El comando de Hitler que intentó arrasar Nueva York: el secreto que Estados Unidos ocultó durante 70 años
Tras el reciente choque de un camión con una bandera nazi contra la Casa Blanca, recordamos las peripecias del comando que el 'Führer' envió a Estados Unidos, durante Segunda Guerra Mundial, para arrasar la Gran Manzana con numerosos atentados
La confesión más turbadora del siglo XX: «Yo inicié la Segunda Guerra Mundial»

Este lunes, las autoridades estadounidenses han detenido al conductor de un camión que se estrelló contra las barreras de seguridad en Lafayette Square, junto a los terrenos de la Casa Blanca. Cuando la noticia se publicó en el 'Washington Post', el jefe de comunicaciones del Servicio Secreto de Estados Unidos, Anthony Guglielmi, se apresuró a declarar que no se habían producido heridos entre el personal del presidente Joe Biden. «La causa y la forma del accidente están siendo investigados, pero parece que el conductor pudo golpear intencionadamente contra el edificio», advirtió.
La cadena de televisión WUSA, por su parte, habló con varios testigos, que aseguraron que el camión chocó hasta en dos ocasiones con las barreras de seguridad de Lafayette Square que dan acceso a la Casa Blanca. Sin embargo, el detalle más ha llamado la atención es que el conductor portaba una bandera con la esvástica nazi, lo que nos ha hecho recordar un episodio poco conocido, protagonizado por un comando de soldados nazis que, en la Segunda Guerra Mundial, llegó hasta Nueva York en un submarino con el objetivo de provocar una serie de atentados para sembrar el caos en la ciudad.
Esta curiosa y surrealista misión desarrollada en junio de 1942 no salió a la luz hasta setenta años después, cuando fueron desclasificados varios documentos del MI5 británico y fueron publicados por 'The Times'. La idea de llevar el conflicto hasta Estados Unidos, tan solo cuatro días después de que Alemania le hubiera declarado la guerra, partió del mismo Hitler. El dictador transfirió la orden a su organización de inteligencia militar, la Abwehr, que diseñó la Operación Pastorius, llamada así en honor al célebre colono germano de mediados del siglo XVII.
El plan no se basaba en una sola acción en un día concreto al estilo del 11-S de 2001, sino que contemplaba volar por los aires varias centrales eléctricas, fábricas de aluminio, estaciones de ferrocarril, puentes, canales y hasta el sistema de provisión de agua de toda la ciudad de Nueva York. Un objetivo demasiado ambicioso que desembocó en una serie de situaciones hilarantes que bien podrían haber dado para una comedia al estilo de 'Top Secret'... aunque todo ocurrió de verdad.
Walter Kappe
La misión fue encomendada a Walter Kappe, un teniente alemán que llevaba viviendo en Detroit 12 años, donde fundó con sus hermanos la Asociación Nacional Socialista y donde hizo campaña para difundir la palabra de Hitler entre los inmigrantes de su país. Llego a fundar un periódico en el que atribuía todos los males del mundo a los judíos. Cuando Hitler ganó las elecciones en 1933, lo nombró portavoz de su Gobierno en Estados Unidos. En 1936 regresó a Alemania para ocupar diversos cargos en el régimen nazi, pero al estallar la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por la Wehrmacht y, en 1941, transferido al servicio de inteligencia.
Fue a principios de 1942 cuando se le puso al frente de la Operación Pastorius. Lo primero que hizo fue alquilar un terreno en los bosques aledaños a Brandenburgo en el que organizó una especie de escuela de sabotaje para formar a los miembros de un pequeño comando que debía ejecutar sus planes. A los integrantes los buscó entre los ficheros del Instituto Ausland, la institución que había financiado el retorno de sus compatriotas a Alemania cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Seleccionó a los 12 con mayor formación militar y más afines a los ideales del Tercer Reich, de los que descartó a cuatro.
Se nombró jefe del comando a George John Dasch, veterano del Ejército alemán, que tendría que desembarcar con un submarino U 202 en la costa de Long Island el 13 de junio de 1942. Hablaba el inglés a la perfección, por los años que había pasado en Chicago trabajando en la construcción. Ni siquiera los estadounidenses reconocían su verdadero acento. Como segundo se eligió a uno de los golpistas del Putsch de Múnich, que no ingresó en prisión junto a Hitler porque huyó a Estados Unidos a trabajar como mecánico. Regresó a Alemania en 1933, cuando los nazis subieron al poder y fue nombrado lugarteniente de Ernst Röhm, jefe de la SA.
Dos equipos
Tras la instrucción final realizada en el lago Quentz, a la afueras de Berlín, Kappe detalló dividió al comando en dos equipos. El primero debía volar la planta hidroeléctrica de las cataratas del Niágara, las fábricas de aluminio de Illinois, Tennessee y Nueva York, una planta de criolita en Filadelfia y una remesa en Ohio. Si esta fase salía bien, el segundo volaría por los aires la estación de ferrocarril de Pensilvania, puntos estratégicos de la vía que unía Chesapeake y Ohio, un puente en Nueva York, los todos canales de Saint Louis, Cincinnati y Ohio y el suministro de agua de la Gran Manzana. A estos objetivo habría que sumar las terminales ferroviarias de la costa Este y un buen número de comercios judíos.
Según detallan Carlos De Nápoli y Juan Salinas en 'Ultramar Sur: La última operación secreta del Tercer Reich' (House Grupo Editorial, 2018), el equipo de Dasch llegó a la playa de Amagansett, en Long Island, a las 12 de la medianoche del 13 de junio de 1942. Cuatro hombres salieron del submarino y se subieron a un bote de remos. Nada más poner el pie en tierra, fueron descubiertos por un oficial. «El guardacostas llamado John C. Cullen no podía dar crédito a la escena: cuatro individuos que salen del agua y se desprenden de sus uniformes militares (no pudo identificar que eran uniformes de la Wehrmacht) para vestirse de paisano como si nada. Tampoco entendió por qué le intentaron sobornar con un fajo de billetes y, a continuación, le amenazaron para que se olvidara de lo que había visto», contaba también el historiador José Luis Caballero en 'Misiones Imposibles: Anécdotas y secretos de acciones extraordinarias de audacia y coraje' (Historia Bélica, 2017).
El guardacostas informó del suceso y el FBI se puso inmediatamente en marcha. El plan de Hitler no tardó en entrar en barrena. Uno de los miembros del comando, Herbert Haupt, completamente ebrio, como era su costumbre, desveló que era un espía nazi a los pocos días de compenzar la operación, en una cena en el Hôtel des Deux Mondes con varios amigos estadounidenses. Y Dasch no tardó en mostrar sus deseos de pasarse a las filas enemigas y traicionar al Tercer Reich. Quería establecer su residencia en Estados Unidos.
La traición
El jefe del comando solicitó reunirse con el mismísimo John Edgar Hoover, que era entonces director del FBI en Washington. Cuando llamó y comentó que era el jefe de un comando nazi con la misión de atentar en Estados Unidos, el funcionario de la agencia le tomó por un loco y transfirió la entrevista a su segundo. Como este tampoco debió pensar que iba en serio, le enseñó el maletín que contenía los 84.000 dólares que había recibido del Gobierno alemán para perpetrar el plan. Cuando este llegó a la conclusión de que podía ser cierto, ordenó la detención de todos los miembros del comando, incluido al traidor.
La operación, por muy chapucera que resultara, fue ocultada al mundo. Estados Unidos no podía mostrar su vulnerabilidad. Los ocho nazis fueron juzgados, declarados culpables y condenados a muerte. Dasch, sin embargo, fue condenado a treinta años de reclusión, aunque al final solo cumplió seis.
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