral larga y extenuante
En las últimas citas, el mundo ha visto un líder que proyecta una imagen de debilidad y cuya presencia en público solo ahonda las dudas sobre su edad
Cinco lapsus en dos semanas: los despistes de Biden aumentan y su salud vuelve a ser cuestionada
«No es la misma persona»: la agudeza mental de Biden, otra vez cuestionada

'Just watch me'. 'Simplemente, mírame'. Esa es la respuesta jactanciosa que Joe Biden ha repetido cuando le han preguntado sobre su edad y las dudas que provoca en el electorado. El presidente de EE.UU. ha defendido que mantiene una actividad ejecutiva rigurosa ... y que pocos podrían seguirle el ritmo.
El mundo ha mirado a Biden en las dos últimas semanas, en dos citas internacionales de calado: el aniversario del desembarco en Normandía, la cumbre del G7 en Italia. Y lo que ha visto es lo mismo que observan de forma habitual quienes decidirán sobre su reelección el próximo otoño: un líder que proyecta una imagen de debilidad y cuya presencia en público solo ahonda las dudas sobre su edad.
Biden ya batió el récord de ancianidad para un presidente cuando ganó las elecciones de 2020. Ahora acude a por un segundo mandato en unas elecciones que se celebrarán el 5 de noviembre, 15 días antes de que cumpla 82 años. Si gana, permanecerá en la Casa Blanca hasta los 86 años.
El problema no es que Biden tenga una edad avanzada. Si no que, al menos en lo que tiene que ver con la imagen, la aparenta. Tiene problemas de movilidad, con gran rigidez y lentitud. Se vio en los actos oficiales en Normandía. Por ejemplo, cómo se sentaba con dificultad entre Emmanuel Macron, el presidente de Francia, y su esposa, Jill Biden (el vídeo fue después editado de manera engañosa para parecer que el presidente buscaba sentarse en una silla inexistente). Esta semana, en Italia, las cámaras captaron cómo Biden se quedaba mirando a los participantes en una exhibición de paracaidismo y tardaba una eternidad en darse la vuelta, a instancias de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, para una foto oficial.
Liberar la agenda
El presidente de EE.UU. ha tomado además decisiones que no se compadecen con un líder vigoroso. La semana pasada limpió su agenda nada más aterrizar en París, donde estuvo todo un día sin actos oficiales, descansando en su hotel. En Italia, se ausentó de una de las cenas oficiales con el resto de homólogos de las grandes potencias. «Cerramos el día bastante tarde con un acuerdo bilateral de seguridad histórico», dijo un alto cargo de Biden a la prensa en relación al compromiso de ayuda militar alcanzado por el presidente de EE.UU. con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Con esa sensación de debilidad, Biden tiene que lanzarse ahora a la carrera electoral. La campaña acelera a finales de este mes, cuando se llegará a la primera meta volante: el primer debate entre candidatos. El 27 de junio, en un duelo retransmitido por CNN, los estadounidenses tendrán la oportunidad de medir la apariencia, las posiciones, la agilidad mental, la coherencia, el rigor y la ilusión que proyectan Biden y su rival, Donald Trump.
El multimillonario neoyorquino no es ningún joven. Ayer cumplió 78 años y si gana en noviembre batirá el récord de ancianidad de Biden en ganar unas presidenciales. Como el candidato demócrata, abunda en deslices verbales y su agudeza mental también ha sido cuestionada. Pero no está lastrado por el sambenito de la edad. Sus cumpleaños se celebran. Los de Biden se lamentan.
Cuatro meses de campaña
Tras el debate, Biden y Trump enfrentarán cuatro meses de campaña. En las últimas semanas, será un trajín demoledor de viajes y mítines. En ellos, el republicano se siente cómodo, absorbe energía de la idolatría de sus seguidores. Biden parece que los sufre.
El presidente tendrá, además, que compatibilizar la campaña con su agenda, lo que añadirá esfuerzos. Por ejemplo, la cumbre de la OTAN en julio o la Asamblea General de la ONU, en septiembre. Será una situación por completo distinta a la de la campaña de 2020. En plena pandemia de Covid-19, Biden apenas tuvo que exponerse. Se permitió dar muy pocos mítines y racionó sus entrevistas y apariciones públicas. Los republicanos le afeaban que hizo una campaña «escondido en el sótano» de su mansión en Delaware. Pero le funcionó y ganó la elección. Ahora no podrá darse ese lujo y se verá forzado a recorrer las cuatro esquinas del país en busca del voto para remontar a Trump, que le lleva una ventaja por la mínima en las encuestas.
Lo único que puede cambiar todo esto es un escenario cada vez menos viable: que Biden dé un paso al lado y los demócratas busquen un candidato alternativo. Es algo que se discutió con fuerza en los círculos demócratas a comienzos de este año, pero cada día que pasa es más difícil. Si el desempeño de Biden en el debate frente a Trump es un desastre, reaparecerán las voces que clamen por un volantazo, por encontrar un candidato al que impulsar en la convención del Partido Demócrata, que se celebrará en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto.
El problema es que el recambio obvio no ofrece garantías. Kamala Harris, la vicepresidenta, tiene un índice de valoración tan bajo como el de Biden: solo le aprueba el 38% del electorado, igual que a Biden. La única noticia positiva para los demócratas es que enfrente tienen a Trump, también con un 38% de valoración positiva, y a quien Biden ha demostrado que puede derrotar.
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