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Contador encuentra equipo

El «Village» es el centro de cada salida del Tour. Su sala de estar. El de Colmar está en la Plaza de Champ de Mars. Este año, además, han colocado junto a la entrada un panel en el que se pueden escribir mensajes. A boli. Nada de «sms». A la antigua. Eso hizo ayer la pequeña Esther. Con pulso firme para que su texto se viera: «Contador es el mejor». Esther es la hija de la tía Visitación, hermana de Francisca, la madre de Alberto Contador. Del ciclista solitario que ayer en Colmar encontró al fin un equipo. El familiar.

Faltaba la tía Dolores, que vive en esta ciudad del Alto-Rhin, pero que ayer tenía trabajo. A eso vino con Rogelio, su marido, a Francia. A por el pan de cada día. Y aquí siguen. El Tour les ha traído a su sobrino, el «trasto» aquel que la armaba cada verano en Barcarrota, en la Extremadura de la que salieron todos. Unos a Pinto; otros a Colmar. Los Contador y los Velasco. Alberto Contador Velasco. Francisca y Francisco, sus padres, acudieron ayer al «Village». En familia. Con Fran, el hermano mayor de Alberto. El equipo del ciclista de Pinto. Estaban todos junto al autobús donde aguardaba la salida Contador, el del Astana, el equipo de Armstrong dirigido por Bruyneel. Habían venido para arroparle. Por si se sentía solo. Esas cosas nadie las ve como una madre. «Mejor que Alberto estuviera corriendo en otro equipo», dejó caer. Lo piensan todos. Mejor para él y para el Tour. Nadie ataca con Contador metido en la camisa de fuerza del Astana.

Anudado así, el ciclista madrileño no ha podido soltar sus ráfagas en la montaña. Saltar, correr. Siempre corrió mucho. Las primeras carreras fueron delante de la zapatilla de la madre que apaciguaba así las peleas entre Alberto y Fran por el mando a distancia de la tele. Ahora la lucha es otra. Por el Tour. Hoy le espera el segundo y penúltimo final en alto de la carrera, Verbier, una cuesta de ocho kilómetros, algo más dura que Arcalís. Pero más dulce de lo que él quisiera. «Ese puerto no es nada del otro mundo. Pero algo va a pasar en Verbier. No queda más remedio. Tiene que pasar algo», anuncia el ganador del Tour 2007. Reclama guerra. Lleva dos semanas de tregua. Al ralentí. «Creo que la rueda a seguir es la de Andy Schleck. Va a ser el más peligroso».

Más de 205 kilómetros, cuatro cotas de tercera, una de segunda y los 8,8 kilómetros de Verbier. Al 7,5 % de desnivel. Una autopista hacia las pistas de esquí. Arriba hará frío. Se necesitará abrigo. «A Alberto lo que más le gusta es la tortilla de patatas que hace su padre», cuenta su madre ajena a las tácticas del Tour. «A Alberto le veo tranquilo», repite. Quién va a conocerle mejor. De crío era un peligro. Metía la mano en los enchufes. Ayer, la familia estuvo con Contador en Colmar.«Nosotros no iremos a París, Ya estuvimos en 2007 y sólo le vimos desde lejos. Para eso nos quedamos en casa». Ayer, cuando la etapa se fue, se volvieron ya. De Colmar a Pinto, el camino de regreso de los emigrantes. Juntos pese a la distancia. Como un equipo.

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