La negociación con Calomarde solivianta al socialismo valenciano contra Ferraz
V. VILLAPLANAVALENCIA. El posible aterrizaje del diputado tránsfuga del PP Joaquín Calomarde en las listas del PSOE al Congreso ha aumentado los recelos dentro de un socialismo valenciano que, desde
V. VILLAPLANA
VALENCIA. El posible aterrizaje del diputado tránsfuga del PP Joaquín Calomarde en las listas del PSOE al Congreso ha aumentado los recelos dentro de un socialismo valenciano que, desde la última derrota en las autonómicas del 27 de mayo, vive instalado en la alta tensión orgánica. La consecuencia inmediata es que la cabeza de lista socialista por Valencia, María Teresa Fernández de la Vega, se ha topado con un nuevo escollo en su aspiración de garantizarse una carrera electoral tranquila.
A la batalla abierta entre un mínimo de tres referentes del PSOE valenciano después de que Ignasi Pla cayera ante el popular Francisco Camps por un margen aún mayor que en 2003 se unió la dimisión del propio Pla por la crisis abierta a raíz del supuesto pago por una constructora de las obras en su vivienda de Valencia. Este incidente dinamitó cualquier atisbo de tregua interna hasta después de las elecciones y puso el partido otra vez en manos del portavoz del PSOE en el Senado, Joan Lerma.
En este tramo final de legislatura, el tránsfuga se ha «trabajado», desde el escaño en el Grupo Mixto, su incorporación a las listas del grupo mayoritario. Ha sido uno de los más asiduos -y decisivos- apoyos del PSOE desde que abandonó el PP. Salvó con su voto los últimos Presupuestos de Zapatero y evitó la recusación de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, por los problemas del AVE en Cataluña. Prácticamente, no ha existido votación en la que Calomarde no repaldase al PSOE.
Las negociaciones por parte de las filas socialistas con el actual diputado del Grupo Mixto están en manos del propio Lerma, quien se ha entrevistado con el tránsfuga en varias ocasiones. No obstante, el «interés» por Calomarde parte de las más altas instancias de Ferraz. La listas a las generales son la lanzadera desde la cual las distintas alternativas quieren catapultarse hacia la secretaría general, por lo que imposición por parte de Ferraz de los cabezas de lista por las tres provincias ya fue acogida a regañadientes dentro de la organización valenciana.
El ministro de Sanidad, Bernat Soria, será el «número uno» por la provincia de Alicante, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, lo será por Valencia, y el ex ministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla -también aspirante a liderar el PSOE valenciano- encabeza la candidatura de Castellón por expreso deseo de Zapatero.
Las estrecheces en las listas y la pluralidad en la organización son tales que la vicepresidenta tiene muy difícil su intención inicial de introducir un «número dos» en su candidatura que complemente su perfil político.
Ferraz tiene el mando
La suerte de mercado persa en el que se convirtió el partido en la Comunidad Valenciana ha llevado a Ferraz a decidir que asumirá directamente la elaboración de las candidaturas, sobre cuyas preferencias las agrupaciones locales ya se han pronunciado. Con Alicante y Valencia plagadas de sensibilidades socialistas, Castellón es la candidatura en la que a priori concurren menos referentes de primera línea del partido. Pero precisamente Castellón es la procedencia de dos de los socialistas que se han postulado para la secretaría general.
Tanto Jordi Sevilla como el alcalde de Morella, Joaquim Puig -encuadrado dentro del sector lermista-, son castellonenses, por lo que una cesión de espacio para Calomarde tendría todo tipo de lecturas sobre la fortaleza interna de ambos. La decisión de Ferraz de hacerse con el control absoluto de las listas también estuvo motivada por la parálisis demostrada por el partido en Valencia para preparar su estrategia electoral ante el PP.
De la Vega llegó a un PSOE valenciano centrado en la pugna interna que deberá dirimirse tras las generales e, incluso, se vio obligada a suspender un acto público con los voluntarios de su campaña porque pocos días antes de la reunión esos voluntarios, sencillamente, no habían sido movilizados.
Mientras, el PP guarda un elocuente silencio a la espera de «explotar» convenientemente la eventual incorporación de un tránsfuga a las filas socialistas.
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