La visionaria terminal del aeropuerto de Madrid en pleno centro que pese a todo, fracasó
Historias capitales
Permitía facturar las maletas en Nuevos Ministerios, y el equipaje iba directo hasta Barajas
Nuevos Ministerios contará con treinta mostradores de facturación para descongestionar

Decía Alberto Ruiz-Gallardón que había que estar en los sitios para hacer cosas, y no sólo por estar. Desde luego, en su caso lo cumplió. El político que decidió soterrar 6 kilómetros de la M-30 y cerrar así una herida abierta en ... el centro de la ciudad, tuvo otras ideas visionarias, no todas con igual resultado. Y una de ellas fue la de abrir una terminal de facturación del aeropuerto de Madrid-Barajas en el centro de Madrid.
Concretamente, los mostradores que recogerían las maletas de los viajeros y las llevarían hasta el aeródromo se situarían, en la visión ideal del entonces presidente regional Ruiz-Gallardón, en el interior del Metro, en Nuevos Ministerios. Una estación suficientemente cercana al aeropuerto para que la propuesta no fuera una locura, y a la vez lo bastante céntrica como para resultar atractiva para los turistas que visitaran Madrid.
El deseo y la visión se llevó a la realidad de la mano del consejero de Transportes, Luis Eduardo Cortés. Se aprovechó la construcción del intercambiador de Nuevos Ministerios para reservar el espacio que se destinaría a este fin. 2.000 metros cuadrados de terminal de facturación, con 34 mostradores, y que en 12 minutos dejaría a los viajeros y a sus maletas en Barajas. Separados, obviamente: las maletas iban en una cinta hasta el convoy de Metro, donde se introducirían dentro de unos contenedores, que contarían con un sistema de cierre de seguridad para evitar la manipulación o el robo, y también un sellado contra incendios. El sistema funcionaría desde las 6.30 de la mañana a las 22.30 de la noche, se dijo en un principio, y además de facturar el equipaje, podrían seguir también desde allí el estado de los vuelos, comprar un billete de avión y sacar la tarjeta de embarque.
El sueño del político era que los viajeros pudieran, desde un punto tan céntrico como el distrito financiero de la capital, facturar sus maletas y marcharse luego hasta el aeropuerto cómodos y despreocupados de sus equipajes. Y llegar en 12 minutos, algo casi increíble, si uno recuerda los largos trayectos desde los aeródromos de otras capitales como Londres o París hasta la ciudad. Eso sí, el sistema no funcionaba en el otro sentido: no se podía aterrizar en Barajas y recoger las maletas en Nuevos Ministerios.
En un principio, fueron tres las compañías de navegación aérea que habilitaron 17 de los 34 mostradores de facturación existentes en Nuevos Ministerios. Diez, de Iberia -dos para los pasajeros de primera clase y business-, y cinco para Spanair y Air Europa.



Pero aunque la propuesta era muy atractiva, no terminó de cuajar. En 2006, Iberia cerró sus mostradores de facturación, al trasladarse a la nueva terminal T4, a la que aún no llegaba el Metro. Prometía volver a Nuevos Ministerios cuando la línea se extendiera hasta allí, pero realmente nunca lo hizo. Si continuaron abiertos algún tiempo los mostradores de Air Europa y Spanair, aunque sus trabajadores reconocían que con un ritmo de viajeros muy escaso: no más de 40 operaciones al día.
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También el horario de atención al público se recortó. Y en esa lenta agonía continuó el experimento hasta su cierre definitivo. Una pena, porque los viajeros que la utilizaban aseguraban que les resultaba sumamente cómoda, y era para ellos un servicio muy valorado. Una mayor promoción, analizaban entonces azafatas consultadas por los cronistas, podía haber contribuido a un mayor uso de esta infraestructura. «Yo voy normalmente a Barcelona, y en una sola hora facturo aquí, porque mi hotel está cerca, y me olvido de todo hasta que llego a Barajas. El hecho de poder desprenderse de las maletas e incluso viajar en Metro con la tarjeta de embarque y conociendo las puertas de embarque es todo un lujo que no sabemos valorar», rafirmaba Luz María Guindes, una pasajera que, por primera vez, utilizaba este servicio, según recogía una información de la época.
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