personajes olvidados
Benito Soto: el español que aterraba a los ingleses e inspiró 'La canción del pirata' de Espronceda
Nacido en Pontevedra, se cobró la vida de 75 personas y más de media docena de navíos antes de que su barco se estrellase en el sur de la península
Los alumnos con discapacidad intelectual del taller organizado por la 'Fundación A LA PAR' y la 'Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau' han elaborado para ABC un cuadro sobre este criminal olvidado de la historia
Ferrer-Dalmau reflota el San Ildefonso, el revolucionario navío español que aterraba a la Royal Navy en el siglo XVIII

La prensa de la época cantó las loas de la captura aquel enero de 1830. Y no era para menos: Benito Soto, el pirata gallego más famoso y cruento del Atlántico, había sido atrapado, juzgado y ejecutado por las autoridades de Gibraltar. Para entonces sumaba 75 asesinatos en su haber, así como el asalto y la destrucción de más de media docena de bajeles de múltiples naciones, inclusive varios de bandera inglesa. Lo que se suele obviar, sin embargo, es que fue España quien ajustició a los diez marinos de su tripulación hallados en Almería y que, a pesar de que el capitán fue ahorcado en suelo inglés, el Gobierno español le había impuesto un castigo ejemplar por si los británicos decidían liberarlo: desmembrar su cuerpo y colocar cada uno de los trozos en la costa.
Al otro lado del teléfono, Nuria Arribas Martín suena enérgica. Conoce bien la historia de Benito Soto, pues la ha estudiado junto a sus alumnos para elaborar la pintura que hoy encabeza este artículo. Ha sido un mes de trabajo, pero está orgullosa de sus chicos. «Nuestro taller, organizado por la 'Fundación A LA PAR', la 'Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau' y la Universidad Nebrija, con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte y la Fundación ONCE, busca crear un espacio para que personas con discapacidad intelectual puedan formarse en pintura, dibujo, artes plásticas, restauración de madera y artes decorativas», explica a ABC. El cuadro, que han elaborado de manera coral en las clases, es uno de los muchos ejemplos de superación.
«Estamos preparando una exposición para mostrar todo el trabajo que hemos hecho con los chicos y chicas durante el curso, y en él tiene mucha influencia la pintura histórica», sostiene. Por el momento cuentan con nueva alumnos, dan clase de lunes a viernes y esperan repetir el proyecto. Porque, en sus palabras, es un verdadero privilegio enseñar a estos chicos y divulgar, también en parte, el pasado español. Beatrice Servadío Bris lo sabe bien, pues, como representante de la 'Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau', colabora en el día a día de los alumnos y les aporta esa doble visión: la de los pinceles y la historia de España.
[Puede leer la entrevista completa a Nuria Arribas al final de este artículo]
Pirata temido
Vino al mundo Benito Soto en la Pontevedra de 1805, año de la triste derrota de Trafalgar contra los ingleses. Y poco más se sabe de su infancia. Su primera gran aparición en las páginas de la historia la tuvo a los 22 años, cuando, allá por noviembre de 1827, izó velas desde Río de Janeiro el buque en el que sentaba sus reales. El 'Diario mercantil de Cádiz', que recogió en un artículo las vivencias del español en 1830, confirmó que «estaba en el bergantín brasileño 'Defensor de Pedro', con destino a la costa de Mina», que se hallaba a las órdenes del teniente de la Marina Real Pedro Maris de Souza Sarmiento y que contaba con 39 compañeros, «algunos pocos españoles».
El viaje no fue tranquilo. El 26 de enero de 1828, Soto y otros tantos marineros aprovecharon que el capitán se hallaba en tierra con sus oficiales para conseguir el control del buque. Las facas, espadas y trabucos hicieron el resto. El de Pontevedra no mostró piedad con nadie. Después, a lomos de aquel bergantín, arrancó su reino del terror. «Mandaron a tierra en el bote a los que creían menos necesarios y se quedaron con aquellos que suponían poder serles útiles. Obligaron en seguida al piloto Manuel Antonio Rodríguez a que dirigiese el rumbo al sur de la línea, y aquí fue donde se abrió campo a un cúmulo de horrores y asesinatos», explicaba el mencionado 'Diario mercantil de Cádiz'.

Duele ver la larga lista de buques que atacó, saqueó y hundió el gallego con 'La burla negra', el nombre de guerra con el que bautizó a su bajel. La primera víctima la avistaron, viento en popa, en las aguas de la isla de la Ascensión: la fragata 'british' 'The morning star'. El capitán, un tal Gibbs, iba cargado hasta la toldilla de café, canela, soldados inválidos, mujeres y niños. «En esa fragata cometieron los excesos de que solo referirlos se resiente la humanidad y el decoro. Luego, abandonaron la fragata después de haberla dado dos barrenos para que se fuera a pique», explicaba el periódico. Soto arrampló con todo: mercancías, herramientas... Y, una vez más, no tuvo piedad. «Al capitán y a otros cuatro que retenían en el bergantín los fueron matando uno a uno», confirmaba el diario.
Y a partir de ahí, la retahíla. La fragata americana 'Topaz', que saquearon y quemaron tras asesinar a toda su tripulación, fue la siguiente. Y continuaron con el 'Cassnock', el 'New Prospeet', la fragata portuguesa 'Melinda' y el 'Simbury'. Casi nada. Según la publicación, satisfechos de riquezas decidieron dar buena cuenta de las monedas: «Temerosos ya de ser perseguidos en aquellas aguas, determinaron dirigirse a España, tomar tierra en ella vender lo que habían robado, repartirse su producto y, separándose cada uno por su lado, gozar impunemente del fruto de sus iniquidades». Arribaron a su destino, A Coruña, el 26 de abril, tras hacer una breve parada en Pontevedra. Al parecer, y en palabras del periódico, con ganas de perpetrar todavía más fechorías:

«Ansiando todavía por sangre humana, y no contentos con la que habían derramado entre ellos cuando, al principio de su infame carrera asesinaron a un tal Miguel Ferreira y a un cierto Caravallo, mataron en el tránsito de Pontevedra a la Coruña al cocinero Juan, a un negro llamado Joaquín y a un marinero americano del bergantín 'Topaz', que hasta entonces habían conservado con ellos».
Pero, como bien escribió el periodista en aquel artículo, «ya había llegado al colmo la medida de sus atrocidades, y la justicia divina los aguardaba para poner término a sus crímenes». La espita que detonó la carrera delictiva de Soto fue un error humano. En las cercanías de Gibraltar, el piloto de 'La burla negra' erró el rumbo y se dio de bruces contra la playa de la Cortadura con un gran estruendo. Es increíble lo rápido que gira el destino... Sin el resguardo de su amado bergantín, marineros y oficiales huyeron a la velocidad del rayo y se refugiaron en una pensión de la ciudad de Almería. Allí fueron cazados por la justicia. A su capitán le sucedió otro tanto, aunque en una vivienda de Gibraltar.
Ejecución
Son mil las historias que se narran de Soto a partir de este punto. Algunos sostienen que la tripulación enterró todas las riquezas que portaba 'La burla negra' en la costa; otros tantos, que sus correrías sirvieron a Espronceda para forjar su insigne 'Canción del pirata'. Lo que quedó sobre blanco fue que Soto fue juzgado y ajusticiado en Gibraltar. Y también algo que no se suele contar: España, a través de un fiscal normando por la Armada –el teniente de navío Jorge Lasso de la Vega– estableció que, aunque el criminal fuese considerado inocente, sería ajusticiado por los tribunales rojigualdos. Así queda claro en la obra del siglo XIX 'Los piratas del defensor de Pedro: extracto de las causas y proceso formado contra los piratas del bergantín':
«Concluyo por el Rey que Benito Soto, luego que sea habido, ya fuese por efecto de la reclamación hecha al Gobierno de Su Majestad Británica, o de algún otro modo, si los tribunales ingleses, a cuyo juicio se halla sometido, lo declarasen indemne por falta de comprobantes para la expiación de sus delitos o identidad de la persona, previas las formalidades legales y necesarias, sea arrastrado, ahorcado y descuartizado y su cabeza colocada en un paraje visible a orillas del mar, para público y general escarmiento».
No hizo falta. En la mañana del 25 de enero de 1830, cinco jornadas después de haber sido juzgado, fue conducido al cadalso por varios guardias ingleses. Le asistía un sacerdote español, aunque no se lo merecía. Llovía y, al parecer, besaba de forma recurrente el crucifijo que portaba entre las manos. La ejecución se sucedió en la frontera neutral entre Inglaterra y España. Y, según parece, hasta ayudó en su tarea al verdugo. La obra decimonónica señalaba que, se metió él mismo en el féretro, ubicado bajo la soga, para evitar que tuvieran que desplazar su cadáver. Después, sintió el frío beso de la Parca. Huelga decir que las muerte fueron aplaudidas en la prensa:
«Han sufrido entre ayer y hoy la pena a que se hicieron acreedores, y si bien semejante espectáculo no puede menos de conmover a las almas sensibles, la memoria de los hechos atroces que cometieron de la sangre inocente que derramaron, y de las muchas personas que fueron víctimas de su ferocidad, excitará la indignación general, y todos aplaudirán las sabias disposiciones de la justicia, que satisfaciendo la vindicta pública ha librado la sociedad de unos monstruos que no podían sino continuar llenándola de males y de horrores».

Cuatro preguntas a Nuria Arribas
–¿Cómo estudiáis el pasado para elaborar los cuadros?
Cuando hacemos un proceso de documentación para un proyecto como el de Benito Soto leemos la historia, recopilamos información y la ponemos en común. Hacemos una lluvia de ideas, enchufamos el proyector y vamos comentando todo. La idea es que al grupo le suenen las cosas y tengamos los elementos principales para elaborar el cuadro.
–¿Cómo trabajáis a partir de entonces?
Muy colaborativamente. Ponemos en común los hitos fundamentales del hecho y juntamos la parte de documentación con la creativa. Pensamos qué queremos incluir, qué debemos contar... Apuntamos todo en una pizarra y vamos construyendo la composición. Luego hacemos bocetos y lo volvemos a poner en común. A continuación, valoramos lo que nos gusta, lo que funciona y, a voto democrático, elegimos la composición final. No somos súper estrictos, nos damos cierta licencia creativa.
–¿Cómo fue el caso de Benito Soto?
Con Benito Soto le dimos vueltas y la idea del puente nos convenció. Luego vino el pirata, su nivel de crueldad, que era un personaje rudo... Al final Maite, una de las alumnas, hizo todas esas escenas de la tripulación luchando de una manera bastante cruenta. Eso expresa el carácter del personaje. Pensamos los colores, la borla negra... Y así ha quedado.
–¿Cómo en enseñar a alumnos con discapacidad?
Tiene que estar todo muy bien preparado. Para enseñar a personas con discapacidad intelectual es fundamental fragmentar en cierta medida los contenidos para hacer el programa accesible. También hay que incidir mucho en los puntos clave, cosas que se dan por sentadas necesitan más explicación. Por último, es importante la personalización del proceso de aprendizaje y enseñanza, junto al acompañamiento socioemocional en el mismo, dando cierto sustento o apoyo moral en la realización de las tareas. Eso, igualmente, adaptado a las necesidades de cada persona.
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