Los automóviles yanquis que batieron el récord de velocidad en la Cuesta de las Perdices
HISTORIAS CAPITALES
Los Hudson Super Six demostraron durante varias décadas ser los vehículos más rápidos que pisaban la capital
La carrera de autos París-Madrid en la que participó la 'valquiria del volante'

Con sus cuatro ruedas duras -'neumáticos Bergougnan'- y su motor de seis cilindros, el automóvil Hudson Super Six fue la estrella de las grandes carreras de velocidad a comienzos del siglo XX. Y batió, de hecho, el récord de subida a la Cuesta de ... las Perdices, fijándolo en más de 121 kilómetros por hora. La proeza la llevó a cabo Luis Carreras, antiguo piloto oficial de la Hispano-Suiza, empresa de automóviles de lujo y competición que era agente de Hudson.
Con los ojos de hoy en día, la Cuesta de las Perdices no lo es tanto: este tramo de la carretera de La Coruña, entre la Puerta de Hierro y el Hipódromo de la Zarzuela, ha perdido pendiente con las modificaciones que ha traído el tiempo en esa autovía. Pero entonces, a comienzos del siglo pasado, era una señora cuesta a la que acudían los madrileños -pocos- que tenían coche a probar la potencia de sus motores.
En el verano de 1918, Carreras llegó a lo alto de la Cuesta en apenas 35 segundos y tres quintos, batiendo todos los récords anteriores de velocidad por más de 13,5 kilómetros. Toda una proeza, cronometrada oficialmente por el RACE, como se apresuraron a publicitar desde la compañía automovilística. Para lograrlo, el piloto -el 'sportsman', le llamaban los periódicos- preparó su vehículo con un chasis y una carrocería aligerados, pero con mecánica de serie.
Los Hudson se llevaron todos los triunfos de la época. Sin ir más lejos, al año siguiente de su récord en la Cuesta de las Perdices, volvieron a hacerlo en el concurso de subida del Guadarrama que organizaba cada año el Real Automóvil Club de España. La base de la clasificación aquí era el rendimiento, y entre los que competían, había tres automóviles Hudson Super Six. Bueno, pues los tres se clasificaron en los puestos de honor. En la categoría de carreras, el Hudson que ganó en la Cuesta de las Perdices volvió a hacerlo en Guadarrama, esta vez pilotado por Francisco de la Viesca y sobre neumáticos Firestone.
En la clase C, para coches cerrados, Hudson se llevó otra copa de honor con una limusina propiedad del conde de Canga-Argúelles, que condujo su mecánico, Vicente Barguilla. Y el tercer Hudson que participó y ganó fue «un torpedo doble faetón con cinco asientos» -según lo definía la prensa de la época-, que utiliza «para su servicio particular Isidro Ordóñez», y se alzó con la Medalla de Oro en su categoría.
Hudson fue una marca de automóviles fundada en Detroit en 1909, que en apenas cinco años se había convertido ya en uno de los 15 principales fabricantes americanos de vehículos. El Super Six, presentado en 1916, fue todo un éxito internacional, con motor fabricado por la propia Hudson y que se mantuvo en producción hasta 1930.
MÁS INFORMACIÓN
Un Hudson Super Six costaba en torno a los 2.175 dólares, y se hicieron famosos por los grandes triunfos deportivos que consiguieron: la subida al famoso Pike's Peak, la Milla lanzada de Daytona Beach, o el viaje de costa a costa Nueva York-San Francisco-Nueva York, que concluyó sin percances.
Pero como dice el adagio, nada dura eternamente, y también a los Hudson se les acabó la racha. En 1926, ya era otra marca la que se hacía con el primer premio de su categoría -turismos de dos a tres litros de cilindrada- en la afamada subida de la Cuesta de las Perdices: un Oakland, «absolutamente de serie, con todo su equipo corriente y carga de cinco personas», rezaba el anuncio que publicitaba su triunfo el 23 de enero de 1926.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete