«Nos acercamos a la idea de formar una familia cuando, biológicamente, nuestras células comienzan a envejecer»

Los cambios culturales pero, sobre todo, la pérdida de poder adquisitivo de los jóvenes y su difícil acceso a la vivienda tienen mucho que ver con las estadísticas. Y es que la edad en la que la mujer decide encarar la maternidad es hoy mucho más tardía.

Esto hace que, según advierten desde Clínicas Eva, la mayor red de reproducción asistida del país, el perfil medio que solicita ayuda médica para tener descendencia corresponda al de una mujer de entre 37 y 40 años. Aclaran también que «no existe, frente a lo que se pudiera pensar, una clase social predominante, dado que hoy en día existen diversas modalidades de financiación de los tratamientos».

Esta horquilla de edad es, sin embargo, problemática para los profesionales médicos, dado el descenso de la capacidad ovocitaria de la mujer. Esto significa, según Massimiliano Saladino, director del laboratorio de estos centros, «que nos acercamos a la idea de formar una familia cuando, biológicamente, nuestras células comienzan a envejecer, lo que hace más difícil lograr el embarazo con métodos naturales».

De ahí que, mientras la natalidad desciende en términos generales, asciende el número de niños nacidos mediante un tratamiento de reproducción asistida. Según el último informe de la Sociedad Española de Fertilidad, en 2022 llegaron al mundo en nuestro país 400.000 bebés gracias a la inseminación artificial o la fecundación in vitro (FIV). El dato corresponde al 12% de la tabla demográfica de nacimientos.

También desde Eva Fertility, la bióloga Ana de la Encarnación, considera que el incremento debe mucho a la «explosión mediática y social de estas técnicas, que se han vuelto de conocimiento común y culturalmente aceptadas».

Sin embargo, la donación del material genético, tanto del hombre como de la mujer, sigue siendo la parte de estos tratamientos que suscita más dudas entre los futuros papás y mamás. Se emplea cuando la mujer tiene una edad materna avanzada, cuando existe una alteración genética en los padres o cualquier otro problema con los gametos de ambos, y supone que el embarazo se logra se logra mediante los óvulos o el esperma de un donante.

En ese caso, el niño no llevará los genes de uno de sus progenitores. Surge entonces en denominado duelo genético, que funciona a la manera de una pérdida emocional. Para Massimiliano Saladino, «hay concienciar cada vez más a las pacientes de que no es solo su genética la que interviene en el desarrollo del feto, sino que también interviene la epigenética, donde el ambiente materno influye sobre el desarrollo completo del bebé».

La ovodonación, explica, «tiene una alta probabilidad de éxito gracias a todos los estudios exhaustivos que se aplican a los donantes (femeninos y masculinos) y se reduce la posibilidad de desarrollar embriones genéticamente no viables».

Para este proceso, por último, se requiere también de campañas informativas y de concienciación de posibles donantes de óvulos. «Al final la donación de gametos es algo altruista, contribuyes a cumplir el deseo de ser madre a otras mujeres, por lo que este objetivo es bien de peso, nunca saber si en un futuro te puede ocurrir de la misma manera que no puedas recurrir a tus gametos para cumplir tu sueño. Sentir que aportas a otras mujeres enriquece el crecimiento personal». El verdadero objetivo ahora sería, concluye esta experta, «uniformar la ley a nivel mundial, expandiendo el concepto de donación altruista masculina y femenina, en los países que aún no lo permiten».