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Exorcismo en Almansa: la madre asesina que sacó las vísceras a su hija de 11 años para liberarla del diablo

El 18 de septiembre de 1990, la pequeña Rosa María fue destripada por su progenitora durante un extraño rito que mezclaba droga y fundamentalismo religioso

Así trabajan los 800 exorcistas con los que la Iglesia combate a los poseídos por el diablo

Rosa María Gonzálvez, por entonces de once años, falleció tras un macabro exorcismo realizado por su madre ABC
Manuel P. Villatoro

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Las palabras que publicaba ABC aquel septiembre de 1990 estaban teñidas de sangre y lágrimas: «Rosa María Gonzálvez murió en Almansa (Albacete), víctima de las prácticas satánicas». La noticia estremeció a la sociedad. Su madre, Rosa González Fito, le había extraído las vísceras a través del ano –en su momento se dijo la vagina– convencida de que el demonio se escondía en su interior. La macabra guinda fue que el aciago crimen se desarrolló durante un ritual en el que la progenitora y una de sus colegas defecaron, orinaron, mantuvieron relaciones sexuales y se drogaron sobre la cama de la vivienda. Un enfermizo exorcismo acaecido el día 18 del que se ha hablado estas jornadas al calor de la película de Rusell Crowe.

Curalotodo

Almansa. Un pequeño municipio de Albacete de apenas 22.000 personas allá por 1990 y con el curioso honor de haber acogido una batalla en 1707 entre los defensores de los Borbones y de los Austrias. Fue en este pueblo en el que nació Rosa Gonzálvez Fito el 5 de enero de 1954 y donde, 36 años después, trabajaba como sanadora. Una palabra muy recatada para afirmar que se ganaba unas pesetas mediante la imposición de manos u ofreciendo brebajes elaborados con hierbas a sus pacientes para quitarles cualquier mal. Podría parecer que, hace poco más de dos décadas, la sociedad española rechazaría estas prácticas místicas y nuestra protagonista andaría mendigando por las calles un duro con el que comprar pan.

Pero la realidad era bien distinta. Y es que, este tipo de curalotodos sin diploma eran más famosos en los círculos ocultos que Gabinete Caligari y su recién estrenada 'La culpa fue del cha cha cha'. «Almansa tenía entonces más de 350 curanderos y curanderas que vivían de prácticas como la imposición de manos y la sanación. Y recibían no solo a personas de esa localidad, sino también de los pueblos cercanos», explicaba en 2016 en declaraciones a ABC el hoy fallecido Juan Ignacio Blanco. El antiguo redactor y director del mítico semanario 'El Caso', el caballo de batalla del periodismo de sucesos durante décadas, confirmó a este diario que fue uno de los reporteros que se trasladó a la zona.

El periodista todavía recordaba el crimen como si se hubiese sucedido hacía apenas una semana. «Le iba tan bien el negocio que hizo que su marido, Jesús Fernández Pina, abandonase su trabajo y se dedicase a vigilar la sala de espera que tenían habilitada en la parte baja de la vivienda. Además le llevaba la agenda y cobraba a la gente que llegaba a la consulta. Pero Rosa no era una excepción, realmente a casi todos los curanderos de Almansa les iba bien», añadía. A nivel personal su situación era también idónea, pues contaba con una hija de 11 años, la pequeña Rosita, que, como se puede ver en las fotografías de la época, derrochaba belleza y alegría.

Divina... o no

Dejando a un lado la importancia de los billetes, son muchos los investigadores que consideran que Rosa creía realmente que había sido tocada por el dedo de Dios y que tenía poderes. Uno de ellos es el periodista especializado en sucesos Francisco Pérez Caballero quien, en su obra 'Dossier Negro', es partidario de ello: «Rosa engatusaba a sus clientes con verborrea y dudosas promesas. […] Pero Rosa creía realmente que tenía poderes. Y cada vez se sentía capaz de logros mayores». Blanco, por su parte, afirmaba que la curandera conocía las propiedades de muchas plantas que ayudaban a paliar dolores del cuerpo humano, algo que pudo hacer que se fuese creyendo cada vez más sus propias mentiras.

Dinero, familia y una clientela fiel. Todo parecía ser perfecto en la vida de Rosa. Pero, como se suele decir, la felicidad es efímera. Los nuevos tiempos trajeron consigo algunos cambios en el mundo del santerismo, y uno de ellos afectaba a nuestra protagonista. «En España empezó a correr un rumor que afirmaba que los mejores curanderos eran los que trabajaban en parejas de hermanos», señalaba Blanco a ABC. Deseosa de llenar su calcetín hasta los topes, o que este no perdiera ni un céntimo, Fito decidió entonces engatusar a su hermana menor, Ana, para que formase con ella un curioso tándem de la mentira. La acompañaba en sesiones de sanación y, aunque no hacía nada, le daba mucho prestigio.

La pequeña, en las páginas de ABC

A la par que Ana se juntaba con su hermana para hacer estas sesiones, Rosa decidió unir al equipo a una nueva integrante, Mari Ángeles Rodríguez Espinilla. En palabras de Pérez Caballero, esta mujer era una seguidora de la curandera que sentía tanta fascinación por ella como para olvidarse de su marido y sus dos hijos pequeños. De hecho, este periodista especializado en sucesos afirma en su obra que la curandera logró influir tanto en ella como para convertirla en otra persona. «Su marido, Martín, se quejaba amargamente de que aquella especie de sacerdotisa la tenía absorbida. Y así era. Había terminado por convencerla de que su esposo estaba poseído por el mal. Así que apenas hablaban y, por supuesto, no mantenían relaciones sexuales», desvela.

Pero el plan no se detuvo en este punto. Como, según Blanco, Rosa mantenía una relación homosexual secreta con Mari Ángeles, se propuso también lograr que Ana y Mercedes hiciesen lo mismo. «El objetivo de Rosa era presentar a ambas. Tras desplazarse María Mercedes a Almansa, el sábado día 15 de septiembre salieron las cuatro a cenar. Cuando regresaron, Rosa dijo que no se encontraba bien. Al final todos se fueron a casa de Mari Ángeles», añadía el periodista a ABC. Una vez que cerraron la puerta de la vivienda comenzaron un viaje hacia una orgía satánica que no tendría marcha atrás y que acabaría con la pequeña Rosita bajo tierra.

Noche amarga

Esa noche las cuatro se dedicaron a tomar sustancias psicotrópicas recogidas por la misma curandera. «Uno de los conocimientos de Rosa era saber las propiedades de diferentes hierbas que se dedicaba a recolectar en el campo. Estas las usaba para hacer brebajes que daba a sus pacientes o dar masajes y, en su caso, para entrar en un trance psicótico», explicaba el experto. Con la caída del sol, este curioso cuarteto tomó drogas que las trastornaron. Todo ello, aderezado por las palabras de la curandera, que empezó a decir con voz grave que el mismísimo San Jerónimo utilizaba sus cuerdas vocales para hablar al grupo.

A la mañana siguiente, con las primeras luces del alba, la curandera y su amante abandonaron la casa. Tras el paseo, las cuatro se reunieron de nuevo en la vivienda, donde la santera y su amante llegaron a decir que eran Jesucrito y la Virgen María y que iban a casarse. Ana se marchó, asustada, pero la triste fiesta siguió en el interior de la vivienda. Destrozaron todos los muebles de la casa, rompieron los espejos, caminaron descalzas sobre los cristales rotos, se revolcaron por los suelos, orinaron en la cama, vomitaron y se echaron por encima todos los frascos de colonia y jabón que encontraron en el cuarto de baño.

El 18 de septiembre, tres días después de haber iniciado aquella locura y ya en un estado deplorable, sucedió algo que lo cambió todo: Mari Ángeles tuvo la menstruación y empezó a sangrar. «Rosa, que apenas había dormido consideró entonces que había sido dominada por un demonio que trataba de poseerla y, para tratar de extraer al diablo, comenzó a darle patadas y puñetazos en el vientre», señalaba el antiguo director de 'El Caso'. ¿Cuál fue la respuesta de la víctima? Para detener aquella paliza, decidió culpar a Rosita. Así pues, comenzó a gritar: «¡La niña está embarazada del diablo!». En ese instante, la madre cambió de objetivo, ordenó a sus dos acompañantes que sujetaran a la pequeña y decidió extraerle a Satán del interior por las bravas.

Página de ABC en la que se muestra la noticia del asesinato

Su método fue dantesco: le introdujo dos dedos por la vagina y empezó a arrancarle las entrañas. Según comentaron el el juicio, la niña solo decía «Mamá acaba pronto». La madre comenzó a gritar «Gloria a Dios» y «Sal cabrón». La niña se desmayó a los pocos minutos. Cuando Rosa se sintió agotada de sacar las vísceras, le pidió a su amante que continuara haciéndolo. Pérez Caballero es partidario de que, al poco tiempo, el trío empezó a bailar alrededor del cadáver.

Blanco narraba la escena en base a los testimonios escuchados en el juicio: «Una vez muerta, Rosa continuó sacándole todas las vísceras, incluidos todos los intestinos, hasta completar casi todos los órganos. Las únicas vísceras que los forenses encontraron fueron tres. A decir de los entrevistado, el ritual duró 25 minutos». Aquella macabra orgía duró hasta las nueve de la mañana del día siguiente, cuando el marido de Rosa logró acceder a la habitación junto a Ana. En ese momento las tres se abalanzaron sobre la mujer que se había marchado. Entendían, según dijeron, que si le sacaban los ojos y tocaban con ellos a la niña, resucitaría. Por suerte, la hermana de la curandera logró escapar, aunque tuvo que ser hospitalizada.

Posteriormente llegó la Policía Municipal, que no dio crédito a lo que vio. Descubrieron aquella escabechina y descubrieron al marido de la curandera escondido en una habitación. Tras ser detenidas, interrogadas y juzgadas, la Audiencia de Albacete dictó sentencia. En primer lugar, se estableció que no podía ser probado que María Mercedes hubiese participado directamente en la muerte de la pequeña Rosita. Quedó en libertad. Por su parte, Rosa y Mari Ángeles fueron declaradas no responsables legalmente de los hechos por sufrir un trastorno mental.

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