Madrid ya es primavera
Los adolescentes van al toque por parques y terrazas, es cosa de los más jóvenes hacernos al resto despertar de nuestro invierno para todo
Los amigos que fueron
Cuando los almendros de la Quinta de los Molinos empiezan a brotar ya es primavera. Esas flores blancas pintan las ramas de los ejemplares más jóvenes. Los adolescentes van al toque y llenan parques y terrazas de esta ciudad a finales de febrero. ... Es cosa de los más jóvenes lo de hacernos al resto despertar de nuestro invierno para todo. Esa zona de Madrid tiene un paisaje imborrable, de cuadro eterno y viento de la sierra. Del conde de Arias pasó a manos de un arquitecto alicantino, Cesar Cort Botí, que fue comprando hectáreas mientras implementaba proyectos de ejecución.
La zona de Arturo Soria, próxima al bosque de almendros, luce en casas de buena posición con atardeceres de recuerdos más jóvenes. Marca una tranquilidad que durante los fines de semana se hace latente porque la vida se hace hacia dentro. Son edificios de viviendas de treinta y cuarenta años de prosperidad, ganada en el esfuerzo de una clase media que fue cierta entonces. Ahora es la zona que más adelanta una primavera que en Madrid ya ha comenzado.
Hay edificios de oficinas y oficinas de edificios. Porque de pronto se levantan algunos grandes centros de proletariado de corbata. También antiguas casas que son hoy las sedes de cosas que se pueden hacer desde antiguas casas. Productoras, estudios de arquitectura o casas de meretrices que se alargan por todo el bulevar desde la más alta Alcalá hasta Pinar de Chamartín. Detrás de él, más en Hortaleza, se encuentra un garaje que se hizo música al que se llega de modo casi clandestino. Es el Palermo, un templo que Sandra y Fofó levantaron hace décadas para cubrir la falta de bares de abajo, en una zona en la que para casi todo necesitas moverte en coche, moto o patineta, palabra que aúna todos esos modelos infernales que llenan de roturas las urgencias de nuestros hospitales.
El Palermo marca una frontera entre esa Arturo Soria pudiente, vecina del Parque Conde Orgaz y sus millonadas ajardinadas, con edificios colmena de un Madrid obrero y constante. Ese que trabajó en los setenta y ochenta levantando la ciudad entera para después dormirse en este noreste plagado de historias. Ese en el que los bares servían chupitos entre porras y montados de lomo queso antes de oír al gallo despertarse.
En ese Palermo fronterizo, durante los primeros dosmiles, Antonio Vega fue ilustre huésped de la generosidad de Fofó y Sandra. Allí se fue a vivir mientras desgranaba la última gira de Nacha Pop y volvía de los bolos de Tres mil noches con Marga. Carola, la hija de los dueños de Palermo y hoy, la que lleva las riendas del bar, se llevaba a Antonio de vez en cuando a su clase del colegio para hablar de cómo hacer música. Muchas veces, las paredes del Palermo sonaban entre muros con la música del bar enfrentada a los amplis de Antonio, que utilizaba las noches para volver del letargo de una delay que en su guitarra era eterna. Salía, entraba, y de vez en cuando se dejaba ver por el bar para conseguir algo de bebida que llevaba a su casa / local / cuartel general. Sandrá se fue y Fofó con ella un poco. Y mientras todo eso pasaba los almendros de la Quinta de los Molinos seguían marcando el inicio de la primavera. Como hacen hoy que blanquean.
Canillas, Manoteras y todo este Hortaleza se llenó en los años cincuenta de huidos del campo. Buscaban en Madrid un lugar en el que huir de la pobreza del arado. Fueron construyendo sus casas bajas para después hacerlas de tres o cuatro pisos porque vinieron sobrinos, primos y nietos también a prosperar. Madrid en esos años se bebía en Chicote, en el Cock y en la casa de Ava Gadner de la calle Doctor Arce. Aún se miraba en blanco y negro. Todavía hablaba el NODO. Y estas afueras de entonces son ahora el centro de otras muchas ciudades que se han formado dentro de este gran Madrid. Porque así se ha hecho este barrio de Hortaleza. Por un deseo de dormir para mañana volver a levantarse. Como si en ese deseo de prosperar, todo fuera una primavera que ya ha comenzado porque los almendros de la Quinta de los Molinos lo aseguran.
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