Delfines soldado al servicio de Rusia y EE.UU.: todo lo que ellos hacen mejor que los seres humanos
Son inteligentes y rápidos, no generan sospechas a los barcos enemigos, se pueden entrenar para espiar, detectar minas e incluso matar. Y, sobre todo, poseen el sónar más sofisticado que se conoce

El biólogo marino Aldemaro Romero Jr , que ha dedicado su vida a estudiar los delfines, cuenta una anécdota sorprendente . El científico llevó a sus alumnos a realizar un estudio de campo con estos animales en las Bahamas: «Varios delfines se colocaron ... delante de una chica y no paraban de mirarla mientras movían la cabeza de arriba abajo. No prestaban atención al resto de los estudiantes, solo la miraban a ella». Cuando la clase terminó, el profesor, intrigado, hizo un aparte con la alumna, que también estaba sorprendida por lo ocurrido, y le preguntó si estaba embarazada. La joven se lo confirmó, de dos meses y medio. No se le notaba, pero la gestación explicaba el extraño comportamiento de los delfines.
«Ellos veían al feto a través de su sónar –relata el científico a ABC–. Los delfines se comunican por sonidos y ultrasonidos y con los ecos que reciben se les representa una imagen en su cerebro similar a una ecografía . Eso explica que miraran a la joven de arriba abajo. Y se mostraban tan curiosos porque probablemente era la primera vez que veían un feto dentro de un ser humano».
El sofisticado sónar de los delfines –parecido al radar de los murciélagos– es solo uno de los elementos que los hace tan diferentes del resto de los mamíferos marinos y tan deseados por las Armadas aparentemente más avanzadas del mundo, como la estadounidense y la rusa –de la china no hay pruebas–, que empezaron a adiestrar animales para operaciones militares hace más de sesenta años.
Al principio, lo intentaron con ballenas beluga, orcas, tiburones, rayas, tortugas y aves marinas, pero la Marina de Estados Unidos acabó centrándose en dos especies , el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus) y el león marino de California (Zalophus californianus). Estas son las dos especies que hoy en día siguen formando parte del Programa de Mamíferos Marinos de la Armada cuya base está en Point Loma, en San Diego, California. Allí se encuentran los corrales marinos donde viven decenas de animales que reciben entrenamiento militar.
Guerras del Golfo y de Ucrania
La última vez que Estados Unidos envió a sus delfines a una misión militar fue durante las dos guerras del Golfo, donde uno de ellos murió como consecuencia de una infección. Y la Armada de Rusia los está utilizando en estos momentos en la guerra de Ucrania , como ha quedado demostrado en las fotos tomadas por satélite hace unas semanas en la base naval de Sebastopol, en Crimea. En la imagen, facilitada por Maxar Technologies, se observan dos corrales marinos con delfines entrenados militarmente para proteger los barcos y la base.

Durante los primeros treinta años –el programa americano se creó en 1959– y coincidiendo con la Guerra Fría, el entrenamiento de los animales se realizaba con gran secretismo en Estados Unidos, aunque se sabe que se enviaron delfines soldado a la guerra de Vietnam. En 1990, tras la caída del Muro de Berlín, el programa se desclasificó –al menos, parcialmente– y se redujo. Algunos delfines fueron 'jubilados' y se ofrecieron a espectáculos acuáticos y a otros se les intentó liberar tras las protestas de asociaciones defensoras de los animales.
Ahora se pueden visitar los corrales marinos de la base de Point Loma, donde viven los mamíferos que siguen sirviendo a la Armada estadounidense. Los leones marinos se emplean, sobre todo, para recuperar material de la Marina del fondo del océano; los delfines, para localizar minas submarinas, y ambas especies se entrenan para defender de ataques enemigos los barcos y las instalaciones de la Armada.
La propia Marina estadounidense reconoce que el sónar de los delfines es el más sofisticado que se conoce y les permite detectar minas y rastrear objetivos, incluso en aguas turbias y profundas, y sin padecer los problemas de descompresión que sufren los buzos humanos. Por ello, aunque algún día será posible realizar esas misiones con drones submarinos, la Armada cree que por ahora la tecnología no es rival para los animales.

El profesor Romero, que ha desarrollado la mayor parte de su carrera como biólogo marino en Estados Unidos, conoce muy bien las capacidades de los delfines: «Son animales muy inteligentes, su presencia no genera sospechas a los barcos enemigos, pueden portar cámaras en su cuerpo, no dejan señales que permitan detectar su presencia y se pueden entrenar fácilmente para varias misiones, como espiar, colocar o detectar minas e, incluso para matar». De hecho, se les pueden colocar instrumentos en la boca para atacar y, como alcanzan velocidades muy altas, destrozan a su víctima .
Cuando uno de ellos está haciendo labores de vigilancia, se dirige a los buceadores que entran en su zona. «Si los buzos emiten ultrasonidos, los identifican y no los atacan, pero están entrenados para atacar a aquellos buzos que no los emitan», explica el científico venezolano y estadounidense. «La Marina de Estados Unidos siempre ha negado eso, pero obviamente no lo quieren reconocer porque se levantaría una gran polémica pública, lo cual dañaría un programa que aún se mantiene con bajo perfil», añade el investigador. Para hacer lo mismo que un delfín, «los seres humanos tienen que utilizar botellas de aire comprimido que se detectan con sónar y producen burbujas», añade.

Además del sónar (que les permite la llamada ecolocalización), los delfines tienen un oído extraordinario . «Nosotros, los humanos, oímos sonidos bajo el agua, pero no discernimos. Ellos, sí», señala el profesor Romero, quien añade que «los delfines hacen cosas que uno no se puede imaginar». «Por ejemplo, no duermen; cuando descansan apagan la mitad de su cerebro , pero la otra mitad sigue en alerta. Nunca duermen con los dos lados del cerebro a la vez». Y, además, tienen su propio lenguaje , que transmiten a través de sonidos procedentes de la parte profunda de la laringe.
Diferentes acentos
Aunque los seres humanos solo perciben chasquidos y silbidos, los estudios demuestran que los delfines se comunican entre sí y que emiten sonidos para identificarse, alertar ante peligros o expresar emociones . «Cada grupo de delfines tiene su propio acento, de la misma forma que un español puede tener acento gallego o andaluz. Con solo oírle sabes de qué lugar del planeta procede el delfín. Y, además, cada uno de ellos, tiene su propia voz», afirma el profesor Romero.

A los delfines soldado se les entrena de una forma similar a los perros de defensa o a los que detectan drogas o explosivos, aunque no se conocen los detalles de la instrucción que reciben. «No se sabe cuánto dura exactamente el entrenamiento de un delfín con fines militares», sostiene el biólogo marino. Además, añade, «no todos los delfines aprenden igual de rápido. Unos tienen mayor facilidad para realizar determinadas tareas y otros para otras. Por ello, se puede entrenar a un centenar de delfines y que, al final, diez sean válidos para realizar determinadas labores. A veces, el entrenamiento tarda años porque los animales se tienen que adaptar a nuevas actuaciones y tecnologías. Lo habitual es que a los dos o tres años, un delfín esté preparado y, además, a esa edad ya ha alcanzado su madurez sexual», que es un momento clave en la vida de estos animales.
Partos 'asistidos'
Normalmente, cuando las hembras de delfín dan a luz «son 'asistidas' por otra hembra, la 'enfermera', que también ayuda a la cría a subir a la superficie para respirar», relata Romero. «El nuevo delfín vivirá con el grupo hasta que alcance la madurez sexual, momento en el que lo abandona para evitar cruzarse con su propia familia, es decir, la endogamia».
«En libertad, un delfín suele vivir entre veinte y cuarenta años, pero en cautiverio pueden vivir más porque no se exponen a sus depredadores naturales, como las orcas. No obstante, con la edad pierden facultades», de manera que las Armadas los 'jubilan'.
Los delfines militarizados viven en corrales marinos situados en su base y, cuando tienen que realizar una operación en una zona alejada, se les traslada en buques de guerra, aviones o helicópteros , dentro de una especie de camillas forradas con lana que se suspenden en contenedores de fibra de vidrio llenos de agua.

Los barcos que los trasladan hasta el campo de operaciones tienen una especie de trampolines desde los cuales se lanzan al mar. Una vez terminada la operación encomendada, «se les llama mediante un silbato submarino que emite una frecuencia determinada de sonidos y que ellos interpretan como misión cumplida, por lo que regresan a la embarcación», relata el experto.
No tan disciplinados
Pero los delfines, por muy entrenados que estén, no son unos soldados sumisos, obedientes y disciplinados. «Son como los humanos: tienen días buenos y días malos . A veces, están de mal humor y pueden reaccionar de forma inesperada. Son muy inteligentes, pero muy variables», advierte el biólogo. Por eso, él recomendaba a sus alumnos que, cuando se acercaran a los delfines en su estado natural, lo hicieran con los brazos pegados al cuerpo y esperaran que fueran los cetáceos los que se acercaran a ellos.
En este sentido, Naomi Rose, especialista en mamíferos marinos del Animal Welfare Institute de Washington, cuenta que altos mandos de la Armada estadounidense que trabajaron con delfines reconocieron en su día que no eran «soldados fiables». «Están de mal humor. Tienen personalidad, no entienden el concepto de lealtad a su país . No son ciudadanos de los Estados Unidos, son ciudadanos del océano, por lo que no eran fiables», relató Rose.
Aunque la Armada de Estados Unidos trata de equiparar el entrenamiento que reciben los delfines con el de los perros-policía, varios científicos que han mantenido contacto estrecho con cetáceos en cautividad no están de acuerdo con esta comparación. «Los delfines llevan mal los entrenamientos, sufren estrés y se vuelven agresivos», sostiene el profesor Romero.
Además, añade el biólogo, los delfines tienen muy buena memoria . «Recuerdo el caso de un delfín que trajeron en 1970 o 1971 al acuario de Barcelona y, durante el traslado, a una persona se le cayó la camilla en la que se trasladaba al animal. El delfín se hizo daño y, a partir de ese momento, no quiso estar nunca más cerca de esa persona».
El caso más conocido de agresividad por cautiverio es el de la orca Tilikum , que nació en libertad, fue capturada cuando tenía dos años, pasó casi 34 años en parques acuáticos de Canadá y Estados Unidos y murió a los 36, tras haber matado a tres seres humanos . Dos de ellos eran sus entrenadoras y las atacó en pleno espectáculo ante el público. Su historia, que se narra en el documental 'Blackfish' , de la cineasta Gabriela Cowperthwaite, puso en marcha una campaña en contra del uso de cetáceos en espectáculos recreativos.
A partir de ese momento las protestas de los defensores de animales fueron creciendo y las presiones obligaron a liberar en el mar mamíferos criados en cautividad, pero su adaptación al océano es muy complicada. Los delfines tienen que aprender a cazar peces vivos (en el acuario se los dan muertos), a defenderse de los depredadores y a evitar el contacto humano. «La idea era liberarlos donde hubiera otros delfines para que pudieran imitarlos, pero como no se hizo seguimiento, no se sabe si los delfines se adaptaron o no», explica Romero.
Una de las experiencias más ilustrativas es la que protagonizó Ric O´Barry, el entrenador del famoso delfín 'Flipper' , aunque en realidad eran cinco cetáceos diferentes los que salían en la serie de televisión. Cuando Kathy, la delfín que hacía de Flipper con más frecuencia, se le murió en sus brazos , Barry se pasó al otro lado de la historia. A partir de ese momento, dejó de capturar y entrenar animales y, desde entonces, se dedica a luchar contra la industria de la cautividad y a rehabilitar delfines para intentar liberarlos de nuevo en el mar.
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