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Madrid

Ramoncín defiende la «lucha constante y heroica de las mujeres por la igualdad real»

En el pregón que abre las fiestas de San Isidro, el artista ha abogado por un Madrid donde lo mejor son sus ciudadanos, tanto en el Dos de Mayo como en el 11-M

Suenan los clarines de San Isidro y Madrid vuelve a ser «el ombligo de España»

El artista, en un momento de su alocución al pueblo madrileño ABC
Jesús Nieto Jurado

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Ya en la víspera Ramón Márquez, 'aka' Ramoncín, daba a ABC las claves de lo que iba a ser su pregón. «Un honor, un orgullo y una responsabilidad». El músico vallecano, el Rey del Pollo Frito, lo tenía claro; era entre «el orgullo y la responsabilidad» donde estaría «la 'cosa', el tono». Y «el tono», anunciaba a este periódico 24 horas antes, lo había encontrado en una canción suya, '¿Qué es eso del amor?', y más aún, lo había encontrado en unas estrofas que hablaban de «un Madrid de ilusiones» en «un verano sin retorno tumbados en el Retiro».

La evocación, pues, que iba a arrancarle al artista su lado más madrileño, con alguna concesión al cheli de antaño en la mirada, en la posición ante el micrófono y en ciertas maneras de mirar al gentío que se agolpaba en la tarde del miércoles en la plaza de la Villa. Todo, según el artista, sin política, muy «humanístico, muy literario», añadía, con el nerviosismo de la previa. Acaso porque el balcón, la altura, la responsabilidad de un vallecano en el centro de la capital es la que es.

Gigantes y cabezudos

Pero para que Ramoncín subiera al edificio que mira a la estatua Álvaro de Bazán, a la torre de los Lujanes, y a un Madrid que tiene resabios salmantinos, era necesario el sano pueblo madrileño que iba mirando de un lado a otro disfrazado de sí mismo. En la esquina de Mayor, antes del desfile de gigantes y cabezudos a ritmo de dulzaina, se iba arremolinando público de todas las edades. Veteranos, noveles, y hasta chavales con la pegatina de 'Sound Isidro'. Indies que escuchaban el chotis de Agustín Lara con buena cara.

Lola, paseante, exclamaba un «es de mi época» en tanto que, en plena solana que luego se tamizaría, la plaza de la Villa iba tomando color. También Carmen, de la Asociación Los Castizos, acompañada de la de la Maja de Madrid, comentaba dando tres cuartos al pregonero: «No sé qué dirá Ramoncín, hijo, que aquí hemos tenido pregoneros de todos los colores. Tuvimos uno de Elvira Lindo que era para morirse».

Es lo que es Madrid en la cuesta de las verbenas, cuando ya aprieta el sol. Que en esta ciudad son los mismos y guardan memoria de quienes le anuncian los festejos. Aficionados del Milán, que no del Inter, pasaban viendo el gentío, como en el romance del pastor poeta. De Ramoncín se murmuraba, claro. Sólo había que estar pendiente del bisbiseo. «Pollo frito» arriba, «Pollo frito» abajo. Eso cuando las parpusas y los claveles iban haciéndose su hueco. Y la calle Mayor, en modo peatonal. Como en los días grandes. En los días santos.

Fue salir Ramoncín, chaqueta oscura, camisa clara, y aplausos. Atrás un señor sospechosamente parecido a Carlos Hipólito que no era Carlos Hipólito contaba a su acompañante que «el otro día» le «confundieron en el teatro». Como le había confundido el arribafirmante.

Ramoncín, entretanto, fue presentado por el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y el músico, a la primera, ironizó deseando a las autoridades municipales «la mejor de las suertes el día 28», con ironía sana o tierno sarcasmo, que no son lo mismo, o pueden ser sinónimos en días de fiesta. Quién sabe.

Después, conforme Ramón Márquez, aquel que vio la luz primera en un taxi por la Puerta de Alcalá, avanzaba en su discurso, pudo acordarse del Areta de Garci, pero también de la página de Paco Umbral («imaginario umbraliano», han sido sus palabras exactas). Llevado por la emoción, con algún gallo derivado de eso mismo, de la emoción, reivindicaba que lo mejor de Madrid «son sus ciudadanos», incluso los ficticios. De ahí el anuncio en exclusiva de que su pregón iba a ser literario. Aunque esos ciudadanos, los reales en este caso, fueran protagonistas de la Historia. Lo mismo en el Dos de Mayo que en el 11-M.

Héroes, por resumir.

La actualidad en el discurso

Cierto que la actualidad había de aparecer, que Ramoncín se acordaría de las «fake news» en un guiño a su presente de contertulio. Iba desgranando el pasado y el orgullo de la ciudad. En una proclama de seis minutos, seis, y en pleno éxtasis, vino a ponderar también «la lucha constante y heroica de las mujeres por la igualdad real».

En realidad no ha sido el Ramoncín de antaño. El que sorprendía a la primera y a la segunda fila a golpe de riñón en sus conciertos, dicho esto suave y literalmente. Pero era y es Ramoncín.

Cuando ya el músico y las autoridades dejaban el balcón, un grupúsculo de manifestantes, que respetaron los tiempos, empezaron a protestar contra «los políticos corruptos».

La campaña, de nuevo, en 'los isidros'. El eterno retorno.

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