CIEN AÑOS DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO
Xi Jinping, el represaliado por Mao convertido en represor
El mandatario chino preside el centenario de la fundación de un Partido Comunista que ha devuelto al culto personalista

Según las leyes y costumbres de la China Imperial, mencionar el nombre de su majestad era tabú. Algo queda de aquella práctica en la memoria colectiva de una sociedad que evita pronunciar a la ligera tres sílabas ubicuas en la propaganda estatal. Nunca ... se sabe, además, dónde acechan oídos o micrófonos indiscretos. Hay un lugar, no obstante, donde esta exigencia resulta menos imperiosa: Liangjiahe. «¿La cueva de Xi Jinping? ¡Todo recto!», indica solícito un guardia de seguridad apostado en la única carretera de la localidad.
Siete años de la juventud de Xi transcurrieron entre las colinas de este remoto pueblo, adonde llegó como uno de los millones de estudiantes enviados a trabajar al campo durante el fervor ideológico de la Revolución Cultural. Aquel adolescente represaliado es hoy, tras una deriva personalista, el líder chino más poderoso desde Mao Zedong y el encargado de conducir a China hacia la primacía global. Como tal esta semana preside los fastos que, con pompa y suntuosidad, conmemoran el centenario de la fundación del Partido Comunista (PCCh).
Nacido en 1953, Xi es apenas cuatro años menor que la República Popular que encabeza. Creció en el más privilegiado de los entornos como hijo de Xi Zhongxun, miembro destacado de la primera generación de revolucionarios. Pero el lado oscuro del autoritarismo pronto se volvió contra su familia. Tenía 9 años cuando en 1962 su padre fue acusado de deslealtad y, pese a ostentar el puesto de viceprimer ministro, despachado a una fábrica de tractores en Luoyang. Más tarde los guardias rojos encarcelarían al patriarca y saquearían la residencia familiar, un trauma que empujó a su hermana Xi Heping al suicidio. En 1969, a los 17, le llegó el turno al muchacho: la vida de campesino en Liangjiahe le aguardaba.
La zona ha cambiado mucho desde entonces. El pueblo se ha convertido en una atracción turística a la que solo se puede acceder, previo pago de entrada, tras franquear un gran pórtico entre estrictas medidas de seguridad. Un grupo de visitantes guiado por una militar recorre una de las chozas de paredes de adobe que Xi habitaba junto a sus compañeros. «Era un apasionado lector», señala apuntando a una vitrina que contiene alguno de sus libros. ‘Qué es el marxismo’, reza la ajada portada de uno de ellos. Le acompañan títulos firmados por Marx, Lenin y autores clásicos chinos como Lu Xun.
Un grupo de visitantes guiado por una militar recorre una de las chozas de paredes de adobe que Xi habitaba junto a sus compañeros
La narración oficial cuenta la historia de un joven trabajador, volcado en mejorar las condiciones de vida de sus vecinos. Es un secreto a voces que las fuerzas de seguridad han instruido a los lugareños a no revelar nada al respecto. Agentes de policía, además, patrullan el itinerario. La anciana que regenta una tienda de souvenirs tiende su bol de arroz al extranjero, invitándole a comer. «Llevo toda la vida aquí», asiente, como atestiguan los pliegues de una piel curtida al sol. De nuevo, no hace falta mencionar el nombre. «¿Se acuerda de él?» . Sacude la mano y balbucea dos palabras. «No puedo».
Padre y patria
Si algo aprendió Xi en Liangjiahe, además de la dureza de la vida rural, fue el peligro que entraña la inestabilidad política . «La gente que tiene poco contacto con el poder, que están lejos de él, siempre ve estas cosas como misteriosas y novedosas (...). Yo entiendo la política a un nivel más profundo», aseguraría una inusitada entrevista. Quizá por ese motivo, y pese a haber sufrido en carne propia los desmanes del régimen, su experiencia vital le hizo amarlo aún más. China, el PCCh, Mao y su padre forman un relato unitario en su biografía.
A los 24 años abandonó el pueblo y tras completar sus estudios universitarios comenzó una carrera política en la que se labró la reputación de político honrado. Tras escalar puestos en la administración local y regional, en octubre de 2007 fue incluido en el Comité Permanente del Politburó como heredero oficioso. Los motivos exactos de su elección siguen siendo un misterio. «Xi había surgido como el candidato de compromiso. (...) Era un funcionario experimentado de linaje impecable y aceptable para las dos facciones dominantes», escribe Richard McGregor en su libro ‘Xi Jinping: The Backlash’.
«Pero como la creación de Frankenstein, Xi ha ido mucho más allá de las expectativas de sus creadores» , apunta Jean-Pierre Cabestan, profesor en la Hong Kong Baptist University. «Ha acumulado mucho más poder que cualquiera de sus predecesores con la única excepción de Mao, e incluso Mao estaba más desvinculado del día a día», añade. Xi ha puesto en marcha la mayor campaña anticorrupción en la historia moderna de China –millón y medio de afiliados condenados entre 2012 y 2019– y ha reideologizado la vida pública por medio del ‘Pensamiento de Xi Jinping’, incluido en la Constitución del PCCh durante su 19º Congreso celebrado en octubre de 2017.
«Ha acumulado mucho más poder que cualquiera de sus predecesores con la única excepción de Mao, e incluso Mao estaba más desvinculado del día a día»
Pero, sin duda, su mayor hito ha sido la eliminación de límite de mandatos presidenciales . «Su ansia de poder ha desestabilizado el consenso político (...). Xi ha solidificado su autoridad a expensas de la reforma política más importante de las últimas cuatro décadas: la transferencia regular y pacífica del poder», detallaba un informe reciente del laboratorio de ideas Lowy Institute, titulado ‘After Xi’.
Este mecanismo había sido puesto en marcha por Deng Xiaoping para evitar que China volviera al gobierno de un solo hombre tras la muerte de Mao. En uno de sus poemas más célebres, ‘Nieve’, el Gran Timonel llora a los grandes nombres del pasado, empezando por «Gengis Khan, / favorito del cielo por un día», antes de concluir: «Para encontrar los verdaderos héroes / hay que buscar en nuestros propios días». Como tantas otras veces, Xi no necesita leer su nombre para estar seguro de que se refiere a él.
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