Armenia conmemora el genocidio en plena ruptura del diálogo con Turquía

DANIEL IRIARTE
SERVICIO ESPECIAL
EN ARMENIA
EREVÁN. «¡Reconocimiento!», piden a gritos los miles de personas que desfilan por las calles de Ereván a la luz de las antorchas. Cada 23 y 24 de abril, los armenios conmemoran las masacres de sus antepasados en la época final del Imperio Otomano marchando hasta el Memorial del Genocidio que corona la ciudad. Esta cuestión, la muerte de cientos de miles de armenios -algunas fuentes hablan de hasta un millón y medio- a manos de los turcos, envenena las relaciones entre Turquía y Armenia desde hace un siglo.
El pasado jueves, el gobierno armenio, alegando mala fe por parte de Turquía, congeló unilateralmente los protocolos de normalización de relaciones diplomáticas entre ambos países, firmados en octubre. El día anterior, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, había ligado estos protocolos a la resolución del conflicto del Nagorno-Karabaj, que enfrenta a Armenia con un Azerbayán aliado de Turquía.
Se cree que Ankara teme ante todo el revanchismo histórico. «Erdogan ha pedido que se deje la discusión sobre el genocidio a una comisión histórica binacional. Pero no es algo a debatir, es un hecho», afirma Tatoul Harouliunyan, representante del partido ultranacionalista Dashnaksutyun, quien no oculta su satisfacción por el fracaso del proceso. «No es una cuestión histórica, sino jurídica», dice.
Afirmaciones como ésta agitan uno de los grandes miedos turcos: la cuestión de las reparaciones, que podrían suponer incluso un nuevo trazado de fronteras. «Tras el reconocimiento, el siguiente paso, automáticamente, son las compensaciones, incluyendo la devolución de territorio de Armenia occidental», nos dice Harouliunyan, refiriéndose al actual este de Turquía. En Armenia, el Dashnaksutyun apenas alcanza un 7 por ciento de votos, pero su peso en la diáspora armenia -muy influyente tanto política como económicamente- es enorme.
«En términos económicos, esto no cambia nada, porque la frontera lleva cerrada desde 1993. Desde entonces, comerciamos a través de Georgia e Irán», explica a ABC Arsen Ghazaryan, copresidente del Consejo de Desarrollo Empresarial Armeno-Turco, cuya oficina está a apenas diecisiete kilómetros de la línea fronteriza. A pesar de ello, para llegar por tierra hay que dar un interminable rodeo por la vecina Georgia. Ahora mismo, el volumen de negocio entre Turquía y Armenia es de unos 90 millones de euros, cifra que, de abrirse los pasos fronterizos, alcanzaría rápidamente los 225 millones, según este Consejo Empresarial. «Está claro que la apertura va en interés de ambas partes», dice Ghazaryan.
El «término maldito»
Sin embargo, el pasado parece un obstáculo muy difícil de salvar. Aunque Turquía admite su responsabilidad en la muerte de unos trescientos mil armenios, se niega a aceptar el término «genocidio». La versión oficial asegura que esas muertes no se produjeron de forma intencional, sino como consecuencia de deportaciones en masa mal planificadas.
En una declaración oficial dada a conocer ayer por la Casa Blanca, el presidente Obama eludió también el término maldito para Turquía. «Conmemoramos los 95 años -dijo Obama- de una de las peores atrocidades del comienzo del siglo XX».
No obstante, más de veinte países reconocen oficialmente estos hechos como genocidio, entre ellos Rusia, Canadá o Francia. El pasado marzo, el gobierno sueco se unió a la lista.
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